Hace 20 años, justo el 28 de julio del 98, fui diagnosticada de diabetes. Recuerdo que era verano y estábamos en Cádiz, donde nací y como era lógico, durante esta época estival y teniendo 7 años corría, jugaba, reía, pero sobre todo adelgazaba, bebía mucha agua y orinaba mucho, tanto que un día previo a mi debut, me oriné en la cama. Mi madre pensó que era el estirón o incluso que intentaba llamar la atención ya que no era lógico que yo tuviese escapes nocturnos. Sin embargo, eran los síntomas de la diabetes (polidipsia, polifagia, poliuria) y el 28 por la mañana, no desayuné.
Era raro, bastante extraño, que de no perdonar mi desayuno, ese día prescindiese de él, pero también que de ser risueña, estuviese decaída y cansada… Mi tía, que tenía una revisión ginecológica, tenía que ir al médico y mi madre, que ese día la acompañaba, le dijo: “Aprovecharemos a pasar por el pediatra, creo que Patri se ha empachado”.
Llegamos al Centro de Salud de San Fernando y al llegar, la pediatra estaba de baja y en su lugar había una sustituta. Recuerdo perfectamente la entrada. Un pasillo blanco con un banco justo al lado de la puerta de la consulta y poca gente alrededor. Nos llamaron y mi madre explicó los síntomas esperando una gastroenteritis en el peor de los casos, pero no. La doctora me cogió y me sentó en la camilla y sin más me midió la glucosa dos veces, puso cara de preocupación y me dijo que tenía que hablar a solas con mamá. El hijo de aquella doctora también era diabético y eso ayudó a un rápido diagnóstico, evitándome un coma diabético como a la mayoría de los niños.
Esperé junto a mi tía y al salir, mi madre con lágrimas en los ojos nos dijo que teníamos que ir al Hospital de Cádiz, que no podíamos esperar. No tenía ni idea de lo que pasaba, pero ella estaba muy preocupada, corría mucho por la autopista y yo, desde el sillón de detrás del conductor notaba cómo me miraba desde el espejo retrovisor central.
Estaríamos a 3 km de Cádiz cuando un policía en moto nos hizo parar al lado de la autopista y al bajar la ventanilla, mi madre, con la voz quebrada, dijo que tenía que llevarme al hospital. El policía se asomó a saludarme y me dijo “no te preocupes” y nos acompañó hasta urgencias. Aprovecho para dar las gracias a la doctora y al policía por ayudar a mi madre a no sufrir más en mi diagnóstico.
Llegamos y fue muy rápido, de nuevo una camilla, otro piquete, analítica y un gotero. Me sentaron y entonces llegaron mi padre y mi hermano. No recuerdo que pasó en ese preciso momento pero puedo recordar perfectamente y como si fuese ayer, cuando me llevaron al ascensor para mi ingreso. Mi hermano estaba muy asustado y al quedarme con una enfermera y mi madre en el ascensor, mi hermano preguntó a mi padre: “Papá, ¿Patri se va a morir?” No puedo evitar emocionarme al recordarlo porque aunque la diabetes es una enfermedad crónica, desde luego iba a suponer un cambio radical en nuestras vidas.
El mes que estuve en el hospital lo percibí como un juego, realmente no era consciente de lo que pasaba, solo sabía que todo el mundo estaba pendiente de mí y que tenía que aprender muuuuuchas cosas, pero sobre todo, mis padres. Ahora lo entiendo todo, como cuando un día me desperté y mi madre lloraba junto a otra de mis tías y yo le pregunté que por qué lloraba y ella me dijo que le había entrado algo en el ojo… Todos los padres son unos guerreros y más cuando un hijo es diagnosticado de alguna enfermedad, por ello quiero dar las gracias a los míos por quererme tanto y enseñarme a que no tengo ningún límite.
Durante estos años he aprendido tanto que no hay texto suficiente para describirlo. Recuerdo cuando me salió una lipodistrofia y le dije a mi madre, pensando que era un músculo “mira que fuerte estoy” y se asustó tanto al ver la hendidura que fuimos al médico rápidamente…. o cuando tenía miedo a pincharme la barriga y no paraba de llorar pensando que me pincharía un organo y moriría… mi padre me consoló y me dijo que eso nunca pasaría y cogió una de mis jeringas (por aquel entonces no había plumas) y con ella sin precargar, se pinchó como 30 veces la barriga para demostrarme que nunca haría nada que me dañase, acabamos riéndonos y consiguió lo que parecía un imposible. Algo que solo los padres pueden conseguir, porque sin los míos hoy no sería quien soy.
Por todo esto, quiero terminar el post agradeciendo…
Gracias papá y mamá y gracias hermanito. Os quiero con todo mi corazón
Gracias también a David Polo, mi profesor de universidad, porque sin ti, hoy Vive tu diabetes no existiría. Gracias a todas las personas que habéis compartido mi vida conmigo por jamás hacerme sentir diferente. Gracias a mi pareja y futuro marido porque me has hecho ser mejor en todo.
Y por supuesto mil millones de gracias a todos vosotros por leerme, apoyarme y estar ahí desde hace 7 años.