Una de las cosas que veo últimamente en algunos de los sitios que leo, no es desde luego esta. Y me refiero al monosílabo escrito en mayúsculas y que aparece en el título de esta entrada. Aunque hay voces, que se alzan frente a ese entorno tan “happy” (pasteloso ya en grado supino) que nos dibujan, todavía hay mucha gente que no sabe decir algo tan escueto como esta negación. ¿Es porque somos educados? Bueno, algunos en demasía. ¿Es porque somos cobardes y no decimos lo primero que pensamos? Tal vez. ¿Es porque tenemos miedo? Y yo pregunto ¿de qué? ¿de no gustar, de no encajar, de ofender, de no seguir las reglas? Tirando por lo fácil, siguiendo lo establecido, corremos el riesgo de desaparecer nosotros mismos, por el simple hecho de complacer al otro. ¿Estás dispuesto a ser invisible? Yo creo que no. ¿Lo ves? No es tan difícil. Hay que empezar poco a poco y con cosas sencillas. Sin obsesionarse, pero siendo firme. Y dulce. Se puede ser las dos cosas al mismo tiempo. Es cuestión de practicar un poco cada día. No necesitas dar siempre la razón. Permanece fiel a tí mismo. Si algo no te gusta, no te sientas intimidado, dilo sin reparo. Si hay algo con lo que no comulgas, no lo aceptes por inercia, di que no es para tí. Si no te apetece hacer algo, no le des vueltas hasta la saciedad, seguramente no es el momento idóneo, o el lugar, o la persona. No te agobies, el mundo está lleno de esta últimas. Además, no necesitas gustarle (necesariamente) a todas ellas. A mí no todo el mundo me gusta, y no tener que estar pendiente de a quien gusto o no, deja espacio en mi cerebro para cosas mucho más interesantes y productivas. Como por ejemplo escribir, que hacía tiempo lo tenía abandonado, pero no olvidado.
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