¡Deshazte de estos malos vicios! Lo agradecerás.
1. Posponer
-Martes:
A: ¿Vendrás a la fiesta del sábado?
B: Bueno, no sé si podré, ya os digo algo estos días
-Jueves:
A: Dime si vendrás que tenemos que saber cuántos seremos
B. Depende de cómo vaya de trabajo, ¿hasta cuándo tengo tiempo de avisar? (Bufff, ¡qué pereza! Y encima insiste…).
-Sábado por la mañana:
A: ¿Entiendo que no contamos contigo, ¿verdad? (Y encima tengo que ir insistiendo).
B: Eeeeh, no. Se me ha complicado la semana muchísimo, lo siento (Qué pesado y encima parece que se ha molestado).
¿Te resulta más diplomático dar largas que decir directamente la verdad?
Agónico.
Estás en tu derecho de dudar o de no saber con certeza si podrás acceder a las peticiones del otro en el momento en que te lo ofrece o pide. Pero si en ese instante sientes no querer asumirlas, lo mejor es que seas franco.
Si ahora te supone un mal trago andar con evasivas, ¿de verdad te apetece volver a vivir esa situación incómoda dos, tres o cuatro veces más?
No culpes al otro si te insiste. Si no te expresas con claridad, es normal que vuelva a preguntarte acerca de tu elección y hasta se ofenda por tus respuestas ambiguas y además con motivo.
2. No dar señales
La no comunicación ya implica comunicar. Pero el abanico de interpretaciones que ofreces al otro es tan amplio, que probablemente acabe por entender algo que no se ajuste del todo a la realidad.
Puede que te esté ignorando, que te esté diciendo un no, que se sienta agobiad@, que se trate de cobardía a la hora de expresarse, que se olvide, que esté enfadad@, que espere que reacciones… Pero, ¿cuál de ellas es la verdadera?
Si eres de los que consideran que una no respuesta es una respuesta clara, estás equivocado. Tus escasas habilidades comunicativas provocan que culpes al otro por ser tan ingenuo de no comprender tu mensaje encubierto. ¿Y te extraña?
Cerrar cualquier proceso comunicativo con una respuesta es una señal de respeto, evita los malos entendidos y permite que puedas avanzar sin molestas cargas a tus espaldas.
3. Mentir
Es de las alternativas más agotadoras y lo peor del caso es que tu interlocutor, sin necesidad de ser muy hábil, enseguida percibirá que le estás embaucando.
A: ¿Me dejas el coche mañana?
B: No puedo, está en el taller
A: Vaya, ¿y qué tal la semana que viene cuando esté listo?
B: Quizás me vaya fuera de Barcelona…
A: Bueno pues cuando lo tengas disponible me lo dices, ¿ok?
B: (Y ahora qué me invento?)
Si sólo fuera una vez…, ¡pero nunca es así! La mentira trae detrás de sí otra. Y lo malo del caso es que las usas cuando ni siquiera dispones de buena memoria para poder hacerlo bien. Es mucho más fácil un No me gusta dejar el coche, si quieres puedo acompañarte dónde necesites.
4. Adornar
A: ¿Te ocurre algo? Te noto distante…
B: Sí… Necesito un tiempo, respirar, la verdad que no estoy pasando por mi mejor momento
A: ¿No quieres que sigamos viéndonos?, ¿qué te ocurre?
B: Soy yo, me siento agobiada con todo y no sé porqué…
A: Quizás pueda ayudarte
B: (Fffff, no me lo está poniendo nada fácil. No le quiero y punto)
Quizás sientes que le estás haciendo un favor y que le estás protegiendo del daño que le puedas ocasionar. Pero si esos no son tus verdaderos motivos, el daño que podría recibir con un No siento lo mismo por ti, no quiero continuar con esto, se convierte en dolor agudo al no encontrar una respuesta clara y aferrarse a la esperanza de algo que no llegará.
Si realmente quieres protegerle, tómalo o déjalo ir.
5. Hacerte el mártir
Te sientes culpable o avergonzado por no acceder a las peticiones del otro y además los transmites de forma más que evidente. Si te muestras como si te tuvieran que perdonar la vida, los demás van a sentirse con el derecho de asumir ese privilegio.
A: No podré venir… me sabe fatal, ¿no te enfadas, no? ¿Cómo puedo recompensarte?
B: Bueno, el daño ya está hecho…
A: De verdad que lo siento, soy lo peor. ¿Quieres que este fin de semana vayamos a…
B: No te molestes…
Tienes el derecho a no acceder a todo lo que te piden. Si el otro se molesta por tus negativas, tiene un problema del que tú no tienes porqué hacerte cargo. Empieza por el tuyo, si es que hay trabajo por hacer.
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