La "enfermedad del opositor" o el "sufrimiento silencioso" son algunos de los eufemismos que utilizamos para referirnos a las almorranas o hemorroides, un problema que nos puede abordar a cualquier edad y que se viene para quedarse para siempre más con nosotros, salvo que medie la cirugía cuando sobresalen por el esfínter.
De todos modos, aunque pasen a formar parte de nuestro ser, no tienen porque llamar a nuestra puerta constantemente y solo lo hacen cuando la dieta que seguimos favorece su inflamación y la obstrucción de las heces en el recto. La consecuencia es un dolor que puede llegar a ser atroz cuando el bloqueo anal se inflama y presiona las terminaciones nerviosas del cóccix, dando lugar al síndrome del dolor de suelo pélvico. Ahora bien, si seguimos una dieta correcta, las hemorroides estarán calmadas y nos dejarán en paz, de modo que llegaremos a olvidar su ignominiosa compañía.
¿Qué son las hemorroides? Las hemorroides no son en realmente otra cosa que venas varicosas, varices, que se encuentran rodeando las caras del recto y su tramo final, el ano. En condiciones normales estas venas poseen elasticidad suficiente y válvulas contra el retorno del flujo, que impiden que la sangre se embolse en ellas y, eventualmente, llegue a coagular.
Al igual que en el caso de las varices, hay determinadas casuísticas que hacen que estas venas sufran una dilatación excesiva y pierdan tanto sus válvulas anti-retorno como su elasticidad, por lo que quedarán para siempre dadas de sí y susceptibles de embalsar sangre. Si se inflaman o coagulan, impedirán la expulsión de las heces, que a su vez las presionarán extendiendo dicha presión por toda la zona y dando como resultado el consabido dolor.
Entre las causas de las varices pueden estar el estreñimiento crónico, que obliga a grandes esfuerzos musculares, pero también la diarrea crónica. También hábitos y trabajos que obligan a estar muchas horas sentados -de ahí el "mal del opositor"-, y en el caso de mujeres el embarazo y los esfuerzos del parto. También el tabaquismo o el abuso del alcohol, así como el estrés, pueden tener eventual incidencia en la aparición de este problema.
Pero sin duda el hecho determinante de su doloroso despertar son los alimentos y bebidas que ingerimos, hasta el punto que una misma persona con una determinada dieta puede pasar por un infierno en vida cada vez que siente la pulsión de defecar, pero con otra dieta adecuada quizá nunca hubiera llegado a apercibirse de que padece hemorroides.
Por lo tanto, y ante la llegada de las fiestas navideñas con sus frecuentes abusos gastronómicos y nutricionales, esta diferencia entre el cielo y el abismo pélvico dependerá de que nos moderemos con algunos de los ingredientes tradicionales de la mesa y, en cambio, fomentemos el consumo de otros, generalmente más sanos.
Alimentos a moderar entre los que sufren en silencio
Comida picante: no suele ser muy frecuente aunque a algunas personas les gusta añadir unas gotas de picante a los platos tradicionales. El problema es que a algunas personas les irrita el tracto intestinal y en consecuencia inflama la zona rectal, con lo que las hemorroides se llenan de sangre.
Guisos: no son recomendables por las salsas con grasas animales que conllevan, por la ausencia de fibra, por la sal y por las carnes cuando son de mamífero, es decir rojas. Todos estos ingredientes son contribuyentes netos de los procesos inflamatorios.
El jamón y el lomo: dado el poder inflamatorio del hierro hemo procedente de la mioglobina, es mejor no meterse entre pecho y espalda demasiados cortes de jamón, ni ibérico ni de paletilla, ni tampoco rodajas del lomo de caña.
Turrones y polvorones: son básicamente azúcares y grasas saturadas, que contribuyen al síndrome metabólico, con consecuencias inflamatorias. Si además tienen chocolate, hay que sumar su poder irritante del tracto digestivo. Es decir que esos ni mirarlos de refilón
Frituras: debido a su acción irritante del tracto digestivo, a su ausencia de fibra y a su alta proporción de grasas.
Cocidos: por sí mismos, y en ausencia de otros alimentos perniciosos, los cocidos típicos de España son un plato aceptable siempre que no se abuse de la carne de olla. Ahora bien, si otros alimentos han despertado antes a nuestras amigas, las legumbres del cocido pueden contribuir a la tortura debido a que nos provocarán muchasflatulencias y pedos que hincharán el recto de forma inclemente.
Alcoholes destilados: son uno de los -llamémosles- alimentos que más favorecen el estreñimiento y la inflamación. Así que ni agua del Carmen, ni aromas de Montserrat, ni orujo ni hierbas de Ibiza, ni grapa, ni limoncelo; ni siquiera un sorbito de anís Castellana o whisky Dyc. Mejor una infusión de frutos del bosque.
Alimentos que son buenos para desinflamar Si lo que queremos es calmar a la fiera, nada mejor que todo tipo de alimentos que por un lado hagan que las heces sean anchas y consistentes, de modo que se deslicen por el tracto sin obstrucciones. Para ello vienen bien las frutas y las verduras carnosas, ricas en pectinas que hinchan la hez en la tripa y la mantienen húmeda y viscosa.
Entre otros: melón, piña -aunque hay a quien le irrita-, salvado y por supuesto toda suerte de cereales integrales, aunque sin pasarse con la fibra. También verduras con fibra insoluble son buenas, ya que dan solidez a la hez. En cuanto a carnes, mejor las de ave, como un buen pavo, un capón o una pularda, pero evitando las salsas. Sí son buenos los orejones y las ciruelas pasas, en caso de que vayan en el guiso o bien en la sobremesa.
Por otro lado debemos procurarnos alimentos con propiedades antiinflamatorias, como el tomate, rico en licopeno, las lechuga, la cebolla, las alcachofas, las zanahorias, la calabaza, etc., todo ello regado con aceite de oliva virgen extra. También son un must los frutos secos de la sobremesa, así como las infusiones de corteza de naranja, que contiene hesperidina, el elemento más secreto de los cítricos. Adicionalmente unas sardinas, u otro pescado azul, nunca estarán de más.