Necesitamos tocarnos, abrazarnos, besarnos. Estamos familiarizados con el contacto físico con las otras personas. De hecho, el tacto se considera el primer sentido que adquirimos y la piel nuestro órganos sensorial más grande. Un simple abrazo puede llegar a satisfacer una amplia gama de necesidades emocionales y físicas de las que muchas veces no somos conscientes.
El tacto nos ayuda a relajar cuerpo y mente porque cuando nos tocamos producimos más serotonina (aumenta el estado de ánimo) y menos cortisol (la hormona del estrés) y nuestro ritmo cardíaco y nuestra presión sanguínea disminuyen. La necesidad del contacto humano físico, lo que se denomina también "hambre de piel" o "hambre de contacto", nos hacer sentir conectados con nuestros seres queridos. Y las formas de satisfacer esta necesidad pueden variar desde dar una palmadita en la espalda, a saludar con un abrazo o acurrucarse con un alguien muy cercano.
Abrazos que nos ha robado el coronavirus Pero ahora, con la aparición del nuevo coronavirus, los epidemiólogos no dejan de insistir en que es mejor limitar el contacto físico para ayudar a prevenir la enfermedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) enfoca sus directrices a reducir tanto como se pueda el contacto físico con otras personas y a mantenernos al menos a un metro de distancia entre nosotros.
Un nuevo estudio sobre la dinámica de la transmisión y la aplicación de futuras estrategias de distanciamiento social publicado en Science dice ahora que es posible que se necesiten repetidas medidas de distanciamiento social para controlar los niveles de contagios, hospitalizaciones y muertes por Covid-19. Este distanciamiento físico, por tanto, nos ha llevado a modificar nuestros hábitos de relacionarnos.
Pero echamos de menos los abrazos con familiares y amigos, ahora que ya nos podemos ver. ¿Cómo les explicamos a los niños, por ejemplo, que no pueden abrazar a los abuelos cuando hace días que no los han visto y es lo primero que les apetece hacer? Y no sabemos hasta cuándo durará. ¿Cómo podemos sobrellevarlo sin que nos pase una factura emocional?
10 consejos para vivir sin besos ni abrazos Las pantallas han sido estos días nuestra única forma de comunicarnos. Videollamadas, fotos o vídeos han sustituido todo lo demás. Pero conectarse con alguien por Skype o Zoom no es nada comparable con un buen abrazo. Tenemos que aprender una nueva forma de expresar nuestros sentimientos. Los psicólogos de ifeel nos dan algunas claves para enfrentarnos a esta nueva realidad:
Ser conscientes de que es una situación temporal: aunque no sabemos con exactitud cuánto durará todo esto, lo que sí es cierto es que con el tiempo poco a poco nos iremos relajando y las muestras de afecto irán reapareciendo poco a poco sin que ello suponga un riesgo.
Tener capacidad de restringir las muestras de afecto a través del tacto: esta pandemia nos ha enseñado que somos capaces de restringir el afecto físico durante un tiempo, aunque no estemos diseñados para ello.
Aprender de otras culturas: en algunos países como Suecia o Japón la gente se toca menos y mantienen una distancia interpersonal mayor que en otros países como España o Italia. Si nos fijamos en cómo lo hacen, podremos aprender a relacionarnos reduciendo las muestras físicas.
Reforzar el contacto dentro de casa: cuando salimos tenemos que mostrarnos más distantes con la gente de fuera. Pero en casa, con los hijos, por ejemplo, debemos mantener los achuchones, los abrazos y los besos, que posiblemente serán los únicos que reciban.
Explicar a los niños la nueva situación: algunos niños han empezado esta semana o empezarán la semana que viene la escuela. Es muy importante explicarles con claridad, usando un lenguaje fácil para que lo puedan entender, cómo tienen que comportarse y por qué es importante mantener el distanciamiento social.
Aceptar que no nos podemos tocar: en algunos casos, el hecho de no poder tocarnos puede generarnos frustración. Aunque pasemos de fases, y esto signifique que podemos empezar a relacionarnos con los demás, no es sinónimo de que podamos hacerlo como nos gustaría. Podemos empezar por realizar un paseo al aire libre con amigos y tener claro cómo será el encuentro y qué podemos hacer y qué no. Para los psicólogos, "si nos esforzamos en seguir recomendaciones vamos a tardar mucho menos tiempo en llegar a donde queremos".
Mantener el contacto con los de casa y la distancia con los de fuera: en el momento de salir a la calle y reencontrarnos con otras personas, hay que guardar la distancia recomendada. Debemos poner atención y mantener cierta alerta que nos ayuden a no relajarnos. Llevar mascarilla, no abrazar a un amigo que hace tiempo que no vemos, mantener la distancia si estamos en casa de alguien, etc. Todo esto nos ayudará a sobrellevarlo mejor.
Contener los impulsos cariñosos: esto es especialmente importante para las personas que son más proclives a las manifestaciones físicas de afecto porque puede generar incomodidad o molestia, aunque habrá quien no le cueste tanto porque son más distantes.
Buscar alternativas a las pantallas: vernos a través de las pantallas ha sido la principal manera de comunicarnos. Pero, como recuerdan desde ifeel, no es la única. Podemos usar el teléfono, simplemente, intercambiar mensajes o quedar presencialmente manteniendo la distancia. Otra muestra de cariño es hacer un regalo (flores, un libro, comida, etc.), una muestra de afecto que el otro agradecerá. Para los psicólogos, lo importante es que, sea cual sea la vía de comunicación, pongamos un poco de creatividad y seamos realistas.
Centrarse en lo positivo: aunque no poder abrazarse en muchos casos no es fácil, debemos mirar la parte positiva de todo: ya no estamos como hace dos meses, encerrados en casa sin poder salir para nada ni quedar con nadie. Al menos, reconocen los expertos, "podemos vernos en persona". Esta pequeña guía puede servirnos para sobrellevar mejor la falta de contacto, y más si el pronóstico del estudio de Science se cumple y la necesidad de mantener el distanciamiento social podría alargarse hasta dos años, hasta el año 2022, aunque con periodos de más relajación al prever que pueda tratarse de un virus estacional.