¡Buenos días, Mentxu!
Me apetecía escribirte este correo para explicarte algunas cosas.La primera es que estoy muy contenta de haber superado con éxito otra semana de tratamiento. Exceptuando algún que otro sobrecillo de azúcar en alguna infusión que me he tomado fuera, creo que lo he hecho muy bien y que no bajaré del nueve que ya me pusiste en la anterior evaluación…
Luego te enviaré el registro semanal de mis comidas.
Pero no sólo estoy contenta por eso… ¡Estoy contenta en general!
¡Es increíble!
En sólo un par de semanas que llevamos con tu método, mi estado anímico ha cambiado de una manera espectacular.
A pesar de haberlo oído una y mil veces, nunca imaginé que la relación entre comida y estado anímico fuese tan estrecha.
Y no sólo en el estado anímico, sino en el nivel de energía que noto cómo se va elevando cada día que pasa.
A eso he de añadir una mayor claridad mental e incluso un mayor contacto con mi SER verdadero al que ya no acallo con pastelitos y bollería industrial.
No está siendo fácil, lo reconozco. Pero ni mucho menos tan traumático como yo creía.
Es como si mi cuerpo supiese que esta vez la cosa va en serio. Y además, como sabe que está bien nutrido, no me pide nada más. Como y noto como mi cuerpo se queda satisfecho. Cómo sonríen mis células agradecidas, al fin, del respiro que les doy y por no darles más tóxicos con los que tener que batallar día a día.
Un gramo de buen alimento es para ellas mucho más útil que los millones de calorías inútiles con las que han tenido que lidiar y sobrevivir hasta ahora.
Me gusta mucho esta nueva manera de verme. Como si yo fuese un objeto precioso que ha de cuidarse con el mayor mimo y esmero.
Ya incluso me da igual la pérdida de peso, porque esto ha pasado a ser un acto de amor constante hacia mi persona. Aunque saber que he perdido dos kilos me motiva aún más, pero ahora no es lo principal.
Cuando alguien me ofrece algo (que ahora sé que no es bueno para mi salud) ya no digo:
-No, lo siento, es que NO PUEDO… Sino; -No, lo siento, NO LO QUIERO.
¡Y lo digo de verdad!
NO LO QUIERO. No lo quiero porque sé que bajo ese aspecto maravilloso se esconde un veneno para mi cuerpo. No lo quiero porque no lo necesito.
¡Increíble!
Jamás pensé que escribiría algo así.
No sé de dónde ha surgido esta claridad mental. Esta consciencia corporal…
Otra de las cosas que estoy pensando mucho estos días es en lo maravilloso que sería que todos conociésemos este método alimenticio. En que debería ser algo obligatorio en las escuelas conocer el efecto que los alimentos causan en nuestro cuerpo y poder decidir conscientemente con qué queremos alimentarnos.
Uno de los proyectos que me pusiste esta semana era saber a qué me quería dedicar.
Y creo que ya lo he descubierto.
Quiero enseñar a las personas a alimentarse bien.
Quiero poder hacerles entender que la alimentación es la base de todo y que todo es más fácil si nuestro cuerpo está sano y saludable.
Mira, no sé si te conté que yo hago meditación transcendental, hago yoga, chi-kung… que asisto a charlas sobre superación personal, metafísica, Reiki, religión, educación emocional (de hecho, estoy habilitada para hacer cursos sobre gestión emocional) pero nunca, NUNCA, me había sentido más cerca de mí ni más espiritual que en estas semanas.
¿Cómo demonios vas a abrir canales energéticos si los tienes todos atrofiados por la comida basura?
¿Cómo pretendes ver más allá, si no estás cuidando lo “más acá” y no hay nada más acá que tu cuerpo?
¿Cómo vas a mostrar el gran AMOR que en el fondo eres, si no eres capaz de darte el AMOR más primordial que es el amor a ti mismo?
Otra cosa que he descubierto en esta semana es que voy a ser capaz de mantener esta manera de cuidarme y de vivir para siempre (bueno, sé que haré algún pecadillo de tanto en tanto, pero ya me entiendes).
