Los valles, las montañas siguen ahí, con su belleza oculta en estos momentos entre las sombras de las ruinas, pero muchos de sus habitantes no, ya no están. Hablo de personas hospitalarias, limpias, de esas pocas que te regalan una sonrisa que te llegana lo más profundo del alma, que te lo dan todo sin pedir nada a cambio, que te regalan lecciones de vida, de pura vida. Ahora no sonríen pero volverán a hacerlo porque ellos son así, maestros resilentes, maestros de la felicidad, de la humildad, de la hospitalidad.
Hablo de Nepal, de un lugar, de unas gentes, que te enseñan que se puede ser feliz sin tener nada, aunque quizás somos nosotros los que no tenemos tanto como creemos.
Ahora nos toca a nosotros, toca cargar la mochila de esperanza para alcanzar un nuevo sueño; la reconstrucción de Nepal y la de la vida de sus gentes. Será duro, llevará tiempo, pero alcanzaremos esta cima, como hemos alcanzado antes otras, aunque ésta sea la más difícil.
Aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento.
Aún hay fuego en nuestras almas, aún hay vida en nuestros sueños.
Nepal sé fuerte, Nepal no estás solo.
Escalando recuerdos
he llegado a la cima de la nada?
y nada he encontrado.
Desorientado sin tu guía,
cansado de tanto tiempo perdido,
me detengo a observar el camino…
Me cuestiono ¿por qué tantas preguntas?,
pero mis respuestas se desvanecen…
¿Será la niebla?, me justifico,
La niebla que todo lo confunde…
O será que desde aquí,
desde la cúspide de esta soledad
el gris de los colores
dibuja pacientemente tu retrato
recordándome que el nunca es para siempre
y que el jamás solo se refiere a un recuerdo,
a tu recuerdo, imposible de olvidar…
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