En nuestro modelo de sociedad y amor los celos, son algo común. Podríamos decir que incluso algunas personas lo consideran como romanticismo. El pensamiento se traduce en: “Sí me quiere tendrá que ser celoso, así demostrará que me desea”.
Por desgracia este pensamiento ha olvidado la reflexión tan famosa que buda pronunció una vez:
Cuando queremos una flor, la arrancamos para llevarla con nosotros, nos sentimos con el derecho de poseerla; en cambio, cuando realmente sientes amor por aquella planta, te preocupas por mantenerla en buen estado, la riegas y cuidas todos los días con el fin de hacer de su vida algo más duradero a partir de tus buenas acciones hacia ella.
Sin embargo psicológicamente los celos producen este efecto de poseer a toda costa. Y cuanto más poseemos a alguien a su vez más nos confirmamos nuestro propio miedo a perderlo. El miedo al final se volverá una profecía autocumplida.
Cuanto más intentamos poseer, más lo alejamos de nosotros. Se produce esta curiosa paradoja. Cuanto más te encierro para mí en mi castillo de celos, más ganas produzco en ti de querer escapar. Esto suele ser un círculo vicioso que se muerde la cola.
Teniendo en cuenta todo esto surge la gran pregunta: ¿Cómo nacen los celos? Los celos en sí nacen de la incapacidad de confiar en el otro, y por el miedo excesivo de perder a la pareja.
Entre diversos estudios se ha llegado a la conclusión que los celos se producen por:
Tener ideas irracionales sobre el amor o sobre las personas; la típica frase de todos y todas son iguales.
Haber vivido situaciones de traición.
Tener una mala autoestima que nos lleva a sentirnos inferiores al resto.
Tener una idea del amor demasiado tradicional; donde la mujer es la pertenencia del hombre.
Ser una persona emocionalmente dependiente
Haber vivido traumas relacionados con la perdida y el abandono.
Haber tenido un modelo familiar basado en los celos y la dependencia.
En general la desconfianza es la columna clave que aguanta y sostiene todas las conductas celosas. Sí no conseguimos derribar esta columna probablemente todas nuestras relaciones acaben siendo asfixiantes.
Ahora bien se puede producir la gran pregunta: ¿Que son celos “normales” y “patológicos”?
Los celos normales son aquellos que se producen en situaciones limitadas. Aparecen en momentos que pueden estar justificados y no acaban arruinando el día, ni generando un patrón obsesivo. Son celos más internos, no aparecen las típicas conductas de preguntar en exceso o investigar sobre la pareja. No le crean a la persona inestabilidad psicológica, ni ansiedad, ni rabia. Por lo general se solucionan con una simple conversación o abrazo.
Los celos patológicos son aquellos que crean una fuerte inestabilidad psicológica en la persona. Esta inestabilidad los lleva a descargar sentimientos de rabia contra su pareja. Suelen ser reiterados y aparecer conductas continuas de comprobación, espionaje o interrogaciones a la pareja. Cuando estos aparecen hacen que la persona deje de disfrutar del momento presente. Además este tipo de celos se suelen generalizar al día a día.
Al final estos celos se vuelven una terrible tortura para la propia persona que los ejerce y para su pareja, entonces…. ¿Cómo superar los celos?
Se debe poner a régimen los celos: Cada vez que la persona celosa pregunte algo no se debe contestar; cada contestación es alimentar sus celos.
Desviar la rabia y la frustración: En un primer momento habrá que desviar esas emociones hacia un objeto, hacia una situación u la escritura; seguir haciéndolo hacia la pareja fomenta el malestar.
Hacer comprobaciones únicamente puntuales y metódicas: Estas comprobaciones de forma voluntaria van dando seguridad (No cuando el celoso lo decida). Por ejemplo: Todos los martes, hacer el día de los celos y preguntar todo sobre ese tema hasta el agotamiento (efecto paradójico).
Trabajo personal: Indagar con un experto de donde vienen esos celos, cómo funcionan y empezar a trabajarlos.
Todos los celos que se siguen manteniendo acaban en un patrón mayor, por lo tanto cuanto antes se empiecen a erradicarse será mejor. Al principio puede costar realizar estas indicaciones, pero todo camino a la cima es duro.
Al final todo esfuerzo tiene su recompensa, y sí no ponemos a régimen los celos, los mismos nos acabaran devorando a nosotros y a nuestra vida.
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