Domingo por la tarde en casa. El fin de semana ha transcurrido anodinamente. Nada con que llenar 48 horas, a parte de las obligaciones con la despensa y los quehaceres del hogar. Llega la tarde y preparas la vuelta del lunes al trabajo deseando que te toque el euromillón para llenar tu vida de emociones y salir del sopor de la rutina. Vacía, sientes la vida vacía.
El pequeño de tus hijos abandona tu casa (su casa durante muchos años) para irse a vivir con su pareja. Al día siguiente tu rutina se ve sacudida y no consigues llenar tu tiempo. El deseado cese del ajetreo ha llegado, y con ello sientes que tus días se han quedado vacíos. Has puesto todo tu empeño en un proyecto, has luchado con todas tus fuerzas, has agotado tus recursos y al final has tenido que renunciar a él. Seguirás adelante, sin duda. ¿Qué mundo te espera después de enterrar un sueño?
Dotar de un sentido a la vida puede parecer de lo mas espiritual (que no religioso) sobre lo que se puede hablar y pensar. Lo es. Aun así todos lo hacemos, todos dotamos a nuestra vida de un sentido u otro. Algunas personas deciden el sentido de sus vidas y otras aceptan un sentido impuesto. La diferencia no esta en qué sentidos son elegidos y en cuales impuestos. Si no, si son realmente elegidos o por el contrario el sentido que le hemos dado a nuestra vida ha sido impuesto.
Una persona puede vivir sólo para trabajar, haciéndolo sin pasión, preocupado por pagar facturas, llevar una “vida decente”. Pasando el resto del tiempo que no dedica a trabajar a “estirar el chicle”, sin hacer nada útil o placentero para si mismo o los demás. Por el contrario otra persona, incluso en el mismo puesto y ocupación que la anterior, puede vivir para el trabajo, intentando sobresalir y medrar en la empresa, usando su tiempo libre para formarse en materias que le ayudaran a promocionarse profesionalmente, y puede que con el sueño de llegar a la cima de esa empresa o de construir la suya propia. La obligación frente a la devoción.
Sin entrar a juzgar, todavía, el sentido que cada persona le atribuye a su vida, podemos determinar una de las primeras características diferenciales entre las personas que otorgan un sentido a su vida frente a las que no lo hacen. A las primeras la vida los impulsa, a las segundas la vida las arrastra. Es la existencia misma, la vida, la que se presenta como una sucesión de oportunidades que aprovechar o como una terrible acumulación de obstáculos que sortear.
Es por lo tanto la falta de un fin existencial lo que se traduce en una sensación de vacío interior. En la ausencia de motivación para levantarse de la cama a diario, apagar la tv por no saber qué otra cosa hacer, en salir de casa con el único fin de ir de tiendas…
Cambiar esta situación es duro, pero necesario. Necesario por la sencilla razón de que vivir satisfecho con tu propia vida, y ser dueño de tu tiempo y tus elecciones es la más alta de las aspiraciones humanas. Duro porque requiere romper con la ideología conformista, derrotista, e inmovilizadora que se nos ha impuesto culturalmente. Requiere dedicar mucho tiempo a la reflexión y el conocimiento propio. Preguntarse qué es lo que realmente quieres para ti, que sea más grande que tu mismo. Qué quieres para ti y los tuyos ( ya sea un pequeño grupo, tu familia, la selva amazónica, los derechos de los animales, el reconocimiento de tu deporte minoritario, la lucha por los desfavorecidos…) que este fuera de tus posibilidades actuales.
No se le puede decir a nadie como debe dotar a su vida de sentido, qué causa debe abrazar o qué deseo debe cumplir. Tan sólo aclarar que debe depender de si misma, y no de terceros, y que cualquier sentido existencial que suponga hacer que otras personas renuncien a vivir libremente sus
vidas para satisfacer deseos egoístas o carencias personales, es una condena a vivir ( y hacer vivir) una existencia mezquina y oscura.
Encontrar eso que te moviliza, que te hace vibrar y te apasiona, te garantizara una vida repleta de emociones y dará valor a tu tiempo. Sabrás qué razón tienes para despertarte cada mañana, y verás cómo tu energía se vuelve casi inagotable. Pregúntate: ¿Qué me mueve ahora?
Pregúntatelo a menudo, pregúntate a qué o a quien quieres dedicar tu tiempo y tus esfuerzos en cada nueva etapa de tu vida. Cierra ciclos y ábrelos tan pronto como hayas descubierto qué es lo quequieres hacer. El mundo necesita personas que se esfuercen por hacer la vida valiosa y significativa.
La vida no es una obligación, es una oportunidad.
Hoy es siempre todavía.
Gonzalo Gómez Cámara.
Asesor y psicoterapeuta.
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