¿Aceptamos bien el paso de los años? O, más bien nos produce miedo e inquietud. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar la edad? ¿Estamos preparados para envejecer, lo asumimos con respeto, satisfacción y buena salud?
Estas preguntas y reflexiones aparecen a medida que vamos cumpliendo años.
El miedo a envejecer está asociado con otros temores relacionados con el transcurso del tiempo y al mismo tiempo conduce al diálogo interior en torno a la finitud de la vida.
Detrás de esas preguntas, en torno al miedo a envejecer, encontramos una serie de causas asociadas a ese temor que nos hacen vivir con preocupación. Esas causas se refieren a aspectos como la soledad, que nos lleva a experimentar de una forma más vívida los recuerdos de personas que hemos ido dejando en el camino porque han fallecido. El desconocimiento, miedo a no saber cómo viven esta etapa las personas mayores, qué sienten, cómo interiorizan los cambios de la edad y cómo asumen las pérdidas que se producen a lo largo de su vida. Mucho tiempo vivido, menos por vivir. La mirada hacia atrás y ver el largo camino de lo vivido y lo corto que parece ahora ese camino que queda por vivir produce, cuanto menos, inquietud.
El envejecimiento físico y psíquico, en una cultura como la nuestra, donde la juventud y la belleza física son sinónimos de salud y éxito social, la vejez significa quedarse fuera, pasar al último vagón, donde lo que se espera, es seguir consumiendo productos anti-edad creados para mantenernos eternamente jóvenes, vigorosos, sin dolores, sin arrugas y sin canas.
Otro gran temor es la pérdida de autonomía e independencia que puede producirse a partir de un empeoramiento de la salud y que comporta la necesidad de apoyos y cuidados externos para realizar las tareas personales y cotidianas. La incertidumbre de no saber si enfermaremos y qué se experimenta al final de la vida.
Nuestra sociedad no ayuda a despejar esas dudas, nuestra sociedad no concede el protagonismo merecido a las personas mayores que son, sin duda, dignas de admiración. Lamentablemente también nos encontramos mitos y estereotipos asociados a la vejez que hacen que veamos la vejez como una etapa de la vida muy negativa y nos impulsa a resistirnos a afrontar los años con lo bueno y lo malo que conlleva. El instinto de supervivencia y el miedo a morir son dos motivos que pesan mucho. Ver que cada año cumplido nos acerca más al final, no siempre es algo bien recibido.
Pacientes de distintas edades llegan a la consulta con ese miedo a envejecer. Invariablemente ese miedo esconde muchos de los aspectos descritos, sobre todo el desconocimiento. Tendemos a mirar lo viejo como obsoleto, como algo que está desvalorizado. Es importante tener en cuenta que la forma cómo concebimos la vejez depende mucho de cómo afrontemos esta etapa de la vida, porque la vida no se acaba cuando envejecemos, ni mucho menos. La vejez es un periodo propicio para desarrollar proyectos y alcanzar metas igual que en otras etapas de la vida.
La sociedad y nosotros como parte de ella, tenemos una visión sesgada acerca de lo que implica envejecer, por lo que es muy importante educar a la población acerca de la vejez. Y como sociedad se debe cambiar de pensamiento, es decir, las personas mayores no deben verse como un estorbo, al contrario, pueden ser grandes educadores de los que vienen detrás. Se debe enfocar el envejecimiento como si fuera un proyecto de vida, donde la persona se prepara para iniciar una nueva etapa, con sus aspectos positivos y negativos pero comprometiéndose con el hecho de que es para vivir y disfrutar plenamente. Entender también que las condiciones, en especial las de salud, son muy variables de una persona a otra, por lo que etiquetar no ayuda en nada.
Las etiquetas psíquicas de las personas mayores se han reflejado tradicionalmente en etiquetas poco demostrables científicamente y se han basado en prejuicios. Y muchos de los mitos y chistes que se producen en nuestras conversaciones, pese a la evidencia científica que demuestran lo contrario, se siguen dando, con el agravante de afectar negativamente a las personas de avanzada edad cuyas expectativas y percepciones se ven condicionadas por estas informaciones sesgadas hasta el punto que pueden llegar a convertirse en “profecías autocumplidas”.
