¿Te cuesta distinguir hasta qué punto es ansiedad o puedes tener alguna enfermedad?
Comprendo perfectamente tu preocupación.
Por este motivo hoy cuento con una gran autora invitada en mi blog. Ella es Maria Paz de Andrade de la Web del Dolor. Una gran especialista que te hará comprender lo mejor de tu dolor.
Te dejo con ella.
¿Te ha pasado alguna vez que te has sentido dolor (físico) y te han dicho que es ansiedad?
La ansiedad es un estado realmente perturbador. Puede afectar tu desempeño, tu capacidad de concentración y tus emociones.
Un gran número de personas ansiosas sienten angustia y un estado de alerta constante que, si bien son molestos, hacen que sea sencillo llegar al diagnóstico de que estos síntomas son reflejo de un estado de ansiedad subyacente.
Pero esta no es la única cara de la ansiedad. Hay muchas personas en las que se manifiesta de otras formas, haciendo que sea difícil reconocerla. En ellos ha recibido muchos nombres a lo largo del tiempo:
Dolor de espalda.
Tensión de los músculos del cuello.
Bruxismo.
Migraña.
Gastritis.
Colon irritable
Incluso fibromialgia.
En todas estas condiciones hay un síntoma común, el dolor. Esto nos muestra que…
Existe una relación estrecha entre dolor y ansiedad.
Hoy tengo el placer de compartir con ustedes estas líneas. En las que me gustaría mostrarles las experiencias de quienes día a día acuden a mi consulta buscado ayuda para solventar su dolor crónico.
Muchos de ellos con la firme creencia de que su cuerpo es una cosa y sus emociones otra totalmente distinta.
Entendiendo mejor al dolor y la relación dolor y ansiedad
El dolor es un síntoma muy molesto. En un trastorno que afecta a quien lo sufre y a quienes se encuentran a su alrededor.
En la medida que persiste y progresa, va llevándose por delante a la persona. Su voluntad, sus amigos, su familia y su independencia.
No podemos separar nuestro cuerpo de nuestras emociones. Son una unidad indivisible, al punto que los cambios en uno se reflejan en el otro
Aunque el dolor se explique en términos de sensaciones y limitaciones físicas. Las emociones también son afectadas.
Y es aquí donde comienza el círculo vicioso entre dolor y ansiedad: El dolor produce ansiedad. Angustia y depresión. Y esos sentimientos producen más dolor. El juego esta trancado.
¿Por qué ocurre el dolor?
El dolor tiene una importante función en el organismo: nos protege.
Sentir dolor es la forma en que el cerebro nos hace saber que estamos en riesgo de sufrir un daño, o que este ya ha ocurrido.
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Cuando sufrimos una lesión, el daño en los tejidos libera sustancias que activan a las estructuras llamadas receptores. Estas transmiten esta información al cerebro, lo que permite que hagamos conciencia de la situación y tomamos medidas al respecto.
Una explicación científica para entender por qué duele
Para no perder tiempo, parte de la señal que liberan estos receptores que te comentaba, no llega al cerebro. Sino que se desvía en la médula espinal para activar un reflejo de huida.
Es por esta razón que retiramos la parte del cuerpo de forma inmediata. Minimizando el daño, las estructuras se reparan y el dolor desaparece.
Este es el típico arco reflejo. Te quemas un dedo y lo retiras del fuego de forma automática.
Este final feliz puede variar en algunos casos. La lesión sana y el dolor se queda.
¿Por qué me duele el cuerpo si no tengo ninguna herida o enfermedad?
Aquí no cabe duda de que el dolor ya no es un mecanismo protector. Algo sucedió y el dolor persiste por días, semanas o meses, apareciendo así lo que se conoce como dolor crónico.
Volviendo al punto de que el dolor es la forma en que el cerebro nos hace saber que existe un riesgo. La ansiedad viene a ser una señal interna de tal situación.
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El mensaje a nuestra conciencia, que termina por llevar a un estado de tensión física y temor frente al futuro.
El cerebro nos hace ver que hay que preparase para un cambio, lo cual no es malo, pero al igual que sucede con el dolor crónico, el problema comienza cuando la ansiedad se queda.
Los otros nombres del dolor
Muchas personas sienten dolor de forma continua. Es probable que no recuerden como ni cuando empezó, solo saben que está allí y lo sienten.
Ellos no suelen hablar de dolor. Cuando acuden a consulta se expresan en términos de…
Tensión muscular
Dolor en el cuello
Ardor en el estómago
Cólicos abdominales
Migraña
Y hasta insomnio.
Lo que sí está claro es que son síntomas que tienen algún tiempo, que no mejoran o que se alivian un poco y luego vuelven.
En muchos de ellos los estudios son normales. Laboratorio normal, radiografías sin hallazgos. Al hablar del tratamiento, los calmantes alivian un rato o incluso no tienen ningún efecto.
