Después de un verano de, seguro, muchos excesos culinarios (cañas con sus pinchos, helados, barbacoas, etc.) vamos a hablar hoy de la alimentación. Sin embargo, no vamos a hablar de perder peso y adelgazar. Demos un enfoque diferente a eso que llaman “dieta sana”.
¿Y si nos diéramos cuenta de que lo que comemos, nuestra alimentación, afecta a nuestras patologías provocándolas en algunos casos, perpetuándolas o empeorándolas en otros?
El objetivo principal de este artículo es convencer a los lectores de que a través de los alimentos podemos influir en la mejora de, por ejemplo, una tendinopatía en el hombro o en el tendón de Aquiles.
También, podemos disminuir los dolores de espalda si dejamos de hacer trabajar en exceso o bloquear los órganos vitales como los riñones, el hígado, etc. y que, en definitiva, podemos sentirnos mejor eliminando incluso fatiga o cansancio si nos alimentamos correctamente aumentando nuestra calidad de vida.
Estamos acostumbrados a poner remedio a un dolor con algún tipo de tratamiento aplicado por un especialista sanitario ya sea médico, farmacológico, fisioterapéutico, etc.
Es necesario reflexionar que algunos dolores pueden estar relacionados con factores externos no físicos (estrés, sedentarismo, problemas emocionales o la alimentación) y ya está altamente demostrado que pueden influir en mayor o menor medida.
Por tanto, los profesionales de la salud debemos ver al paciente dentro de sus circunstancias y su modo de vida para encontrar la solución más concreta a sus problemas.
Si eres fisioterapeuta u otro profesional de la salud te habrás encontrado con pacientes a los que se les aplica un tratamiento, en principio, adecuado a su patología y no mejora o no lo hace del todo.
Es el momento de plantearse qué está provocando esa falta de evolución positiva.
Si eres paciente te habrás dado cuenta de lo anteriormente descrito, es muy habitual que nos expreséis: “no remato”.
Se ha venido demostrando en estas últimas décadas la estrecha relación entre la dieta que seguimos y sus efectos sobre la salud.
Ya existe una rama de la Genómica (la ciencia que estudia los genes ) que se basa en que nuestro genes traen información de las enfermedades que podemos padecer y depende de nuestro hábitos nutricionales, estos genes pueden expresarse o no.
Podemos tener “grabado” en los genes “cáncer de pulmón” pero no desarrollarlo nunca porque los genes no se han activado, pero a peores hábitos saludables, mayores posibilidades de mutaciones y, por tanto, de que se activen esos genes.
La alimentación es uno de esos hábitos. Todos sabemos que hay productos que no debemos tomar u otros de los que no debemos abusar porque son “malos” para la salud pero no sabemos exactamente qué consecuencias puede tener.
¿Qué problemas puede traer una alimentación poco saludable?
Una mala alimentación puede, por un lado, “intoxicar” de manera directa los tejidos que forman parte del aparato osteomuscular y, por otro, los órganos se pueden ver saturados o sobrecargados provocando disfunciones que se pueden reflejar a modo de dolor en alguna zona del cuerpo.
Así, por ejemplo, problemas de estómago pueden dar dolor reflejo en el hombro izquierdo y en las dorsales bajas, problemas en los riñones pueden dar en las lumbares, alteraciones en el hígado dan dolor en el hombro derecho o dolores de cabeza, en la vesícula biliar puede dar problemas en las cervicales, problemas en los pulmones dan dolor reflejo en la parte alta de las dorsales.
Para que entendáis lo que es un dolor reflejo mejor os pongo un claro ejemplo que seguro que conocéis.
Cuando a una persona le está dando un infarto al corazón le duele el brazo izquierdo y se le intenta agarrar ( ¡ojo! no quiere decir que cuando te duela el brazo izquierdo sea porque te está dando un infarto al corazón, puede haber múltiples razones).
Pues es lo que pasa con otros órganos y sus correspondientes dolores reflejos, todos ellos descritos y estudiados en la bibliografía científica actual.
¿Qué otros problemas podemos tener por no tener una alimentación adecuada?
Y si dejamos a un lado síntomas digamos “físicos” también cabe destacar que la fatiga, alteraciones en el sueño, mareos, dolores cabeza, cambios de humor, insomnio u otros síntomas de este tipo pueden estar relacionados con alteraciones y desequilibrios en nuestro cuerpo provocados por una mala alimentación llegando a repercutir a nivel osteomuscular.
Ha de tenerse en cuenta que no todos los dolores son viscerales y de que existe factores simplemente mecánicos (caídas, sobreesfuerzos, malas posturas…) que pueden generar lesiones.
Por ello, los profesionales de la salud debemos ver al paciente desde un punto de vista global y tener todas las herramientas posibles para mejorar sus patologías.
Una de esas armas y muy potente es la alimentación, pero no es la única.
Son ya muchos los estudios científicos que avalan el archiconocido refrán “somos lo que comemos” por tanto, veamos la alimentación como otra posible solución a nuestros dolores y nuestras patologías.
Que no te suene raro si tu fisio a partir de ahora te hace recomendaciones nutricionales para solucionar tu problema (nunca dietas para adelgazar ya que para eso existen los especialistas adecuados).
La entrada se publicó primero en Integra Salud Talavera.