A ver, en primer lugar debes tener claro que la información que te pueda llegar a través de los anuncios o slogans publicitarios siempre va a responder a intereses totalmente ajenos a tu bienestar. Es muy importante que tengas en cuenta que tu salud es cosa tuya. No es responsabilidad de una tercera persona, de un producto y mucho menos de una empresa que tiene como principal objetivo lucrarse a costa de tu bolsillo.
Entonces ¿cómo saber cuál es la información fiable? ¿Cuál es la dieta perfecta?
Ay... enorme pregunta para una simple respuesta. La dieta perfecta no existe. Y claro, acepto que sea una respuesta que no te guste o que te resulte frustrante, por eso te diré que esta categórica afirmación tiene muchísimos matices.
Y no te desanimes, eh! Es lógico llegar a esta conclusión si piensas que no es posible que cada uno de nosotros tengamos las mismas necesidades ya que ninguno partimos del mismo punto, no tenemos constituciones iguales, ni ritmos de vida o niveles de actividad física idénticos.
La buena noticia es que sí hay una serie de premisas básicas que pueden convertirse en universales si lo que pretendes es comer bien, aprovechar los nutrientes que consumes, prevenir enfermedades, adelgazar, tener más energía, sentirte sano, etc.
1.- Compra alimento real
Pero… ¿Qué es alimento real? Pues el que se encuentra en su estado original, ni más ni menos. Por ejemplo, no es lo mismo comprar un par de aguacates, un limón, ajo, aceite y cilantro que un guacamole ya hecho, a menudo con aditivos como conservantes y saborizantes que además, se vende en un envase de plástico. No, no es lo mismo ya que ese producto ha estado procesado, tratado (o maltratado a veces), envasado,… y no tenemos ni idea del aspecto de los ingredientes que se han utilizado. Y para colmo hay algunas empresas que te adjuntan en el mismo envase lo que se supone que sí o sí debe acompañarlo, como son unos chips de maíz, de nuevo con ingredientes que no podemos valorar. La carga nutricional de un alimento completo, entero, natural y en su estado original siempre será infinitamente superior que cualquier procesado, por natural que lo pinten.
2.- Lee las etiquetas
En el caso de que no te quede más remedio que comprar un alimento envasado o industrializado, asegúrate de que entiendes y conoces todos los ingredientes de los que está compuesto. A veces resulta paradójico que nos fijemos en los materiales de los que está hecho una pieza de ropa y en cambio lo que más nos importe de un alimento que compremos sea su sabor y nada más. El cuerpo humano no está diseñado para procesar cualquier cosa que le demos y no reconoce muchos de los ingredientes que se usan en la industria, así que pueden quedar “almacenados “ sobretodo en zonas grasas (como son los órganos) a la espera de saber qué hacer con ellos.
Y te digo más, la industria de la dietética, continúa siendo una industria, así que no estás “salvado” por el hecho de que sea un producto dirigido a un sector de la población con intolerancias o a los que quieren cuidar la línea, por ejemplo.
3.- Huye de los alimentos desnaturalizados (“bajo en grasa”, “light”, descafeinado, sin lactosa…)
Estos productos han estado manipulados casi siempre químicamente para cumplir con unos estándares, ya sean macronutrientes u otros compuestos, que cubran las expectativas de lo que (erróneamente) se establece como dieta de adelgazamiento, dieta para ciertas intolerancias o cualquiera de las etiquetas que componen los distintos tipos de alimentos procesados. Ni son naturales, ni son saludables, ni son metabolizados de forma correcta en el organismo. Además, si no te sienta bien la leche, ¿por qué te empeñas en tomarla? Tienes muchas otras alternativas.
4.- Controla el consumo de almidones
Los almidones son un tipo de carbohidrato producido por las plantas y almacenado como reserva nutritiva para cuando necesiten aporte de alimento. Se encuentran en los granos (cereales, pseudo cereales y leguminosas), frutos secos, algunas frutas no maduras y tubérculos. Se empiezan a digerir en la boca para desdoblarse en moléculas de glucosa que terminan en el torrente sanguíneo para almacenar una parte en el hígado, en forma de glucógenos, y para subministrar energía a los diferentes órganos y estructuras del cuerpo. Este proceso obligará al páncreas a secretar insulina para metabolizar la glucosa con lo que si se ingieren más azúcares de los que se necesitan, se forzará la función pancreática, lo que puede desencadenar en una resistencia a la insulina, que causará la Diabetes tipo II. Sí, el almidón contribuye al exceso de azúcar en sangre porque ya lo tomas con las frutas, vegetales y los alimentos industriales que los contienen entre sus ingredientes.
Puede que te identifiques desayunando un “bocadillito”, tomado una galleta a media mañana, un plato de pasta a mediodía, otro” bocadillito” por la tarde y cenes una tortilla con unas rebanadas de pan. ¿No es tan descabellado, verdad? Pues si a esto le sumas los productos procesados que contienen almidones tan sólo para obtener más cantidad de producto final o para modificar texturas (salchichas, quesos, embutidos, preparados para veganos, cremas, salsas,..), la lista se vuelve interminable.
5.- Apúntate al vegetal
Asegúrate de comer suficientes vegetales al día. No descuides las hojas verdes como lechugas, canónigos, espinacas o acelgas. Añade crucíferas como el brócoli, las coles de Bruselas, la col Kale o la coliflor. Y pon mucho color con la remolacha, las zanahorias, calabaza, calabacín, espárragos,… En las verduras están contenidos un montón de vitaminas, minerales y otros compuestos que actúan de forma “medicinal” en algunas ocasiones. Aportan agua, fibra y un amplio espectro de nutrientes indispensables para garantizar el buen funcionamiento orgánico y la prevención de numerosas enfermedades.
En fin, esto es sólo una pincelada, un principio. Llámale... declaración de intenciones?
Pero bueno, mi consejo es que no te agobies, que vayas despacio y consciente del camino y que disfrutes de cada paso que des en beneficio de tu salud y la de tu familia. Y éste será verdaderamente el primer paso para conseguir tu propia “dieta perfecta”.