Si todo está bien, ¿Entonces qué sucede?
¡Tengo cáncer!
Es lo primero en lo que piensan después de consultar al Dr. Google. Para el grande de las búsquedas parece que cualquier síntoma indica una enfermedad maligna. Por suerte esto no es así, ¡Mucho cuidado con el Dr. Google!
El cerebro está entrenado para recibir información, procesarla y actuar. Su actuación se lleva a cabo por la acción del sistema nervioso y el sistema hormonal.
Se activa el programa equivocado
Cuando las señales que recibe son interpretadas como una amenaza, se activa el programa de riesgo y se ponen en marcha los mecanismos para afrontar el peligro y huir.
Uno de los sistemas que necesitamos para defendernos es el sistema musculoesquelético.
La actividad de los músculos permite movernos y de esta manera tomar acción. Pero si no vamos a ningún lado esa tensión se convierte en contracturas o nudos en los músculos, que llevan al desarrollo de dolor muscular.
Cómo entender la tensión y dolor en tu cuerpo
Por lo general el dolor se inicia en la espalda y luego pasa al cuello. Para abarcar los músculos de la cabeza produciendo una mayor tensión al morder que origina el bruxismo y el dolor opresivo en la parte de atrás de la cabeza que erróneamente se denomina migraña (no todos los dolores de cabeza son migraña). Estas son tal vez las manifestaciones más claras de la relación entre dolor y ansiedad.
Nuestros órganos internos también tienen músculos, aunque son de un tipo distinto. De hecho, existen tres tipos de músculos: el músculo esquelético, el músculo liso y el músculo cardíaco.
Volviendo a los órganos internos, la tensión de su tejido muscular se manifiesta de forma distinta:
Espasmos.
Cólicos.
Taquicardia.
Y dolor en el pecho.
Pero a la larga, ¿Qué es lo que origina estas molestias si todo esta bien, si no hay una lesión física como una artritis, una hernia discal, una infección o algo que lo explique?… muy sencillo: la ansiedad.
A la larga todos estos dolores no son más que la forma en la que algunas personas manifiestan su estado de ansiedad. Un estado que puede tardar un buen tiempo en ser identificado de forma correcta. Mientras tanto se van sumando los diversos síntomas de la ansiedad, angustia, insomnio y depresión.
Un dolor aprendido
Recuerden que hablamos de que el cerebro activa estas respuestas frente a situaciones que considera de alarma. El cerebro aprende a reconocer estas situaciones y activa la alarma cada vez que las identifica.
¿Y si el cerebro se equivoca?
El cerebro no es infalible. Es posible que por alguna razón identifique amenazas en donde no existen y active las alarmas, o lo haga de una forma desproporcionada frente a una situación.
Recordemos que el cerebro se encuentra dentro del cráneo, el necesita de muchas estructuras para poder percibir el entorno.
A veces para simplificar el trabajo. En lo que comienza a tener información no espera a tener todos los datos para llegar a una conclusión y actuar, sino que cuando tiene un número de ellos que le parecen suficientes activa un programa y listo.
Para que lo entiendas mejor es como cuando comienzas a escribir una frase en el buscador y antes de que termines Google la completa.
Esto lo hace porque recuerda otras búsquedas similares que has hecho. De repente la intención es brindarte la información que buscas más rápido, pero es muy probable que eso no es lo que estas buscando. Google se equivoca y tu cerebro también se equivoca.
El dolor crónico es producto de un comando erróneo
Este mecanismo hace que aparezca el dolor, la ansiedad o ambos, pero ahora sin un fin protector. Es decir, sin sentido.
El cerebro “asume” que va a doler y duele.
En ocasiones el dolor afecta el pecho y se acompaña por sudoración y taquicardia, es tan intenso que quien lo padece piensa que se trata de un infarto. Esto es típico de una forma muy intensa de ansiedad que se conoce como ataques de pánico.
¡Detente!
Cuando una persona cae en una crisis de dolor se paraliza. Es como si le faltara la respiración.
En esos días malos es posible que duela todo, que el cansancio lleve a la postración y que la ansiedad de paso a la angustia y a la desesperanza, que evidentemente no ve la salida.
No es cáncer, de hecho no tienes nada. Tu problema es un cerebro hipersensible que aprendió un patrón errado.
Este cóctel de emociones no hace más que empeorar todo. Por lo que hay tomar acción para detenerlo.
Desaprender para sanar
Cada vez que el cerebro crea que hay un riesgo, aunque este no exista realmente, encenderá las alarmas y de esta forma se pondrá en marcha el dolor. Esto ya esta programado, siempre será así.
Por suerte podemos cambiar la forma en que funciona nuestro cerebro.
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La única forma de controlar estos síntomas es haciendo que el cerebro desaprenda. Debemos ayudarlo a que reconozca estas situaciones como inofensivas para que deje de activar las alarmas.
