De niños, primero aprendemos a dar y recibir de formas visibles: nos alimentan, nos protegen y nos abrigan, y nosotros aprendemos a alimentar, proteger, abrigar y cuidar a los demás. Cuando maduramos, llevamos a cabo otros actos vitales de cuidado: escuchamos a nuestros amigos y seres queridos; les damos ánimos y rezamos por ellos; aprendemos a ser más eficaces en el mundo y también a fortalecer a los demás.
Aprender a utilizar el poder personal significa adquirir conciencia de qué hacemos con nuestra energía y a quién se la entregamos.
Aquellos que se superan a sí mismos son fuertes, escribió Laozi.
También supone estar dispuestos a someternos a la guía divina, que generalmente se nos presenta en forma de intuición. Si encontramos nuestra brújula interior y actuamos según sus dictados, podremos desarrollar plenamente nuestro poder y cumplir la misión vital para la que nacimos. Yo llamo a esta misión el Contrato Sagrado, que incluye no sólo el trabajo que realizamos diariamente sino también todas las relaciones que mantenemos y a todas las personas con las que nos encontramos, todas las personas a quienes ayudamos y todas las que nos ayudan a nosotros.
Cada vez que alguien dice: Por favor, Dios, ayúdame, el universo lo oye. Es posible que los dioses dejen que casi nos ahoguemos antes de responder enviándonos un bote salvavidas —porque estamos en la escuela terrena para aprender a construir botes y a conducirlos a remo—, pero siempre acaban por responder. El poder de un solo deseo puede cambiar la vida de una persona.
Y, una vez qua abramos la mente y al corazón a la posibilidad de la respuesta, la obtendremos, aunque no se trate de la repuesta que queríamos o no llegue en la forma que esperábamos.
Estos ángeles se disfrazan de amigos, de familiares y con frecuencia y en especial, de desconocidos. Están a nuestro alrededor y aparecen en el momento justo, y a menudo crítico, para ayudarnos cuando lo necesitamos. Crean sentido y esperanza donde antes había dolor y desesperación. Tenemos una comunidad espiritual invisible que nos apoya, pero también tenemos el poder de salir de nosotros mismos y crear más sentido y más bondad, más actos de bondad no aleatorios. Y, por descontado, el bien que hacemos inevitablemente acaba beneficiándonos.
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Caroline Myss