Viendo el otro día como un padre felicitaba a su hija por lo bien que había hecho una cosa, me hizo pensar en la grandeza de los pequeños gestos —lo que significan y su importancia—, observando el brillo que salía de sus ojos y la alegría que respiraba.
Unos días antes, eso mismo me había ocurrido a mí. El hijo de un amigo que hacía mucho tiempo que no me veía, me saludó alegremente con una sonrisa y un cariñoso abrazo, y me dijo lo bien que me encontraba haciéndome sentir que por mí no pasaban los años.Un simple gesto que me agradó porque era sincero y pretendía enviarme un soplo de felicidad.
Y es que las pequeñas cosas que hacemos, esos pequeños gestos a lo que no damos importancia, hacen sentir grande a quien tenemos delante, transmitiendo un reconocimiento, una simple atención o cariño, que producen en nuestro cuerpo esas endorfinas que provocan una maravillosa sensación de bienestar.
En mis años jóvenes se transmitía un fantástico mensaje a través de la televisión: ¡Sonría por favor! La sonrisa es mágica y además es gratis. Cuando me acerco a alguien en la calle, en una tienda, en el trabajo y regalo directamente una sonrisa, parece como un virus que contagia y pone en mejor disposición a quien tengo delante para atenderme.
Una simple palabra de aliento, parece que a pesar de reconfortar a esa persona que la necesita, me reconforta a mí también al ver el agradecimiento en sus ojos.
Simplemente dedicar unos minutos a escuchar a una persona poniendo atención, le hace sentirse importante y darle valor al tema o a la historia que nos cuenta.
Algunas veces, cuando agradezco el servicio o la atención a un camarero o a cualquier empleado, observo cierta extrañeza. Algunos han recibido tan pocas felicitaciones aleccionados de que el buen servicio y la buena atención es su obligación, que no entienden el motivo de la gratitud. No obstante, es fantástico ver en sus caras el orgullo que sienten por el reconocimiento a su trabajo bien hecho.
Algo parecido me ocurre con el saludo. Me encanta ver la sorpresa que se llevan algunos al recibir mi saludo, sintiendo que alguien se ha dado cuenta de que estaban allí. Son muchas las personas que están acostumbradas a ser consideradas parte del mobiliario, de la decoración o del paisaje, pasando horas sin que nadie se fije en ellos, que cuando alguien les saluda y les desea un buen día, se dan cuenta que para algunos existen y son parte importante.
La humildad, la sencillez, la comprensión. Rebajarse o simplemente ponerse en el nivel del otro procurando comprender su problema, ver de cerca su situación, entender su angustia, su sufrimiento o desconsuelo, es un gesto que nunca se olvida. Todos los hemos necesitado siendo niños, pero también lo necesitamos de mayores.
Hace un tiempo me enteré de un grave problema que tenía uno de mis colaboradores. El hecho de que me acercara a él y me pusiera a su disposición, fue para él sentir que no estaba solo. ¡Qué importante y qué necesarios son los pequeños gestos!
Los abrazos a distancia, son esos gestos que uno hace sin que tu mano derecha se entere de lo que hace la izquierda. Es decir, sin que la persona a quien vaya dirigido esté cerca, se lo imagine, ni sepa que te acuerdas de ella o que la tienes en cuenta. Son esos maravillosos gestos que uno se encuentra sin haberlos esperado, sabiendo que alguien nos tiene en su corazón.
Un acto de generosidad es compartir los conocimientos, la sabiduría y la experiencia cuando alguien se acerca a ti a pedirte consejo, a hacerte una consulta o a plantearte una duda. ¿Para qué te sirven tus cualidades, capacidades y sabiduría si no las compartes?
La dulzura, la amabilidad, la gentileza, la paciencia, la tolerancia, van tan ligadas entre sí y son tan necesarias en el día a día de cada uno, en todos los ámbitos en los que uno se mueve, que el mundo cambiaría radicalmente. Cuando uno practica cada uno de estos gestos, el crecimiento personal se convierte en luz que se transmite de uno a otro, engrandeciendo la educación, la familia, el entorno laboral, la vida.
El ánimo, la esperanza, la motivación. Durante muchos años he procurado transmitir mi alegría, mi optimismo y mi sonrisa allá por donde he pasado y aunque lógicamente no he podido contagiar a todos, me siento orgulloso de saber que al menos algunos han recibido aquello que necesitaban, recibiendo ese fuerza para seguir adelante. Aunque sinceramente creo que yo he recibido mucho más que ellos, por la cantidad vivencias que han compartido conmigo y en las que me han invitado a participar.
¡Qué importancia tienen los pequeños gestos que pueden engrandecer la vida de quien tienes enfrente, y de ti mismo!
Son actos que todos tenemos en nuestro interior y que solo necesitan encontrar ese puerta que les permita salir y entregarse. Son regalos que todos tenemos a nuestra disposición para hacer llegar cada día y en cualquier momento a cualquiera que se acerque a nosotros. Son rayos de alegría y felicidad de los que el mundo está tan necesitado actualmente. Son vitaminas espirituales que siempre procurarán el crecimiento personal con la mejor versión de uno mismo.
Los pequeños gestos siempre dejan una huella grande en el camino. Los pequeños gestos convierten lo ordinario, en extraordinario.
Muchas gracias por estar aquí y compartirlo.
"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"