Charles Darwin
No es mentira que intentamos tener toda nuestra vida bajo control, por ejemplo: organizamos el menú de toda la semana; planificamos el tiempo que podemos dedicar a planchar, a nuestros amigos, a nuestro ocio ; organizamos a qué colegio irán nuestros hijos y cómo será su futuro; planeamos cuándo podemos llamar a un familiar, al médico, o al banco…
Tenemos una insaciable necesidad de control que a veces se ve sobrepasada por las circunstancias de la vida. No entra dentro de nuestros planes considerar que nos pueden dar una mala noticia respecto a un ser querido o a nosotros mismos.
En este artículo quiero dejarte unas pequeñas estrategias para hacer frente al momento en que recibes una mala noticia, ya que, tanto si es esperada como si no, surgen en nosotros una serie de reacciones emocionales y de pensamiento que tenemos que gestionar y que en esos momentos puede resultar complicado:
Concedete tiempo: cuando recibes una mala noticia ésta es como un golpe que hay que encajar. No te precipites en sacar conclusiones, date un momento, coge aire y suéltalo poco a poco… Date cuenta de cómo te estás sintiendo.
Intenta ordenar la información: una vez hayas conseguido estabilizar tus emociones y pensamientos al darte ese tiempo y respirar, intenta ordenar la información que acabas de recibir. El paso 1 es importante ya que te permite dedicar tus recursos, los cuales por un momento se ven tambaleados, a la asimilación de la mala noticia.
Pregunta: Una vez que ordenes la información, ¿hay algo que sientes que no entiendes o te queda información por completar? Pregunta a la persona que te da la información para que pueda ayudarte.
Acepta: A veces solicitamos que las personas nos den respuestas que todavía no existen. Ésto sucede cuando un médico nos va a informar sobre el estado de un familiar o sobre las consecuencias de una enfermedad que nos han diagnosticado, por ejemplo.
Valora: una vez has pasado por estas fases, valora qué es lo que está en tu mano para mejorar la situación actual. A veces queremos poder remediar todo, pero muchas cosas se escapan de nuestras competencias y sólo podemos esperar resultados.
Autocuidado: en estas situaciones críticas en las que las emociones y los pensamientos están comprometidos, es importante cuidarnos física y mentalmente. Para ello, hidratate y come (un poco aunque no quieras); da pequeños paseos para despejar la mente; habla con gente y comparte cómo te sientes, a veces con que nos escuchen es suficiente.
Puede que estés cómodo hablando con una persona en concreto, hazlo, o que sientas que no tienes con quién hablar, bien porque no tienes a nadie o porque no crees que nadie te pueda comprender, en estos casos te recomiendo acudir a un especialista.
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