Todos conocemos a personas que se quejan de manera habitual. Se quejan de su trabajo, de su pareja, de sus hijos, del último incidente que han tenido con su vecino, de lo mal que va el mundo... y la lista podría continuar. Están convencidas de que todo el mundo se ha confabulado contra ellas y que son víctimas de una especie de “complot” que no les permite ser felices.
Cuando las escuchamos nos sentimos abrumados, es como si nos quitaran la energía, les damos consejos que caen en saco roto porque siempre encuentran un pero o una excusa: “no servirá para nada,...” “tú no me entiendes, no te pones en mi situación... no te puedes llegar ni a imaginar lo mal que lo estoy pasando”. De esta manera, no introducen ningún cambio en sus vidas y siguen con su rol de víctima. Y nosotros, impotentes, vemos su sufrimiento y nos preguntamos por qué no hacen nada para salir de ese círculo vicioso de queja constante en el que están inmersas.
La respuesta a esa pregunta reside en los innumerables beneficios psicológicos de la queja. Te voy a enumerar unos cuantos:
Los beneficios psicológicos de la queja
No tienen que responsabilizarse de sus decisiones y de sus actos.
Adoptan un papel de víctima, culpando a los demás de todo lo que les pasa.
No tienen que tomar decisiones.
No tienen que pasar a la acción.
Es una manera de no enfrentarse a sus miedos e inseguridades.
Se mantienen en su zona de confort y tienen una falsa sensación de seguridad.
Buscan a alguna persona que les haga de “salvadora”, alguien que las escuche, que les preste atención, que se encargue de facilitarles la vida,... creando relaciones de dependencia.
No tienen que esforzarse para mejorar como personas.
Postergan sus obligaciones.
Y un largo etcétera...
En resumen, son personas que no están dispuestas a crecer.
Desde el Análisis Transaccional, decimos que se mantienen y actúan desde su Estado del Yo Niño sumiso, buscando personas que las cuiden desde un Estado del Yo Padre Nutritivo y manteniéndose en su papel de víctimas. Cualquier persona que se les acerque intentando ayudarlas desde un Estado del Yo Adulto, confrontándolas con su realidad, serán vistas como un enemigos pues interpretarán que amenaza su guión de vida y llevarán a cabo todo tipo de juegos psicológicos y chantajes emocionales para alejarla y así reforzar su creencia de que todo el mundo es una amenaza y les quiere hacer daño.
¿Hay distintos tipos de queja?
La respuesta es afirmativa. En el apartado anterior me he referido a un tipo de queja, a la que podríamos calificar como la queja tóxica porque es una queja improductiva que no pretende cambiar nada ni solucionar el motivo de la queja en sí.
La queja tóxica
Como ya he dicho, su finalidad última es reafirmar a la persona en su papel de víctima y retroalimentar su creencia de que “todo el mundo tiene la culpa de cuanto le sucede”. Y el beneficio psicológico que obtiene la persona es no responsabilizarse de su propia vida y no crecer como persona.
Se trata de personas con una baja autoestima, con mucha inseguridad y miedos, que no son capaces de tomar las riendas de su vida. Aunque es innegable que lo pasan mal y que sufren, es tal el miedo que les provoca el enfrentarse a sus propios conflictos internos, que “prefieren” seguir así y no dar un paso al frente. Se aferran al dicho de “más vale malo conocido que bueno por conocer” y mantienen relaciones tóxicas de dependencia. Mientras encuentren a personas que estén dispuestas a jugar a su juego, no harán nada para cambiar.
La queja productiva o resolutiva
Evidentemente hay otro tipo de queja que podemos llamar queja productiva o resolutiva cuya función es poner de manifiesto la situación que nos molesta o incomoda e incluso, desahogarnos y descargar nuestras emociones para poder, desde una postura más serena, analizar el problema y decidir qué podemos hacer para solucionarlo o qué aspectos de nosotros mismos tenemos que cambiar.
En este tipo de queja, la situación la gestiona el Estado del Yo Adulto de la persona que permite al Estado del Yo Niño expresar sus emociones, bien sean de rabia, de frustración, de enfado, de tristeza,... para acto seguido, sopesar las decisiones a tomar. En todo momento, la persona se centra no en buscar culpables, sino en buscar soluciones, haciéndose responsable de lo que le está sucediendo.
En la queja productiva también tenemos beneficios psicológicos como son:
el aprendizaje,
el crecimiento como personas,
reforzar nuestra autoestima y autoconfianza al sentirnos capaces de tomar decisiones y de solucionar nuestros problemas,
el empoderamiento y evidentemente la satisfacción de haber resuelto la situación o el aprendizaje que conlleva el aceptar que no todo depende de nosotros (en el supuesto de que sea alguna cuestión que no podamos solventar).
¿Qué podemos hacer ante la queja tóxica?
Cuando nos encontramos personas que se quejan constantemente y nos damos cuenta de que realmente no quieren nuestra ayuda, los pasos a seguir son:
Mantenernos en nuestro Estado del Yo Adulto para no caer en sus juegos psicológicos ni en sus chantajes emocionales.
No sentirnos culpables ni responsables de sus vidas. Tengamos muy presente que la persona intentará hacernos sentir mal para precisamente reforzarse en su victimismo.
Hacerles preguntas para confrontarlas con su realidad.
No caer en la tentación de solucionarles todos sus problemas.
Mantener una cierta distancia emocional para protegernos.
Ser conscientes de que tienen un problema de autoestima e inseguridad y no tomarnos sus ataques como algo personal.
Sugerirles la posibilidad de buscar ayuda profesional.
La queja constante tóxica e improductiva es un síntoma de que la persona tiene problemas para manejar su vida. Podemos considerarla una llamada de atención para que nos ocupemos de ella y la protejamos. Pero esta actitud no la ayuda sino que la perpetúa en su victimismo y en su profundo malestar.
Lo más sano a nivel emocional, tanto para nosotros mismos como para ella, es acompañarla desde nuestro Estado del Yo Adulto, sin caer en sus manipulaciones, ayudándola a ver otra manera de interpretar su realidad, invitándola a salir de su zona de confort y a superar pequeños retos para que así vaya ganando confianza en sí misma. Y recordemos que:
Si, a pesar de todo ello, la persona no se deja ayudar, es su decisión porque cada uno debe hacerse responsable de su propia vida.
En estos casos, lo mejor es buscar ayuda profesional.
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.