He interiorizado que realmente PUEDO y que QUIERO hacerlo.
Que todos esos alimentos que parecían tan importantes para mí en realidad no lo son. Toda vez que yo esté haciendo mi trabajo emocional y deje de enmascarar emociones bajo toneladas de azúcar, esos alimentos ya no son necesarios.
¡Es que ni siquiera el cuerpo me lo pide!
Es como si mi cuerpo me dijese: ¿Y para qué te los voy a pedir? Estoy bien cuidado, estoy bien nutrido, tengo todos los nutrientes necesarios para mi correcto funcionamiento, ¿Para qué te voy a pedir comida basura?
¡Es maravilloso!
Incluso me sorprendo cuando te escribo esto, porque nunca pensé que podría llegar a hacerlo.
¡Y eso sólo en las dos primeras semanas!
Supongo que esto debe ser el subidón eufórico de las primeras semanas, aunque espero que no se me pase y poder mantenerme así de bien.
¿Sabes una cosa?
¿Recuerdas que me diste permiso para quejarme durante una hora al día?
¡Pues no me ha hecho falta en absoluto! Es increíble… Toda vez que me diste permiso para quejarme, para reconocerme imperfecta, para flaquear, para fallar… para no tener que ser siempre perfecta, ha sido tal la liberación, que no me ha hecho falta quejarme.
Es como si mi mente, ahora que sabe que puede hacerlo, en realidad no lo necesitase.
Lo único que estaba haciendo antes era rebelarse contra el hecho de no poder hacerlo, pero ha bastado que tú me dieses permiso para hacerlo, para no necesitarlo.
¡Qué liberador!
Aunque me parece un gran ejercicio y lo voy a seguir teniendo presente por si lo necesito.
Pero, de momento, esta semana estoy tan contenta por los avances que he visto que no lo he necesitado.
Como tú decías en el prólogo de tu libro, me siento liberada. Liberada de la tiranía que suponía para mí la comida y sus efectos. Ha disminuido, al menos de momento, la ansiedad que antes tenía por el dulce y la comida basura y ahora comer es algo diferente.
Ahora como cuando he de hacerlo y de la manera en que yo decido hacerlo.
Algún que otro día, la pereza (o un desajuste de horarios) ha intentado sabotearme y me han venido pensamientos del tipo: ¡Bah, hazte un bocadillo o cualquier cosa rápida!, pero no, he conseguido superarlos y si tenía mucha hambre, me he comido algunas almendras o una fruta, mientras me preparaba la comida que me correspondía.
Otra de las cosas que he tenido que interiorizar es que cuidarme de esta manera va a requerir un poco más de tiempo de mi parte. He pasado de no tener que ir a hacer la compra ni apenas cocinar (porque como recordarás, comía en casa de mi madre) a tener que buscar el tiempo para programar la lista y hacer la compra semanal y también paso más tiempo en la cocina. He de tener en cuenta que algunas recetas son más elaboradas y van a necesitar media hora o más de elaboración y que algunos ingredientes, como las azukis, necesitan quedarse en remojo la noche anterior. Pero bueno, de momento, no tengo nada mejor que hacer y el resultado me gusta.
Creo que ya te comenté la agradable sorpresa el día que hice calabacín rehogado en aceite de coco (¡una delícia que ni se me hubiese pasado a mí por la cabeza) y el otro día también me sorprendí gratamente al probar la calabaza a la plancha… Hummmmm…
Es impresionante el desconocimiento en el que vivía… Me refiero a que hay muchos alimentos en el mundo para hacer que una dieta vegetariana además de sana sea exquisita.
¡Por no hablar de tus salsas!
Todo este extenso mail (perdón, ya sabes que me encanta hablar y escribir) podría resumirse en que voy encontrando el AMOR hacia mi persona y esta es una buena manera de demostrármelo.
Si no soy capaz de amarme en lo más básico, ¿Cómo me voy a amar en temas más importantes?
En fin, pues eso… ¡Que ha sido una semana la mar de esclarecedora!
Bueno, pues aquí lo dejo.
¡Hasta nuestra sesión del próximo miércoles!
Besabrazos.
Lola Ruiz Orozco