Me niego, me afirmo, ¿quién soy? o mejor dicho, ¿quién seré?, una bifurcación tras otra, caminos inciertos, elecciones a ciegas, corazón o mente, quiero o debo, camino sin posada, aventura de la vida. Mi brújula inútil ante tantos nortes.
Todo se derrumba bajo mis pies, se derrumba la ilusión de un suelo firme que nunca hubo, me asusto, nada es seguro, ¿sabré volar?¿acaso habré volado siempre sin saberlo?
Abismo profundo sobre el que nadar, elecciones y consecuencias, hago inventario...es inútil, la experiencia no sirve, sólo la intuición y eso me aterra.
Nada tiene sentido, porque no puedo ver el conjunto, sé que cada pieza está donde debe estar, colocaré la siguiente a ciegas, y aún el error formará parte del acierto, ¿no es una locura?
Y si debo pasar por esto para llegar a lo siguiente, debo ser yo mismo, pero ¿eso qué significa? debo ser el yo balbuceante ante la duda, pues también soy yo, o debo ser mi yo seguro, que avanza firme sin miedo al precipicio. Debo saltar, o espero en la frontera que todo pase sin mi intervención. No quiero ser el responsable, que cargue otro con el error. Pero si no hay error posible, ¿debo permitir que otro tome la decisión por mi?¿acaso no sería esa también mi decisión?
Soy escalofriantemente libre. Contemplo con pavor mi libertad, un universo de infinitas posibilidades ante mi, algunas terribles, otras maravillosas, todas desconocidas. Si ya ahora me arrepiento de tantas cosas, ¿cuantas más añadiré a mi lista hasta el final del camino? Da vértigo, solo un puntito en la inmensidad y sin embargo con tan inmenso e insignificante poder de crear o destruir su propio mundo.
También podría refugiarme en la corriente que me arrastra, seguir su ritmo, hacer lo que se espera de mi, intentar no defraudar a nadie, negarme, ser uno más, no pensar en ello, dejarme hipnotizar por la avalancha y adaptarme a ello, no despertar jamás. Puede que sea esa otra felicidad, menos arriesgada, menos dañina, menos real.
Aunque si no sé donde voy, ¿qué más da cuál sea el siguiente paso? Quizás todos sean el paso correcto para el conjunto, quizás no puedo dejar de ser yo mismo, haga lo que haga. Un insoportable yo mismo sin elección. Es terrible, oprimente...condenado a ser yo sin posibilidad alternativa. Ese yo que define y se define por todo lo que soy, hago y pienso, sin huida , no hay salida, solo ser yo o no ser...con todas mis incongruencias, esas que me hacen ser yo, sufro, me emociono, es una maravilla irresistible.
Si no hay camino de vuelta ni alternativa, si voy a ser mi verdadero yo en todos los casos, si mi próxima elección va a ser la necesaria para un objetivo más grande aunque ahora parezca un error, mi muerte está tan cerca que ya nada me perturba más que mi propia existencia.
Esa vibración dentro de mi, esa vida latiendo, trascendencia fuera de mi consciencia, sabiduría sentida, pero no entendida. Calma, ya no hay lucha ni tensión, si miedo, pero un miedo reposado, como la superficie de un lago, un miedo que refleja todo lo que le envuelve, un miedo fascinado, absorto, atento al devenir de lo imprevisto. Puede que no sea ni tan siquiera miedo, puede que sea tan solo silencio espectante, ansias de lo siguiente, curiosidad infantil, travesura.
Si ya no hay lucha, si puedo elegir mis errores en paz, si puedo aprender de cada lección, ya no hay miedo, ya no hay nada. Tan solo un testigo, la sabiduría observando la vida con interés, sin pretender en vano no ser lo que uno es, como mucho, ser más consciente de eso, pero como un niño atisbando los misterios que le fascinan, sin pretender entenderlo todo, tan solo presencia. Eso es, tan solo presencia consciente.
Si cada paso confunde a mi mente, dejaré que mi corazón elija, dejaré que él, que ve más allá de mi intelecto, ponga el siguiente paso de su obra maestra sin mi interferencia ni la de nadie más.
Como canta Soledad Pastorutti, voy a ir detrás de lo que siento, cada día muero , pero hoy no.
Jordi Reviriego.