EL DIÁLOGO INTERIOR
Por diálogo interior podemos entender todo lo que nos pasa por "la cabeza", en general.
Y todo lo que nos decimos a nosotros mismos, en particular.
Vamos a dejar por hoy el tema del barullo mental de pensamientos para centrarnos en el diálogo que mantenemos nosotros con nosotros mismos.
Es importante que nos detengamos a considerar qué tipo de diálogo tenemos con nosotros, de qué calidad.
Respondiendo las siguientes preguntas podemos ir entrando en tema y descubrir las cuestiones que nos habitan.
¿Qué nos decimos?
¿Cómo nos tratamos?
¿Nos agredimos?¿Nos criticamos?
¿Nos juzgamos?
¿Nos comparamos con otras personas y sacamos conclusiones en base a esa referencia externa a nosotros?
¿Somos considerados, amorosos, y comprensivos?
¿Nos tenemos paciencia?
¿Nos aceptamos como somos?
¿Nos aprobamos?
¿Qué palabras usamos para con nosotros mismos?
¿Qué tonos?
¿Nos respetamos?
¿Respetamos nuestros tiempos?
En síntesis:
¿Es positivo o negativo?
Hablamos en general, para ir viendo en general, también, qué relación mantenemos con nosotros mismos.
¿Qué pensaríamos si otra persona nos tratara así, en esos términos y con esas formas?
Quizá no seamos conscientes de qué tanto mal podemos hacernos, aún sintiendo que no estamos viviendo como nos gustaría, o no siendo tan felices como quisiéramos, o no gozando de la salud que debiéramos. Pero raramente le adjudicamos a "nuestros males" alguna incidencia directa o indirecta con el zarandeo mental que nos propinamos.
Sin embargo, la tiene. Y mucho más de lo que pudiéramos imaginar.
Lo primero que tenemos que saber es que nuestros pensamientos no son neutros.
Creemos que como nadie nos escucha, como todo sucede dentro de nuestra cabeza, no pasa nada.
ERROR
Pasa y mucho, tanto dentro de nosotros como hacia el exterior.
Nuestros pensamientos como nuestras palabras emiten vibraciones, en ambos casos son percibidas por el entorno, en un caso de forma audible, en el otro no. Pero el caso es que emitimos mensajes constantemente.
Mensajes que son recibidos tanto por lo más íntimo de nuestro cuerpo, cada célula, en cada átomo, como por el entorno que nos rodea.
Tanto los buenos pensamientos como los malos pensamientos llegan a destino, pero siempre somo más proclives a creer que lo bueno hace bien al otro, y lo malo no le hace mal a nadie.
OTRO ERROR
Hagamos una comprobación sencilla, empecemos a pensar algo negativo, pongamos el enfoque en una situación nefasta que hayamos vivido. Una vez que nos sintamos en tema, observemos nuestro cuerpo, nuestro rostro, el ánimo que nos embarga. Fácilmente notamos puntos de contracción y tensión en manos, ceño, contorno de ojos y boca, la zona del pecho y una postura corporal general en caída, por nombrar lo más observable y común.
Atención, porque no somos nuestras emociones, no somos nuestros pensamientos, ambos vienen y van, somos nosotros los que tomamos la decisión de sostenerlos o no, de enfatizarlos o no, de cargarlos a diario con renovada energía aún sabiendo el daño que nos hacemos, o dejarlos partir por lo menos por un rato.
¿Para qué nos castigamos tanto?
¿Para qué?
María Delcé
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