Es lo que Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS) define como "un temor intenso en presencia de un estímulo que no es peligroso", pero ante el cual, una determinada persona puede llegar a sufrir una gran preocupación con, incluso, síntomas físicos.
Un sentimiento angustioso
Aunque lo que una fobia supone puede desentrañar numerosas señales que dependerán de la persona que la padezca, el especialista en psicología asegura que, "para diagnosticar una fobia ha de tratarse de un miedo acusado y persistente que es excesivo o irracional ante la presencia de un estímulo". Además, una fobia también se caracteriza porque "la exposición a dicho estímulo fóbico provoca una intensa ansiedad que cesa si se evita", añade Cano.Las crisis que se producen tras encontrarse en la situación que genera el temor, pueden hacer que el afectado sufra "temblores, sudoración excesiva, aumento del ritmo cardíaco, tensión muscular, e incluso provocarle una ansiedad generalizada que puede causar un malestar psicológico importante", advierte el experto.
Normalmente, en palabras de Antonio Cano, las fobias se desarrollan por "asociación entre un estado de ansiedad muy intenso y un determinado estímulo que se produce en ese momento". Es decir, nuestro cerebro percibe unos síntomas físicos que le hacen interpretar que se está en peligro, lo que, añadido a una situación desconocida, puede terminar por generar miedo aunque el riesgo no sea real. Por ello, como explica el especialista, "la magnitud de la fobia dependerá de la atención que se le preste a dichas sensaciones".
Más en mujeres
Parece ser que las fobias son bastante más comunes entre la población femenina y adulta. El experto asegura que en España, afecta a alrededor de "un 2,3% de los varones y un 6,5% de las mujeres". En cuanto a su tipología, existen diversos grupos que se pueden identificar claramente como los más usuales. En esta lista, se encuentran las de tipo animal y ambiental, las motivadas por sangre, inyecciones o situaciones de dolor en general, o las que se producen al estar en determinados lugares, como ascensores o aviones.Antonio Cano explica que se trata "del trastorno de ansiedad menos grave y más frecuente de todos, y que, por lo general, interfiere poco en la vida diaria". Sin embargo, estas personas sí que pueden verse condicionadas en el sentido de que deben evitar enfrentarse a lo que les provoca una crisis, por lo que "supone una gran pérdida de calidad de vida en aquellos que no tienen otro remedio que afrontar dichas situaciones", agrega el presidente de la SEAS.
Una terapia para una nueva percepción
Una fobia se ha de tratar siempre que condicione la vida diaria. Hoy en día se emplean técnicas cognitivo-conductuales que pueden combinarse, si es necesario, con un tratamiento farmacológico que alivie los síntomas. Para empezar, se ha de acudir al psicólogo, que será quien evalúe cómo se ha de llevar a cabo la terapia.En la consulta, "el especialista suele explicar al paciente el proceso que ha desarrollado para aprender a tener miedo a un estímulo que, en sí mismo, no es peligroso", detalla Cano. Una vez comprendido, el paciente podrá diferenciar y manejar de manera más adecuada su fobia. "A continuación, se le enseñan técnicas cognitivas de reestructuración del conocimiento", prosigue el experto. El fin de esto es reordenar los conceptos para intentar restar importancia a lo que produce el miedo y disminuir así las reacciones que éste provoca.
Antonio Cano añade que, ?paralelamente, se enseñan técnicas de relajación (muscular, respiratorias y mediante imaginación), que el paciente debe practicar diariamente en su casa". Con esto se consigue "reducir la activación fisiológica, lo que ayuda a pensar más fríamente y a disminuir el temor al estímulo fóbico", puntualiza el presidente de la SEAS.
Por último, el paciente podrá ir exponiéndose paulatinamente a todo eso que le provoca un miedo irracional. Este paso, "supone un aprendizaje contrario a la evitación anteriormente practicada, que producía calma a corto plazo, pero más temor a largo plazo". La exposición, "provoca un poco de ansiedad al principio pero genera mucha seguridad y calma con el tiempo", sentencia Cano. No obstante, para que este tratamiento culmine con éxito, se necesita de la adecuada supervisión de un experto y de mucha fuerza de voluntad por parte del paciente.