No he leído "50 sombras de Grey", tampoco he sido del millón de espectadores que ha ido al cine este fin de semana como buscando el maná y, el caso, es que tampoco creo que vaya a hacerlo.
Después de que este señor le mostrara a aquella señora los placeres ocultos del sexo de todos los colores tengo la impresión de que cualquiera aparece ahora como una estrecha. ¿Que no te las leído el librooooo?
Los de Durex lo tienen claro, hacemos una encuesta al año y hablamos de la frecuencia sexual de los españoles poco menos que jurada sobre la Biblia o pro-metida que parece que viene más al caso.
Pues yo no me creo nada, lo siento mujeres del mundo. No me creo ni las encuestas de Durex, ni las proezas de Grey, ni las cuentas anuales de los sexshops, ni los secretos susurrados en grupos de tuppersex
Además, es que resulta que me molesta. ¿Por qué nos tenemos que poner al nivel del macho ibérico y contar nuestras proezas exagerando hasta donde sea creíble o, mejor, hasta el límite de lo increíble, para ganarnos la etiqueta de tigresa y el reconocimiento (acaso la envidia) de nuestro grupo de amigas?
Todo en aras de la libertad sexual y la liberación de la mujer cuando, lo que hace el deseadísimo Sr. Grey, en más de una ocasión, es pecar de todo lo contrario.
Es más, tanto alboroto por unas sesiones de sexo loco, atrevido, "prohibido", lo que vienen a confirmar es que es algo considerado fuera de lo standard para el común de los mortales sexoactivos. O sea, que si nos atrae, nos escandaliza, nos pone extremadamente cachondas y nos derretimos con solo pensarlo es, en definitiva, porque en nuestro día a día es ciencia ficción.
Resulta que los cursos para iniciarse en el sado se han disparado en medio mundo, como ya se dispararan los del sexo tántrico hace unos años. Como lo oyen, señoras, pasamos de no tocarnos y fustigarnos con un látigo. Ayyy pobre misionero.
Señoras, del camisón con agujero en medio hasta llegar al Sr. Grey ya ha llovido y, aún así, se me hace raro que a alguien le importe cuantas veces lo hago a la semana, que entre conocidas hagamos estadísticas sobre frecuencia y establezcamos los límites entre lo normal y lo extraordinario, que haya que inventarse donde no hay u ocultar donde hay en abundancia para que no te tachen de una cosa ni de otra.
Yo para estas ocasiones tengo una frase infalible, que cierra bocas y despierta imaginaciones. Señoras, yo follo todo lo que quiero. Y punto.
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