por Pablo Rego | Dentro de las estructuras humanas, sobre las que el Yoga trabaja desarmándolas, está el ego. Esta construcción de la mente es quizá, y sobre todo al comienzo del acercamiento a la práctica, una de las más difíciles barreras a vencer ya que sus resistencias muchas veces ganan las batallas llevando a un principiante (y no tanto) al abandono del camino del autoconocimiento.
El ego (o los egos) es una representación ficticia de la mente en la que se crean personajes que protagonizamos en primera persona y en torno a los cuales giran nuestros hábitos, nuestras costumbres, el status social, los roles desde los cuales nos conectamos con el entorno, las actividades y las relaciones personales.
Estos egos, que son ilusorios y completamente modificables y hasta destructibles en gran medida, van siendo creados por nuestras necesidades a lo largo de la vida, son alimentados por la cultura que nos rodea y entrenados de manera incansable hasta darles una solidez que los vuelve aparentemente indestructibles.
Dada nuestra proximidad y apego a la mente, nos creemos esto o aquello porque nos creemos los personajes que representamos. Una profesión, oficio o título universitario, la idea de un linaje excepcional familiar, ser ganadores o perdedores son reflejos relativos de lo que somos y, en general, mucho de ello nos lleva a vivir situaciones extremas relacionadas con la insatisfacción o la infelicidad, ya que cuando se nos impone una situación que nos provoca salirnos del personaje, el vacío de nuestro verdadero Ser emerge como un volcán en erupción dormido y oculto detrás de las apariencias, creándonos grandes conflictos.
El orgullo.
Si bien este término puede estar relacionado con aquello que sentimos cuando vemos a alguien relacionado con nosotros triunfar, alcanzar una meta o simplemente y no por ello poco importante, ser una buena persona, el orgullo está de todas formas relacionado con el ego ya que reside en él.
El orgullo tiene que ver con la sobreestima que tenemos de nosotros mismos (y puede ser proyectado en otros). Ser alguien orgulloso lleva consigo la idea de estar por encima de lo que somos realmente o de los demás. Y aunque muchas veces caigamos en la trampa de que si sentimos orgullo por otro es un orgullo valedero, también, de alguna manera, la sensación de los méritos del otro nos invita a colocarnos en un lugar superior al resto.
Nuestra sociedad competitiva suele tener el orgullo como un valor importante. Desde pequeños escuchamos esta palabra en boca de nuestros formadores como padres, maestros y autoridades ejemplares o ejemplificadoras. Competir, ser los mejores y estar orgullosos es algo que se toma como positivo.
Y así, muchas veces nos encontramos estando orgullosos de algunas personas o de logros conseguidos por un grupo de pertenencia. Nos sentimos satisfechos de estar en el lugar que nos corresponde, luego de competir por ello para estar por encima del resto.
Cabe destacar que el orgullo se diferencia de la satisfacción o la alegría consciente de conseguir comprender, aprender o aprehender algo tras un proceso de transformación y crecimiento genuino, que en ocasiones puede coincidir con las motivaciones del orgullo, pero sin caer en él.
El orgullo en la práctica de Yoga.
Esta manifestación del ego puede reconocerse entre aquellos que desconocen los detalles de la práctica del Yoga. Alguien con un ego muy fuerte y orgulloso de ser quien es, que nunca practicó Yoga u otra disciplina de autoconocimiento, ve a unos seres que se entregan a la no-competenciay practican la liberación de los prejuicios y la debilitación del ego como seres ridículos que pueden llegar a contagiarle algún mal. Claramente este es el ejemplo de alguien que difícilmente se quite sus zapatos para recostarse sobre una alfombra y liberarse de sus pensamientos.
Sin ser tan extremistas, en mayor o menor medida, el orgullo como el ego nos habita a todos y nos condiciona. De hecho estar dispuestos a reducir a su mínima expresión estos factores humanos es un buen principio para dedicar tiempo al aprendizaje de Yoga y la Meditación.
La práctica del Yoga, como camino de autoconocimiento, nos ayudará a detectar estos mecanismos sutiles que actúan deformando la realidad. El trabajo que nos ayude a desarmar prejuicios y preconceptos para acercarnos poco a poco a nuestra esencia verdadera es arduo y suele tomar mucho tiempo y dedicación.
Por ello es fundamental no sacar conclusiones apresuradas y dejarse guiar hacia lo profundo de la práctica. Es importante comprender que no podemos tener nuestras propias ideas de un mundo que desconocemos por lo que si tendemos a creer que lo sabemos todo rápidamente, no es mala idea dudar y quedarnos un poco más para que la verdad pueda aparecer detrás del murmullo de la mente que a veces suele ser mucho más de lo que alcanzamos a percibir.
