Hoy os hemos querido dar a conocer un nuevo caso de superación personal, real como la vida misma. En este caso sobre la superación de un osteosarcoma, un tipo de tumor óseo. Una vez más, se cumple aquello de “Si la vida te pone obstáculos, el reto es superarlos”
Superación Personal
Como suele ocurrir con cualquier enfermedad, llega de forma inesperada. Tenía yo diecinueve añitos y recuerdo estar tan feliz jugando al baloncesto durante el verano. Ya empezaba a notar molestias, pero nada que me impidiera andar o correr. Sin embargo las molestias iban a más y en uno o dos meses apenas podía doblar la rodilla y andar con normalidad. Pasé por diferentes pruebas, mientras yo mismo me consolaba pensado que sería una rotura de menisco, hasta que finalmente me diagnosticaron un osteosarcoma. Me ingresaron rápidamente y las preguntas de los médicos iban cargadas de cierto dramatismo. El menisco parecía importar poco y el tema iba más encauzado a toda mi pierna o a mi propia vida.
Finalmente una biopsia confirmó el cáncer, con el resto de pruebas también se comprobó el alcance; al menos no se había extendido a otras partes de mi cuerpo. Se había instalado ahí, justo en mi rodilla izquierda, ahora había que impedir que se extendiera y para ello se estableció un diagnóstico claro con quimioterapia y cirugía. Casi todos los médicos, no daban un duro por mi pierna, me lo pusieron negro el oncólogo y el traumatólogo que me llevaban. Las sesiones de quimioterapia fueron súper intensas, con una sensación de resaca permanente y un estado de debilidad extremo, pero sólo pensaba en la operación. No se sabía si saldría con pierna o sin pierna, pero paradójicamente cuando estuve más "tranquilo" fue en el momento de entrar a quirófano.
La experiencia fue dura por distintos motivos además de la propia incertidumbre y de que de repente tu vida está en manos de otras personas, totalmente ajenas a ti. Durante todo este proceso personal se dio la circunstancia de que mi madre también cayó enferma; otro dichoso cáncer que también superó con la misma entereza. Ya se sabe, de tal palo, tal astilla. Tuve mucho apoyo, aunque también hay que aprender a cribar los comentarios y apreciaciones que todo el mundo se cree con derecho a hacer sobre cómo te encuentras, cual es el estado anímico, si comes o no y hasta hacer diagnósticos y pronósticos sin base alguna.
Las cosas salieron bien después de la operación, teniendo en cuenta lo que podía haber sido. Mi pierna al menos seguía ahí. Me esperaban eso sí otras tres sesiones de quimioterapia preventiva y el proceso de rehabilitación. Uno de los traumatólogos me decía que tendría que andar con dos bastones, el otro era más optimista o al menos no se pronunciaba tanto. Yo me quedé con la segunda versión, me veía en todo momento andando normalmente y fui riguroso con mis ejercicios. Empecé a nadar y convertí la natación en mi nuevo deporte, porque no cargaba mi rodilla y porque favorecía el desarrollo de la masa muscular. Sigo practicando este deporte que me da energía y mantiene todo mi cuerpo en forma. Sumé a mi esfuerzo personal y tesón en mi proceso de rehabilitación, algunas técnicas de masaje sobre las que me quise formar. Recuerdo que antes de salir de casa hacía ejercicios y me masajeaba, completando así los trabajos iniciales que hice con los fisioterapeutas. Mi recuperación fue muy buena, se llevó incluso a algún congreso médico y también pude ayudar a personas en situaciones parecidas.
Con todo ello, una de las cosas que te da la vida en el hospital, además de la madurez, es el no verte a ti mismo como una victima. De nada sirve preguntarte ¿Por qué a mi? Cuando estás viendo morir a gente igual de joven o quedando en peores circunstancias; ellos/as son los maestros y los verdaderamente fuertes. Me resultaba por todo ello paradójico salir del hospital y tu círculo de amistades afirmaba "¡Qué putada lo que te ha pasado! Yo al menos había salvado la pierna y daba gracias por ello. Me llevé eso sí una lección de vida que me dio algo más que fortaleza, me dio sobre todo capacidad de empatía. Sé perfectamente que no soy el ombligo del mundo. Superar un tumor óseo es duro, sí, pero me queda especialmente claro que detrás de cada mujer o cada hombre siempre hay una gran historia que contar y yo, me quito el sombrero.
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