No llores... que va a pensar la gente. Tu no vales para eso. Eres demasiado o no eres suficiente... Sin un título universitario no vas a encontrar trabajo. El sexo es algo sucio. El dinero corrompe... Y podría seguir así hasta el infinito, todo esto son creencias limitantes.
Cuando somos niños no tenemos pensamiento crítico, nos creemos todo aquellos que nos dicen, sobre todo de los mayores, sin tener las herramientas para valorar si se trata de una cosa real para nosotros o no. Ahora como madre, ¿cuántas veces les has dicho a tus hijos cosas que no son 100% ciertas para que se porten bien o simplemente para que no se hagan daño? A menudo también son nuestros miedos y creencias limitantes los que hablan a través nuestro.
Y entonces que ocurre, los niños se lo toman como una verdad universal, y como no lo verifican, pues queda fuertemente arraigado en su interior, creando la base de su manera de pensar. Crecemos con ello y vivimos de acuerdo con esas creencias, defendiéndolas a capa y espada.
Cuando nos convertimos en adultos y salimos al mundo, nos damos cuenta de que la realidad muchas veces contradice nuestras creencias limitantes, y nos enfadamos con el mundo porque no cumple nuestras expectativas y luchamos ferozmente con la realidad. Fruto de esa lucha, aparece el sufrimiento que se presenta en forma de jefe déspota o compañero de trabajo que nos hace la vida imposible, ataques de ansiedad o estrés, problemas de salud, mi pareja no se comporta como yo necesito, mis hijos no me obedecen... Y tropezamos una y otra vez con la misma piedra. Acabamos teniendo la sensación de que las cosas nunca nos salen bien, ¿por qué siempre me pasa esto a mí?
El problema reside en seguir utilizando creencia de nuestra niñez cuando somos adultos. ¿Tu usarías un zapato del número 35 teniendo un 38? No, ¿verdad?, porque si logras introducir el pie, te dolerá y no podrás dar ni un paso. Pues con las creencias pasa lo mismo, hay que desterrar las que ya no son válidas para ti porque, si no, vives autolimitada, encarcelada y no te permiten ser feliz.
Pues bien, quiero compartir esto contigo, fruto de mi experiencia y del prueba-error.
Una cosa que considero muy importante es ser consciente de que la realidad es como es.
Si, parece muy obvio, pero si lo piensas hay cosas que siempre te parecerán buenas o malas y crees que es así para todo el mundo pero eso no es verdad. Las cosas son como son, ni buenas ni malas, ni feas ni bonitas, simplemente son. Los adjetivos se los ponemos nosotros según nos son beneficiosas o nuestra manera de ver el mundo. Además, no puedes cambiarlas y luchar para intentar que sea distinta, te va a llevar a la frustración y a la infelicidad, y consecuentemente a la enfermedad. La respuesta no está fuera. Lo que suele funcionar es mirar hacia dentro en tu interior y pensar porque quiero cambiar esto, que es lo que no acepto de esta situación.
Elige una creencia limitante como por ejemplo: no soy capaz de conducir, fórmate y simplemente hazlo. Sé que te dará miedo pero solo rompiendo esta creencia te darás cuenta de todo tu potencial y habrá valido la pena.
Cuando ya estás harta de sufrir es cuando buscas una solución. Yo he pasado por este proceso, (y sigo puliéndolo) y no es un camino de flores. Hay altibajos y remover los miedos no es nada sencillo. Pero, una vez desmontes una creencia limitante, las demás se tambalearán porque, si una no era válida, ¿por que las demás sí lo son?
Si yo he podido hacerlo, tú también puedes.
Te animo a que emprendas este camino, mejor si es con el apoyo de alguien que ya lo haya transitado, que te acompañe y te apoye. Porque una versión más feliz de ti misma te espera a la vuelta de la esquina.
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.