El mundo cambió el 11-S, y con él la vida de muchas personas. Una de ellas es John Thurman. Él, que había servido en Corea, Kuwait y Arabia Saudí y había vuelto para contarlo, se encontraba en el Pentágono cuando uno de los cuatro aviones usados como armas se estrelló, matando a 125 personas.
John sólo conocía a 26 de las víctimas. No todas eran amigas, pero sí personas con las que coincidía en el día a día. Reuniones de trabajo, charlas de ascensor, cafés y comidas les habían unido en aquel lugar, centro de la inteligencia estadounidense, y donde les vio con vida por última vez.
«Cuando oí la explosión pensé que era una bomba —relató años después—. Todo estaba a oscuras y no podíamos salir corriendo por el humo». Lo único que podían hacer era gatear hasta una salida que no sabían si todavía existía o estaba bloqueada por los escombros. Fueron más de 20 minutos respirando queroseno, el combustible del avión.
Cuando consiguió escapar fue atendido por los servicios médicos y entubado. Despertó al día siguiente en el hospital y, al conocer la magnitud de lo ocurrido, empezó a sentirse muy mal, más allá de las dificultades para respirar. Se trataba de las primeras manifestaciones del Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT).
Muchos habían muerto, por lo que él, un superviviente, debía sentirse agradecido. Estar expuesto al queroseno solo le había causado daños en los pulmones. Pero eso no le reconfortaba y se sentía peor que nunca. Pronto volvió al trabajo y en los seis meses siguientes aumentó su ansiedad.
No sabía qué hacer para dormir y para disminuir el estrés, hasta que alguien le recomendó el Yoga.
El Yoga fue su salvavidas
«Lo había probado todo —recuerda John—. Cuando me propusieron hacer Yoga acepté porque estaba desesperado». Da la impresión al leer sus palabras que no tenía demasiada confianza en las asanas. No sabía que el Yoga sería lo que le curaría de la misma manera que el queroseno le había dañado los pulmones: desde el interior.
«Muy rápido, en unas cuantas semanas, yo ya sentía algunos de los beneficios». Por fin podía sentirse bien, relajado, lejos de la hipervigilancia constante. También podía dormir y descansar realmente. Eso le llevó a querer conocer más a fondo el Yoga y recibir cursos de formación. Finalmente tomó una decisión que marcó su vida desde entonces: abandonó su trabajo en el Pentágono como analista para iniciar una etapa como instructor de Yoga en el mismo centro.
Difundió el Yoga entre veteranos, militares en activo y civiles del Pentágono
John Thurman transformó el peor día de su vida en algo bueno, ayudando a centenares de personas a superar los horrores de la guerra, que afectan a buena parte de los veteranos, y el estrés de los oficinistas del Pentágono y de la Secretaría de Defensa.
A los excombatientes se les recetan drogas altamente adictivas con efectos perjudiciales a medio y largo plazo. La alternativa que proponía John Thurman era realizar una hora de Yoga al menos una vez a la semana en el gimnasio del Pentágono.
Convenció al Pentágono gracias a que presentó el Yoga de manera muy atractiva: «Por un lado, se trata de un gran entrenamiento. Haces cardio y aumenta tu fuerza, a la vez que trabajas la flexibilidad y longitud de tus músculos. La otra razón es que tendría muchos beneficios específicos para los miembros del servicio y los veteranos».
Cuando consiguió el permiso para dar clases en el Pentágono y estas comenzaron, se sorprendió de la cantidad de hombres y mujeres que asistieron. Lo que no le sorprendió fue la cantidad de ellos que repetían semana tras semana ya que, como él cuando descubrió el Yoga, veían sus maravillosos efectos. El insomnio, la ansiedad y la depresión desaparecían al ritmo que sus clases contaban con cada vez más alumnos.
Las clases de Yoga de John Thurman se extienden fuera del Pentágono
Si al principio los veteranos que recibían las clases eran aquellos que al volver trabajaban en el Pentágono, John consiguió que fueran muchos más. Retirados por heridas de guerra, otros que volvieron a la vida civil… todos recibieron y reciben el apoyo del Yoga a través de John.
Todavía hay mucho que hacer. El centro de Yoga de John Thurman atiende a muchas personas, en parte gracias al boca a boca y también a que la Administración de Salud de Veteranos de EE.UU. ha incluido el Yoga en las terapias alternativas para el TEPT.
La lección final
A John le marcó el 11-S y pudo superarlo gracias a aquella persona que le recomendó el Yoga. «Me alegra haber logrado recuperarme y vivir mi vida. Tengo la responsabilidad de hacerlo. Por las personas que perdieron su vida aquel día, tengo la responsabilidad de vivir y ser feliz».
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