¿Cada cierto tiempo te entra un poco de culpa por no hacer nada de ejercicio?
¿Te planteas a veces que tu relación de amor con el sofá no te aporta nada positivo?
¿Acabas respondiendo a todas estas preguntas con un honesto pero silencioso "es que no me gusta hacer ejercicio"?
Entonces este post ha sido cocinado sobre todo para ti.
¿Por qué no estás motivado para hacer ejercicio?
Estoy bastante segura de que alguna vez has tenido una de esas conversaciones donde alguien dice que le encanta hacer ejercicio, que no puede pasar sin hacerlo aunque sea unas cuantas veces por semana mientras que otra persona dice que hacer ejercicio le cuesta un esfuerzo increíble.
Yo sí. Yo soy de las del primer grupo. Es más, si me paso más de dos días sin hacer algo de ejercicio me empiezo a sentir triste, de mal humor y con una especie de bajón de energía, lo cual es normal teniendo en cuenta que hacer ejercicio es una manera científicamente efectiva de aumentar nuestros niveles de energía.
Pero entonces me digo, si esto me pasa a mí también le pasará a otras personas, ¿no? Pues no siempre.
¿Cuál es la diferencia entre los que necesitamos hacer ejercicio a diario y los que les supone un sacrificio?
Pues esta misma pregunta es la que se hicieron unos científicos de la universidad de Missouri en Columbia, así que decidieron estudiar las diferencias fenotípicas y moleculares entre ratas que voluntariamente corrían largas distancias en sus ruedas y ratas que no corrían.
Durante mucho tiempo, los científicos han tenido la sospecha de que la motivación o la falta de ella para hacer ejercicio se debe a factores genéticos. Así, cuando han comparado los patrones de comportamiento ante el ejercicio entre miembros de una familia y sobre todo, entren gemelos, han descubierto que suelen darse patrones muy similares. Por ejemplo, familiares a los que no les gusta nada hacer deporte o por el contrario que les encanta. Y el resultado es que se daban patrones similares incluso cuando se habían criado en entornos muy diferentes.
Por tanto se podría arrojar como conclusión que la motivación o la absoluta falta de ella para hacer ejercicio viene determinada genéticamente, es decir, se hereda. Pero...
¿Hasta qué punto pueden los genes determinar nuestras ganas de ponernos las zapatillas de deporte y salir a sudar la camiseta?
Pregunta muy difícil de responder porque no se pueden separar los efectos de la genética y del entorno.
Por eso, los investigadores se centraron en los dos factores que de forma general parecen ser los claros determinantes de la tendencia a hacer ejercicio.
1. El estado físico
Las personas y animales con problemas de sobrepeso, enfermedad, baja condición o tonicidad muscular o cualquier otro impedimento físico, suelen mostrar una tendencia al sedentarismo. Se podría resumir como: si moverse es difícil, no te muevas.
Sin embargo, al comprar los cuerpos de aquellas ratas nacidas de padres que corrían largas distancias en sus ruedas, con las de aquellas nacidas de ratas que no corrían, no se observaron diferencias físicas importantes. Las del segundo grupo eran un poco más pesadas, pero en general, el porcentaje de grasa y músculo era similar y la salud y el apetito también.
Por tanto, quedaba claro que las diferencias físicas no eran un factor determinante de los patrones de comportamiento sobre el ejercicio.
2. El factor psicológico
Evidentemente hacer una comparación entre los aspectos psicológicos de una rata y un ser humano puede ser cuanto menos, complicado. Pero lo que sí quedó claro durante el experimento es que las ratas que corrían disfrutaban con ello, mientras que las que no corrían era porque lo evitaban a toda costa, como si sufriesen con ello.
Esta vez los científicos compararon la actividad cerebral de ambos grupos de ratas y se dieron cuenta de que había docenas de genes que diferían entren un grupo y otro.
Así que en parte, la decisión de las ratas para correr o no hacerlo, estaba siendo determinada en parte por sus genes.
¿Y qué significa esto para nosotros?
Pues como comenta uno de los científicos involucrados en este experimento, el profesor Frank Booth, parece ser que nuestra motivación está determinada en cierto modo por nuestro genes.
Pero ojo, esto no quiere decir que sea algo inmutable, ya que como hemos dicho antes, es difícil separar los efectos de la genética y del entorno, por eso siempre ten presente que tú tienes la última palabra.
Más bien hay que interpretarlo y usarlo como una fuente extra de motivación. Si sabes que en tu familia no hay una tendencia a hacer ejercicio, simplemente no dejes que tus genes te limiten y toma las riendas de tu vida.
Así que para no dejar que esos genes te limiten, te dejo:
7 ideas para impulsar tu motivación
1. Leer historias y ver fotos de gente que ha cambiado su vida gracias al ejercicio
A pesar de que a mí no me hace falta nada para motivarme para hacer ejercicio, ver fotos y leer historias de personas que han decidido tomar las riendas de su vida y ponerse en forma, me encanta. Me parece de lo más inspirador.
Maselans_fit_world
En Internet y sobre todo en redes sociales como Instagram puedes encontrar miles de historias admirables.
Pero si hay un vídeo que me parece el colmo de la motivación sobre cómo el ejercicio puede cambiar nuestra vida para mejor contradiciendo incluso a los dictámenes de nuestros genes, es el caso de Ramón Arroyo.
No te lo pierdas porque es una de las historias de superación y lucha más bonitas que vas a ver.
2. Dedicarte tiempo para ti
Hacer ejercicio es un momento perfecto para dedicártelo a ti mismo. Después de todo el día trabajando y atendiendo a mil cosas, dedicarme un tiempo a mi misma es un lujo que no deberías negarte.
3. Tu ropa
Como ya hemos hablado alguna vez, guiarte por tu báscula no sirve de mucho cuando se trata de ponerte en forma, pero la ropa es un buen indicador. Poder entrar en esos pantalones que hace mucho que no te cabían seguro que es un subidón y, por supuesto, un ahorro.
4. Hacer algo que antes no podías hacer
Una de las cosas que más me motivan a mí es lograr hacer algo que no era capaz de hacer. Por ejemplo, nuevas asanas de yoga, mantenerme haciendo el pino durante más de un minuto o hacer dominadas sin ayuda son algunos retos que he superado en los últimos meses.
5. Recompensas
Recompénsate cuando cumplas con el horario semanal de ejercicio que te hayas marcado porque, seamos honestos, a todos nos gusta que nos premien.
6. Ser más inteligente
Recuerda que el ejercicio físico es una forma muy buena de estimular tu cerebro y de desarrollar tus capacidades cognitivas.
7. Compartir tiempo con tus hijos mientras que los ayudas a tener éxito académico
Hacer ejercicio con tus hijos no solo hará que vuestros lazos se estrechen, sino también estarás ayudándolo a aumentar sus posibilidades de éxito académico y como hemos dicho antes, su inteligencia.
Ahora ya sabes que tal vez tu falta de ganas para hacer ejercicio vengan en cierto modo influidas por tus antecedentes familiares, ¿vas a dejar que eso te determine o prefieres decidir tú?
Mis padres nunca han sido de hacer ejercicio y tanto mi hermano como yo hemos cambiado esa dinámica. Así que tú también puedes hacerlo.
Un abrazo fuerte!
Ana
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Fotografía: Erika