Rumi
Hace unos días estuve en la boda de mi amigo Gonzalo, y una de las noches una persona me dijo: tengo una amiga que quiere conocerte.
Su amiga resultaba ser la que a mi juicio era la mujer más atractiva de toda la fiesta. La había visto antes entre los invitados y pensé: madre del amor hermoso.
El caso es que cuando supe quién era mi primer pensamiento fue que yo no tenía absolutamente nada que hacer con ella.
Afortunadamente tengo un poco de entrenamiento de meditación encima y, como ya te he contado alguna vez, una de las consecuencias de meditar es que empiezas a ser consciente del inconsciente, empiezas, por ejemplo, a ser consciente de tus pensamientos. Ya no son algo que simplemente viene y va, sino que parece como si ahora caminaran más lentos, como si ahora les pudieras ver asomar la cabeza incluso antes de aparecer en escena.
Quizás no lo sepas o no lo creas, pero todo lo que hacemos depende de la historia que nos contamos a nosotros mismos, de las oportunidades que aparecen frente a nosotros y las rechazamos por no creernos parte de ella.
Y el caso es que, al pillar a mi pensamiento, y saber, por experiencia en pensamientos, que ese pensamiento era falso, fui a hablar con ella. En otros momentos de mi vida, créeme, no habría ido.
Lo pasamos muy bien y conocí a un ser humano extraordinario, y al poco de empezar a hablar le hice una de esas preguntas que no hay que hacer a una persona de primeras para que no se te note que la admiras demasiado:
Imagino que cientos de personas al año intentan ligar contigo. ¿Cómo haces para decir no a una persona que quiere algo contigo, y tú no?
— Sabiendo que lo que las otras personas piensan de mí, no tiene nada que ver conmigo. Después, aprendí a poner límites.
Qué enseñanza. ¿No?
En fin, de eso y más quería hablarte hoy, y es que resulta que por lo general tenemos tantísimo miedo y desconocimiento albergado en nuestro interior, que no dejamos de pensar en si los demás nos estarán validando y si el veredicto del prójimo sobre nosotros será positivo pues, como ya dije, nosotros no nos validamos, nuestro autoveredicto es negativo y por lo tanto no nos permitimos ser aquello que podríamos ser.
Y esto se manifiesta en todas partes, en todas las áreas de nuestra vida.
Quien gana poco, piensa que no merece ganar más, y bloquea toda posibilidad por su parte de crecimiento.
Quien crea poco, piensa que no merece crear más, y bloquea todo intento de creación.
Quien tiene adicciones destructivas, piensa que no merece la salud, y bloquea toda ayuda del exterior y todo pensamiento de sanación.
Quien permite ser maltratado una y otra vez, piensa que no merece el respeto, el cuidado, y el cariño, y bloquea los consejos propios y ajenos.
Quien pide poco o nada por su trabajo, piensa que no merece la abundancia y bloquea las oportunidades.
Quien se cabrea con su pareja y la aparta de sí siempre que tiene la ocasión, piensa que no merece el amor.
Quien no expresa sus sentimientos, piensa que no merece ser escuchado.
Quien no deja de hablar, piensa que no merece el silencio.
Podría estar toda la tarde poniéndote ejemplos, pues estos son infinitos y acechan en cada esquina.
Analiza. ¿Qué nivel de libertad tengo en mí?
Lama Rinchen Gyaltsen
El caso es que, ¿cómo amarse a uno mismo? ¿cómo comenzar a transitar el sendero hacia el amor, hacia esa joya preciosa que hay en nuestro interior y que tantos maestros mencionan?
Es fácil en teoría.
Cómo amarse a uno mismo
Si tú amas a una persona, ¿te gusta estar tiempo de calidad, a solas con ella, simplemente con ella?Entonces pasa tiempo contigo, simplemente contigo. Medita, haz yoga, escribe, pinta, baila en tu cocina, pasea, siente tu respiración.
Si tú amas a una persona, ¿la acaricias, la tocas, la sientes?
Entonces acaríciate. Lleva las manos a tu cara. Pálpala, usando la menor cantidad de superficie de la yema de tus dedos como te sea posible, acaricia tus cejas, tus párpados, tus labios, tus orejas, tu pelo.
Si tú amas a una persona, ¿la escuchas atentamente lo que tenga que decir, o la interrumpes, la callas, la ignoras?
Entonces escúchate. La próxima vez que tengas algo que decir, dilo. La próxima vez que quieras decir no, o sí, dilo. No te preocupes por lo que piense la otra persona de ti pues no tiene nada que ver contigo.
Si tú amas a una persona y esta comete un error, ¿la perdonas y la dices que ya lo haremos mejor la próxima vez, o la juzgas, criticas, fustigas?
Entonces perdónate cuando hagas algo que consideras un error, recuérdate que la próxima vez lo harás mejor, recuérdate que tú puedes crecer, mejorar.
Si tú amas a una persona, ¿quieres para ella lo mejor, las mejores comodidades, las cosas más bonitas, los campos más verdes?
Entonces acepta en ti tu propio crecimiento, tu propia abundancia, tu propio bienestar material.
Muy bonito, —dirás—, eso ya lo sé, ¿pero cómo se hace de verdad, cómo se lleva a la práctica?
Ya te lo he contado muchas veces.
Primero, creyendo que es posible. La información precede a la acción.
Segundo, mediante entrenamientos espirituales que en realidad son lo más físico que vas a conocer en tu vida: Yoga, meditación… capa a capa irás penetrando en ti, quitando todo lo que no eres tú. Al principio como un puntito de luz que se cuela a través de una manta, después, como un colador, después…
Tercero, rompiendo miedos y bloqueos internos enfrentándote gradualmente a ellos y destruyéndolos. Duchas de agua fría, hablar en público, organizando eventos, emprendiendo proyectos…
Querido lector, querida lectora, puedes ignorar mis palabras, pero te aseguro que si lo intentas, con el tiempo descubrirás que sí podías tener esa casa con la que soñabas, que sí podías ganar el dinero que querías, que sí podías crear la obra que amabas, que sí podrías aprender aquello que deseabas, que sí podías ser aquello que anhelabas, que sí podías tener la paz que necesitabas, que sí podías expresar la felicidad que eras.
Todo está ahí, esperándonos.
Dicen que es incluso posible que,
Yo no estoy ahí, ya lo sabes, aún me quedan unos cuantos miles de km, pero te garantizo que estoy caminando y que, es posible, algún día llegue. ¿Te vienes?
Gracias por leerme.
Os aseguro que, a menos que os hagáis como niños de nuevo, no podréis entrar en el reino de los cielos. Mateo 18, 2-4.