Por otra parte es importante resaltar que el sólo entrenamiento del cuerpo físico a través de Yoga no transformará este aspecto de nuestro Ser, ya que es importante trabajar en la atención y la consciencia y adentrarnos en la dimensión sutil para progresar en un Yoga espiritual completo que verdaderamente nos transforme. En la actualidad vemos como muchas personas que entrenan su cuerpo, y sólo eso, a través de asanas de Yoga luego se sienten orgullosas de sus cuerpos mostrándose como semidioses ante los ojos de los demás.
El orgullo y los límites del crecimiento.
Esta percepción de nosotros mismos se alimenta de factores como el miedo, el prejuicio y la competencia y al mismo tiempo realimenta y refuerza estos conceptos. El miedo a no poder, al ridículo, a despojarnos de las corazas emocionales que llevamos mucho tiempo construyendo, a quitarnos los disfraces como capas uno a uno; lo que pensamos de los demás, de nosotros mismos, de lo que piensan los demás de nosotros; el hábito de compararnos y tener que ser mejores, de alcanzar las metas antes que los demás, de soportarlo todo aunque no podamos y un largo etcétera crean ideas del mundo y de nosotros que habitualmente llevan a las personas y a los pueblos al conflicto, a la autodestrucción o al intento de aniquilación del otro.
Todos esos prejuicios, los miedos y lo que creemos es muy probable que nos limiten al momento de intentar progresar en el camino de exploración de nuestro Ser más profundo, ese que se que vive detrás de tantas ideas y ficciones mentales.
Este límite puede ser infranqueable y funcionar como un resorte sobre el cual intentemos actuar y nos repela con fuerza alejándonos del camino del autoconocimiento. Al adentrarnos un poco en la práctica del Yoga y/o la Meditación ese cúmulo de ideas residentes en el ego creará las imágenes necesarias para que nos auto-consideremos incapaces de seguir o unos ridículos o unos perdedores llegando a pensar “esto no es para mí” o “yo no soy para esto”.
En las sesiones de Yoga este tipo de situaciones suele manifestarse en aquellos que no pueden dejar de lado la idea de tener que hacer todo bien o mejor que los demás o hacerlo todo con la máxima exigencia aunque les resulte realmente imposible. Y como contrapartida les es imposible relajarse y dar lo mejor aunque eso sea, para ellos, menos que lo que hacen otros.
El orgullo juega muy en contra de quienes muchas veces son los más necesitados de relajarse, liberarse de la mente y cambiar el clima interior. Aquellos que no pueden dejar de compararse con los demás, aun cayendo en la situación de no poder tomarse algunos respiros más si les son necesarios o ir a un ritmo, a lo mejor un poco más lento que otros, aprendiendo así a andar en armonía con sus propias necesidades verdaderas, que no son otra cosa que aquellas que surgirán cuando el ego disminuya su influencia en las conductas conscientes e inconscientes, son quienes más deben estar atentos y confiar en que aprender lleva tiempo y que aprovechar el momento de la práctica puede ser un hecho verdaderamente liberador, transformador y sobre todo sanador.
Más allá de los límites
Contra el orgullo: la confianza, la empatía, la sinceridad aunque al principio duela un poco, la humildad. Atreverse a recibir el amor y la guía de aquellos que se entregan en cuerpo y alma a la enseñanza para alcanzar metas que a veces no se entienden bien y que forman una parte esencial del Yoga, sobre todo en la cultura contemporánea de la competencia y el consumo excesivo, es una de las claves para conseguir un progreso verdadero, para salirnos de nuestro propio encierro mental.
Aunque sea difícil dejarse llevar hacia el llano en el que todos nos encontramos hermanados como iguales, siguiendo el impulso emocional y espiritual que nos lleva indudablemente a buscar ayuda en disciplinas de autoconocimiento para liberarnos del dolor, de la insatisfacción o del cansancio estructural, tener presente la necesidad de dejar de lado nuestros propios límites debe ser el faro que nos guíe a quedarnos, a insistir, a aprender a desaprender para trascender nuestras propias ficciones mentales y comenzar a crecer ( en el sentido más amplio del término) o continuar haciéndolo.
Pablo Rego
Profesor de Yoga
Masajista-Terapeuta integral
Diplomado en Medicina Ayurveda de India
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