Una de las motivaciones principales que nos llevan a las mujeres a empezar a hacer ejercicio es la de mantener nuestra figura o incluso bajar algo de peso. No obstante, a pesar de que una es constante en el entrenamiento y además vigila su dieta, puede llevarse un susto al pesarse después de las primeras semanas de entrenamiento.
Este hecho es perfectamente normal. Durante las primeras etapas, todo nuestro cuerpo se adapta a la nueva actividad a la que se ve sometido. Todas estas adaptaciones son mejoras que permiten a nuestro organismo funcionar de forma más eficiente. Una de ellas es la adaptación muscular. Al empezar a entrenar de forma rutinaria las fibras musculares crecen y se fortalecen. Esta ganancia de masa muscular es la que se traduce en un aumento de peso.
Hay que tener en cuenta también el tipo de ejercicio que estamos priorizando. Si en nuestras primeras sesiones estamos haciendo un ejercicio aeróbico de corta duración y estamos haciendo más hincapié en el fortalecimiento muscular, este hecho será más evidente. Si por el contrario, empezamos con sesiones que consten de tiradas más largas (correr durante más tiempo), el crecimiento muscular también estará pero, será más progresivo en el tiempo.
A muchas mujeres les parece contradictorio realizar más ejercicio y sin embargo ganar peso. Sin embargo, esta ganancia de músculo provoca un mayor metabolismo pues el tejido muscular es el que más gasto produce en nuestro organismo. De esta manera, a largo plazo, y siguiendo una dieta adecuada, el ejercicio nos ayuda a perder peso de manera saludable.
Además éste es un tejido de sostén. Crear una masa muscular fuerte ayuda a proteger los huesos y permite que la sangre circule mejor por todos los órganos. De esta manera, estamos favoreciendo de forma indirecta otros procesos que pueden causar aumento de peso como la retención de líquidos.
En las primeras semanas pues, más que guiarse por el peso, deberíamos tener como referencia el volumen. Con el entrenamiento realmente estamos quemando más grasas. La grasa es un tejido muy voluminoso pero de poca densidad, al contrario del músculo, que es compacto. También, como he comentado, al mejorar la retención de líquidos disminuimos parte del volumen que generaba esta agua acumulada. Así, más que la báscula, quizás nuestra mejor guía sería tomar una cinta métrica y observar este hecho o comprobarlo mucho más eficazmente en la ropa que usamos a diario.
Por Núria Puig – Experta en Nutrición para EDC photos by: mikebaird & Leigh Harries