El día en que iba al hospital
¡Ya estoy de vuelta! Pensé que iba a tardar más, pero afortunadamente, ya encontré maña y tiempo para escribir.
Para quienes no sepan, en octubre pasado tuve la dicha de ser mamá otra vez, pero ahora ¡por partida doble! No sabía en la que me metía (y yo decía que me cansaba con una hija ¡ja-ja)
Gracias a Dios, mis pequeños Rut e Isaac, están bien y, yo, muy recuperada. Para haber sido cesárea, no me puedo quejar.
A diferencia de mi embarazo anterior, el primer trimestre me la pasé con náuseas y vomitando ...el segundo trimestre fue el que más disfrutamos, porque aún podía hacer muchas cosas con mi hija. En el tercero, ya al final me cansaba y casi no podía dormir. Peeero hasta el último día, hacía algunas posturas de yoga prenatal y caminaba.
Primera selfie después del embarazo
En general, fue un embarazo sano y sin señales de alerta. Mi panza creció ¡Uff! Más de 110 centímetros. Todo el embarazo fui candidata a parto natural, pero nunca -por obvias razones- dejé de considerar una cesárea. Mi ginecólogo, que es un súper médico, también me dijo que en caso de, sería una cesárea humanizada y así fue.
No me libré de que me abrieran la panza, pero qué no es capaz de hacer una mamá por sus hijos. Además, con todo y todo fue muy "bonita": no fue programada, tuve labor de parto, me acercaron a mis bebés, estuvo mi esposo y pudimos hacer lactancia sin problema.
Todo el primer mes me enfoqué en eso, en alimentarlos y que crecieran bien. ¿Les conté que decidí hacer lactancia materna exclusiva? Ajá, en el pecado llevo la penitencia. Pero ahí vamos y mientras pueda, por mí no quedará.
De las desveladas ni hablo, por suerte no falta mucho para que empiecen a agarrar su ritmo, pues si algo es cierto es que el tiempo pasa volando.
A diferencia de mi primera experiencia, trato de fluir sin exigirme ser la super mamá perfecta (que en ningún lado existe). Lo único que en verdad me ocupa y preocupa es que en casa estemos bien.
Aún así, me doy mis mañas (también) para hornear, porque sino acabaré pobre y gorda de tanto pan y comida que compro. Lo malo es que no lo hago tan frecuente como quiero, pero algo ayudan esas recetas express de mi repertorio que les iré compartiendo.
No, aún no me cae el veinte que ya soy mamá de tres. Siento que el tiempo se detuvo ese día que iba a revisión de mis 36 semanas. Queríamos llegar a la 37, pero mi cuerpo y mis bebés dijeron otra cosa. Yo ya tenía contracciones y ni las sentía (o sea, sí me dolía, pero no tanto) así que ya me quedé en el hospital (bueno, sólo me salí un momento para ir a casa y darle un beso a mi hija).
Así que luego de sentir unas horas más las contracciones, revisar la frecuencia cardiaca de mis bebés y aplicarme la bendiiita anestesia, supe lo que era amar a Dios en una cesárea.
Y no me quejo, porque aunque fue dolorosa y pesada la recuperación (comparada con el parto natural), fue muy bonita, por el simple hecho de que mis hijos nacieron sanitos y bien, a pesar de haber nacido un poco antes de lo esperado.
Hoy, mi vientre tiene una sonrisa hermosa y yo, en mis brazos, a mis más pequeños amores.
Por cierto, luego se los presento. Estoy esperando a que dejen de parecerse a su papá que, ahora sí dejo que los cargue y los cuide cuando es posible