De adolescente no había domingo que no asistiera a misa, comulgara y me confesara hasta quedarme vacío de aquellos pecados que ni había llegado a concebir. Participaba en convivencias y hacía retiros espirituales, pero nada. ¡Y mira que busqué!
En cuanto tuve la edad me matriculé en Psicología y Filosofía, lo que me llevó ocho años de mi vida. Me empapé del estoicismo, epicureísmo, conductismo, existencialismo y hasta de las últimas tendencias en desarrollo personal; pero nada encontré. ¡Y mira que busqué!
Maduré, me casé, compré un piso y dos coches. Tuve tres niños, otra casa en alquiler y una viudez prematura. Viví esas experiencias de alegría y pena que a todos nos marcan y miré dentro de ellas, pero fue imposible. ¡Y mira que busqué!
Ahora que estoy a las puertas de la muerte percibo la felicidad en mi interior, la que siempre ha estado ahí pero yo no he visto. Todo era más sencillo de lo que parecía. ¡Estaba detrás de esa búsqueda! Solo tenía que haber mirado por la parte de atrás. ¡Y mira que busqué!
Que la felicidad está en nuestro interior es un secreto que por más que se diga a voces seguimos sin querer escuchar. Cuando más alto lo decimos y más ruido hacemos menor es la posibilidad de encontrarla en nuestro silencio interior.
Normalmente solemos poner nuestro foco en herramientas, disciplinas, terapias y otras modas. Aprendemos técnicas de desarrollo personal, hacemos talleres y practicamos mindfulness o meditación… pero aun así no llegamos.
Hoy en día estamos viviendo una eclosión de metodologías y pseudoterapias que nos prometen conectar con nuestro interior y alcanzar la felicidad, pero estarás de acuerdo conmigo que los resultados no son los prometidos, ¿verdad?
Acudimos a formaciones de desarrollo personal, cursos de crecimiento espiritual y de conexión con la esencia. Cuando acabamos salimos de subidón y nos sentimos unidos a la divinidad, el universo o la energía creadora (o como quieras llamarlo), pero ¿realmente somos felices?
No debemos confundir el dedo con la luna. Todas estas terapias, cursos y pseudociencias (algunas), son la herramienta, la azada que nos ayuda a quitar la tierra para poder sembrar, pero no podemos identificarnos con ella.
Solo en el momento que no te apegas a ninguna práctica y descubres lo que hay por la otra cara, tomas contacto con la Verdad y tu Ser Interior. Pero no basta que yo te lo diga. Experimenta, siente, toma conciencia y acepta la Realidad que, en el fondo, ninguna práctica ni ritual te va a enseñar.
Confundir el fin con la meta es dar vueltas sobre nuestro propio sitio. Nos sentimos cada vez más frustrados y necesitados de alguien y algo que nos diga qué debemos hacer. Quizás sea el momento de tomarte un descanso en tus talleres y terapias.
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