Es importante diferenciar entre aquellos traumas reconocidos como “experiencias aversivas” que aparecen por un suceso concreto como un accidente o una intervención quirúrgica repentina, por ejemplo; y los traumas relacionales. Cada uno tiene rasgos, alcances y dificultades propias.
Las experiencias aversivas y su traspaso
De acuerdo al comportamiento que tengan los adultos, las experiencias aversivas pueden trasmitirse a los hijos. El caso más notable es el de un bebé que reacciona con terror a cosas que le generan temor a su madre. Un recién nacido no ha tenido contacto directo con estos elementos, pero la madre le transmite sus sensaciones en el vientre y al salir al mundo exterior, ese temor ha sido transmitido.
Hasta que cumplen los tres años, el cerebro emocional de los bebés es técnicamente idéntico al de la madre. El cerebro de un niño muy asustado casi siempre se origina en el cerebro de una mamá con muchos temores que no tiene las herramientas o el conocimiento para controlarse y evitar ese traspaso tan directo.
Otra forma de que estas experiencias aversivas se transmitan a los niños pequeños están relacionadas con acciones más pequeñas, pero igual de significativas. Por ejemplo, una niña que ha desarrollado miedo a las motos porque su madre le agarraba fuertemente la mano cuando las veía pasar. El miedo original era de la madre, pero las sensaciones asociadas se han transmitido generando temor y recelo en la pequeña.
Los traumas relacionales en los niños pequeños
Este tipo de traumas, representados en los traumas de apego, suelen aparecer cuando una figura de apego principal nos trata de forma negligente, abandónica o violenta. Esto genera un conflicto ya que la figura de apego principal es una de la cual esperamos cuidado, nunca desprecio. Estos traumas son menos transmisibles, pero pueden llegar a influir en el desarrollo de los más pequeños. Las relaciones de apego sirven también para enseñarnos cómo relacionarnos con el mundo. Que actitudes esperar de los que nos quieren y ayudan, y cuáles de aquellos que no sienten cariño por nosotros.
Familias imperfectas y la construcción permanente
Las familias tienen defectos, errores y cosas por corregir pero si las bases de apego están correctamente formadas, los aspectos negativos se transmiten menos y se puede lograr un trabajo mucho más intenso en el desarrollo personal. Construir una familia es algo que se hace día a día, con errores, sacrificios y trabajo duro.
El trabajo de los adultos está en reconocer y trabajar en psicología los traumas del pasado para intentar no transmitirlos y así no afectar de manera negativa a los más pequeños con nuestros problemas irresueltos, temores o traumas de nuestra infancia.