No elevar la voz cuando conversas o discutes.
No comer demasiado deprisa o con la boca abierta.
Saber decir “NO”.
No decir siempre la última palabra.
No querer tener la razón sea cual sea el tema hablado.
No andar encorvado.
Andar deprisa o despacio.
No estar distraído en tu día a día (perdiéndote conversaciones, cosas que ver, etc).
Falta de empatía con los demás.
Etcétera, etcétera, etcétera...
Estos y otros ejemplos más son los que muchos de nosotros nos gustaría cambiar o eliminar, porque si supiéramos decir más “NO”, nuestras relaciones serían más equilibradas y no siempre te tocaría pagar a ti (ya sea en dinero, en trabajo o en tiempo).
Si anduviéramos más rectos, la vida nos parecería más bonita, positiva y con optimismo, fíjate cómo andan las personas de éxito y que son felices en su vida. Andan mirando al frente o hacia arriba, sabiéndose ganadores, saben lo que quieren y lo consiguen. Sólo andan mirando al suelo las personas negativas, tristes y por ello se pierden todo lo bonito que nos ofrece la vida: grandes árboles, flores, grandes edificios, tiendas, el cielo azul, las nubes, etc, etc.
Si estuvieras más concentrado y menos distraído, no te perderías frases importantes cuando estás hablando con tu pareja, jefe, compañeros de trabajo o tu madre. Después ¿qué ocurre? Pues que te acusan de no escucharlos, de no darle importancia a lo que te dicen, de pasar de todo.
¿Y tener “la razón”? Crees que es importante y por eso te gusta tenerla siempre, pero ¿eso de qué te sirve?
Supongamos que en un 75% de los casos tú tienes la razón en tus conversaciones y eso qué demuestra:
Que eres el más listo de la clase.
Qué eres más inteligente que los demás.
Que entiendes de todo.
Que los demás son tontos.
¿¿¿???
¿Y si es así, qué? ¿Te van a dar una medalla, honores militares, te pondrán en el BOE o te harán presidente de tu Comunidad?
De qué sirve querer tener la razón en todo sino para discutir con el otro, menospreciarlo, hacerte sentir superior a ti y demostrar a los demás que eres poco flexible, poco empático, poco asertivo y muy orgulloso. Si tú crees que hay alguna razón positiva que yo haya olvidado, te agradecería me la dijeras, porque yo no le veo ninguna.
Cambio de conductas y hábitos
Con todo esto, qué pretendo decirte, pues que todas tus conductas y hábitos, sean buenos o malos, se pueden trabajar (para cambiarlos o eliminarlos) y potenciar (para mejorarlos y aumentarlos).
¿De qué modo? Pues al igual que has conseguido potenciarlos durante todos tus años de vida, puedes trabajarlos a partir de ahora mismo para modificarlos o eliminarlos:
Mejorar tu forma de andar.
Tu forma de hablar y comunicarte (aumentando la asertividad, empatía).
Tu forma de comer.
Tu concentración.
Si durante los 30 años que tienes (20, 40, 50 o 60 años, da igual tu edad) le has dicho a tu cerebro de forma inconsciente lo que debía hacer y cómo comportarse, ahora deberás hacer lo mismo de forma consciente para que tu comportamiento y conducta sea diferente, sea mejor y te beneficie.
Según el Dr. Joe Dispenza (Neurocientífico especialista en cardiopatías e imágenes cerebrales) se puede cambiar tu cuerpo sin mover un dedo. Según él, se puede cambiar el cerebro con nuestros pensamientos. Y en su libro “Deja de ser tú” pone un ejemplo que lo demuestra.
Artículo publicado en el Journal of Neurophysiology de 1992, dividieron los participantes en tres grupos:
Grupo de sujetos: Debían ejercitar un dedo de la mano izquierda, contrayéndolo y relajándolo una hora al día, cinco días a la semana, durante un mes.
Grupo de sujetos: Les pidieron que repitieran mentalmente el ejercicio durante el mismo espacio de tiempo, pero sin mover físicamente el dedo.
Grupo de sujetos: Eran los de control y no ejercitaron ni el dedo ni la mente.
Al terminar el estudio, los científicos compararon los resultados. Los participantes del primer grupo y los del grupo de control fueron sometidos a una prueba para averiguar quiénes tenían más fuerza en los dedos.
A los del primer grupo, su fuerza aumentó un 30% comparado con los del grupo de control. Y en cuanto a los sujetos del segundo grupo, sorprendieron a todo el equipo de científicos, ya que al realizar los ejercicios mentalmente sin mover el dedo ¡les aumentó un 22% su fuerza! La mente les produjo un efecto físico cuantificable en el cuerpo, lo que quiere decir que el cuerpo podría cambiar sin participar en la experiencia física, por tanto imagina lo que puedes lograr si además del cerebro utilizas el cuerpo...
Conclusión
Cuando visualizas mentalmente una realidad futura deseada una y otra vez (andar recto, hablar mejor, comer despacio, estar concentrado o lo que quieras...) hasta que el cerebro cambia físicamente como si ya la hubiera vivido y la sientes emocionalmente tantas veces que el cuerpo cambia como si ya la hubiera experimentado, no te detengas porque ¡estás en el camino del cambio y de conseguir tu objetivo!
Nota: En próximos artículos te explicaré cómo hacer para conseguir tus objetivos de forma más rápida. Las visualizaciones ayudan, pero también se necesitan seguir una serie de pautas y prácticas.
¡Agradezco tus comentarios!