Cuando algo sale mal, solemos atribuirle tal cometido a la suerte, intentando esquivar el grado de responsabilidad, o quizás como medio de autodefensa, implorando que el azar deje de jugar malas pasadas. Son actos de total inconsciencia, en lo que nos refugiamos buscando motivos superficiales del porqué nos sucedieron. Justificando para con nosotros y el resto de la sociedad, las propias incapacidades que nos han puesto en tal o cual lugar.
Racionalizar
Bajo ninguna circunstancia nos atreveríamos a racionalizar nuestros comportamientos y cual holganza, prefiere quedarse a oscuras antes que levantar un pie del sillón, le atribuimos los resultados a la suerte.
Mala predisposición
Tener en si mismo un concepto acotado de lo que podemos ser, o requerir siempre la ayuda del destino nos van encasillando en un marco de criterios poco confiables, y generando un círculo vicioso de situaciones adversas que se van encadenando. Provocando en nosotros una mala predisposición para futuros eventos.
Las malas energías
A su vez debemos cuidarnos de las malas energías, personas que invocan pensamientos negativos para consigo y los demás. Llenándonos de inseguridades que no conducen a ningún lado. Mientras mayor sean nuestros miedos, mayor serán las probabilidades de tropezar.
Llama a los pensamientos positivos
Si bien solemos caer en la simplicidad de culpar a la suerte cuando algo no nos ha salido bien, no es el mismo temple que utilizamos para cuando los hechos nos favorecen. Esto es porque necesitamos valorar el trabajo desempeñado, el esfuerzo que hemos dedicado para conseguir logros que nos satisfagan. Y de eso se trata, de impulsar con nuestros pensamientos positivos acciones en beneficio propio o ajeno, esforzarnos por aquellas metas deseadas, no es sólo llamar a la suerte, es acompañarla con trabajo y optimismo.
La atención y disciplina
Enfocarnos en las metas establecidas, no dispersarnos teniendo un objetivo mas que en claro, hará que dejemos de lado ciertos requisitos de fortuna. Manteniendo la disciplina llenaremos los espacios vacíos, ocuparemos esos huecos que agrandaban las expectativas del azar y poco a poco iremos conformando una base solida, justificada con puros argumentos de trabajo, esfuerzo y dedicación.
La suerte
La suerte queda supeditada a hechos favorables, en circunstancias que no lo son. Dejar librado al azar determinadas cuestiones, no es para nada recomendable, un barco sin timón tiene más chances de estrellarse con un iceberg, que las de llegar a puerto seguro. Si bien existe una mínima posibilidad de que esto ocurra, no posee un sustento lógico dejar que así sea.
La suerte ocurre y ya
No podemos seleccionar el momento en que queremos que se desempeñe. La única potestad que mantenemos sobre la suerte, es minimizar el rango necesario para que esta eventualidad ocurra. Es decir, mientras menos necesitemos de ella, más auspicioso será su resultado.
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