Si eres de los que desayuna un café, come algo rápido y luego cena a lo grande… toca cambiar el chip.
Para mí siempre la cena era la comida más importante del día. De toda la vida, siempre hemos tirado de fiambrera para cenar (jamón, quesos varios, chorizo, salchichón..) y todo esto con pan, claro. O si no, unas croquetas y unas salchichas, un huevo frito… vamos, cenas contundentes y muy poco saludables.
Cuando decidí que tenía que bajar un poco de peso lo primero que me hicieron cambiar fue las cenas. Y oye, mano de santo, empecé a bajar unos cuantos kilos solo con cenar bien. ¿Y qué es cenar bien? Pues cenar ligero. En mi caso, mi cena suele consistir en un plato de verdura, aunque también se puede comer un pescadito o pollo a la plancha… eso ya depende de cada uno… pero nada de fritos ni comidas pesadas. Para adelgazar, lo mejor es evitar a esta hora la fruta (sí, yo tampoco lo entendía, pero la fruta contiene azúcar, y ese azúcar por la noche no se quema, así que se convierte en kilos de más), el pan, la pasta… nada de pizzas ni otros tipos de comida rápida y fuera fritos!
¿Y qué pasa cuando cenas ligero? Pues que te despiertas con hambre. Y aquí está la clave para toda dieta (y para un estilo de vida saludable), un buen desayuno. Fruta, leche, hidratos de carbono (en mi caso suele ser un poco de pan integral), alguna grasa saludable (nada mejor que el aceite de oliva virgen extra) y algo de proteína (en mi caso un par de lonchitas de pavo).
Por tanto, fundamental: desayuno completo, comida normal y cena ligera. Y a media mañana y media tarde un temtempié (nooo, nada de donuts ni palmeras de chocolate… al menos de forma habitual…).
Recuerda: desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo.
Hasta la próxima!