Desactivando las alarmas para romper la relación entre dolor y ansiedad
La forma de romper este círculo vicioso es desactivando las alarmas.
Para ello debemos hacerle comprender al cerebro que esas situaciones que desencadenan sus respuestas no solo no son nocivas, sino que son además inofensivas.
Para lograr esto se debe trabajar por una parte enseñando a la persona los aspectos relacionados con los mecanismos que producen el dolor. Y por otra cambiando la forma de afrontarlo. Esto último lleva a cambiar la conducta que se toma frente a las situaciones que desencadenan la ansiedad que lleva al dolor.
En este último aspecto es donde intervienen nuestros amigos los psicólogos, parte importante del equipo que asiste a las personas con dolor crónico.
Hay varias herramientas que pueden ayudarte, Yaiza te las explica muy bien en este artículo donde nos enseña como prevenir la ansiedad. No te limites a leerlo, debes poner en práctica las estrategias que allí se explican.
Con respecto a la enseñanza de los mecanismos que llevan a que el cerebro se vuelva alarmista, este proceso busca explicar que esta pasando. Esto tranquiliza mucho al paciente, ya que permite dar respuesta a las preguntas que siempre hacen en la consulta:
¿Qué me pasa? Este dolor debe venir por alguna razón…
Al explicar que en realidad no hay nada dañado en el cuerpo del paciente, que ningún tumor amenaza su vida (hoy en día varios tipos de tumores malignos son curables y controlables) se da un paso importante hacia el alivio permanente.
¿Por qué los medicamentos no me alivian? Me pasan por encima…
Existen muchos tipos de medicamentos para el dolor. Los más usados son los analgésicos anti inflamatorios, aquí se encuentran el…
Ibuprofeno.
Diclofenac.
Meloxican
Naproxeno.
Ketoprofeno.
Entre otros muchos otros.
Si no hay inflamación, estos medicamentos no tienen nada que hacer, solo producir gastritis y favorecer la aparición de moretones en la piel.
Tramadol.
Antidepresivos (duloxetina, venlafaxina, amitriptilina).
Anticonvulsivos (pregabalina, gabapentina, entre otros).
Estos medicamentos se usan para un tipo de dolor específico, debido a lesiones de estructuras nerviosas: El dolor neuropático.
Si no hay tal lesión, no hacen nada, no alivian o tienen un efecto muy leve al esperando en relación con su gran potencia como analgésicos.
Cambiando el cerebro
Los estudios clínicos llevados a cabo con personas afectadas por dolor crónico, han puesto en evidencia que los mecanismos relacionados la experimentación de esta molestia son capaces de cambiar la forma en que trabajan algunas regiones del cerebro.
Las células cerebrales, llamadas neuronas, se relacionan entre sí gracias a las conexiones de sus prolongaciones, conocidas como sinapsis. El establecimiento de nuevas conexiones es el mecanismo por el cual se favorece la activación de las alarmas. Por suerte es un proceso reversible.
Para revertirlo no es necesario usar medicamentos. El cerebro las creó y el cerebro las puede eliminar.
¿Cómo desactivar el dolor y la ansiedad de tu cuerpo?
¿Cómo hacerlo? Gracias a los pensamientos.
A través de los pensamientos podemos modificar las creencias. Tenemos que convencer al cerebro de que no existe tal situación de alarma. Que la vida no corre ningún peligro y por lo tanto no debe actuar de forma “alérgica” sino de forma tolerante.
Esa es la clave, tolerancia. La mejor forma de romper esa relación patológica entre dolor y ansiedad.
Una buena forma de hacerlo es a través de la meditación. A continuación te dejo en enlace a un artículo en donde te explico la forma en la que meditar ayuda a aliviar el dolor cronico.
Esta es una buena forma de comenzar a regularizar la función alterada de un cerebro que hace que una persona sana termine con un dolor crónico.
Muchas veces eso que llamamos dolor es uno de los síntomas de un problema más grande: la ansiedad.
Despidiéndome
Este tema puede ampliarse mucho más, la relación entre dolor y ansiedad tiene muchas formas, pero la idea no es saturarlos, un paso a la vez. Posiblemente habrá más información en un nuevo post, un curso o un ebook. Así que estén atentos…
Por el momento les invito a que continuemos desarrollándolo en los comentarios. Así lo hacemos más dinámico y de utilidad para los lectores. La idea es que puedan comenzar a dar pasos en el camino a alcanzar un cerebro armónico y en paz que no tenga cabida para el dolor y la ansiedad.
Quiero agradecer a Yaiza por permitirme pasar por su blog y compartir estas líneas con sus lectores. Valoro mucho todos los esfuerzos que haces para ayudar a tu audiencia a controlar la ansiedad y vivir en calma. Te deseo que continúen los éxitos en esta gran labor que llevas a cabo.