¿Qué actitudes nos ayudarán a estar mejor preparados para afrontar esta etapa de nuestra vida? Indudablemente no temer envejecer, comprendiendo bien el proceso, sabiendo que habrá cambios como en cualquier otra etapa de nuestra vida, cambios físicos y emocionales.
Todo comienza por la actitud, apostemos por un envejecimiento independiente, activo y saludable, recordemos, asimismo, que aceptar la edad no significa resignarse sin más.
En una ocasión pregunté a un familiar de 74 años si le daba miedo envejecer. Me miró pensativo y sonrió. Su respuesta fue que no era exactamente miedo lo que sentía, sino desmotivación de saber que uno pierde ciertas facultades, que a la gente no le gusta compartir con los viejos, que disminuye la chispa y se agota la gracia, que hay un estancamiento mental y disminuye el interés por desarrollar proyectos que impliquen esfuerzos, que se nota a cada año el debilitamiento físico y que las experiencias negativas lo vuelven a uno reservado y prudente.
Al ver mi expresión triste enseguida añadió: “pero lo que me anima es disfrutar plenamente de los nietos, de poder celebrar acontecimientos con los hijos, reunir la familia y poder organizar esos encuentros. Charlar con los amigos, jugar al billar, caminar, aprender inglés y nuevas tecnologías, de las que me siento orgulloso cuando alguno de mis hijos suelta: ¿anda papa y tú cómo sabes hacer eso?, procuro no perder el sentido del humor y no ser repetitivo, que parece que eso cansa a la juventud.”
Su respuesta fue toda una lección de vida y comprendí que la sabiduría y la experiencia son un valor a tener en cuenta. Envejecer es un privilegio que no han tenido aquellas personas que han fallecido a una edad menos avanzada. La sabiduría es el gran patrimonio de las personas mayores, cuentan con el capital de la experiencia como base para el establecimiento de reflexiones, conclusiones y consejos acertados. Cumplir años no siempre significa envejecer a nivel de actitud. Hay cada vez más personas que descubren que, pese al cambio físico que les muestra el espejo, siguen poseyendo un espíritu joven.
En cuanto al tiempo, podemos constatar que la felicidad no se mide sólo por la cantidad de tiempo sino por la cualidad del mismo, eso es, por la calidad de las vivencias experimentadas. Aceptar el ciclo natural, no con resignación, sino con plena conciencia, cuidarse tanto mental como físicamente y tener un propósito de vida, va a contribuir a pasar por la vejez con buen estado de ánimo, alejar las preocupaciones, ahuyentar la depresión y no permitir que nos centremos en los achaques.
Cambiar la forma de enfocar la vida, que causa el miedo a envejecer, favorecerá que hasta el último día se disfrute con satisfacción y alegría de la misma y eso revertirá a todos los seres queridos, que al mismo tiempo desearán compartir momentos de felicidad generándose un círculo que se retroalimenta.
Darse cuenta del tiempo que pasa se convierte, por tanto, en un detonante para iniciar un cambio de vida. Hay que aprender que nunca dejamos de ser niños, jóvenes y adultos, sino que en nuestra línea de la vida hemos ido aprendiendo, nos han acompañado y ayudado, a su vez, hemos acompañado y ayudado y hemos ido llenando nuestra maleta del equipaje que utilizaremos en el recorrido final. Hemos avanzado etapa a etapa, adquiriendo conocimientos, experiencias y sabiduría. A cada paso que hemos dado, el trabajo se ha vuelto más descansado ante nuevas dificultades, hemos adquirido habilidades, convirtiéndonos en auténticos especialistas de la vida. Cumplir años, nos dispone a vivir la vida con diferencia, día a día, mes a mes, año a año, con nuevos aprendizajes, nuevas proyecciones de futuro, más madurez, responsabilidad y paz.
No voy a negar que los años dejan huella tanto en nuestro cuerpo como en nuestra alma. Pero existen muchas cosas que podemos hacer para mantenernos en forma física, mental y espiritualmente. Una actitud positiva va a ser la mejor estrategia. La aceptación y autoestima la llave.
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.