Dice en el prólogo con sencillez: “El yoga es un excelente instrumento para sentirte mejor“. Lo que distingue al yoga de otras escuelas es que se funda en una práctica “que abarca lo físico y lo mental; que comprende el organismo y sus funciones fisiológicas, y la mente y sus funciones psicológicas. Y que establece sabiamente el nexo entre posición física, modos de respiración y estados de la mente”.
Empecé a asistir a sus clases en abril de 2005, cuando regresé a Málaga tras años en Madrid. Recuerdo bien aquella primavera, las sensaciones del cuerpo desanquilosándose. Y los meses del invierno posterior, en que el yoga se iba colando, sin yo saber cómo, por los resquicios oscuros, mejorándome casi a mi pesar. Me llamó la atención el ansia con que el organismo acoge las gotas benéficas, como una planta colapsada por la sed.
Fui un discípulo deficiente, con periodos de faltas, y hace mucho que no voy. Pero en las temporadas en que lograba asistir, corroboraba lo que afirma Jünger en este párrafo de La emboscadura, que no se refiere específicamente al yoga pero se le podría aplicar en parte: “El sufrimiento de esos hombres les hace vislumbrar un estado superior. Hay métodos para fortalecerlos en esa dirección y resulta irrelevante que al principio sean ejercitados de manera mecánica. Se asemejan a esos ejercicios destinados a devolver la vida a los ahogados, que también son ejecutados mecánicamente al principio. La respiración y los latidos del corazón llegan después”.
(Existe ahora la amenaza gubernamental de que el yoga sea incluido en la lista de las pseudoterapias. Se han presentado en contra estas alegaciones. García Weil le ha respondido al ministro astronauta con este artículo y con este vídeo).
Artículo escrito por José Antonio Montano y publicado originalmente en https://theobjective.com/elsubjetivo/yoga-con-campanas/