Craneosacral como apoyo a la lactancia materna

Craneosacral ayuda en la lactancia materna


Las técnicas de liberación craneosacral, especialmente en pediatría, suelen ofrecer resultados sorprendentes. La expresión “¡parece magia!” es habitual tras las primeras experiencias con este tratamiento tan sutil como efectivo.

En algunos casos, incluso tras años de práctica, la eficacia sorprende al propio especialista, que bien podría creer que sí, que se trata de magia, de no ser porque es bien conocida la justificación anatómica y fisiológica, de la que damos cuenta en este artículo.

Desde el primer contacto, la respuesta autocorrectora innata de los tejidos se activa, y las relaciones entre estructuras corporales, transmitiendo la tensión y liberándola de un lugar a otro del cuerpo, se encargan de lo demás.

Una amplia gama de interrelaciones explican la aportación de la técnica craneosacral al cuidado y mantenimiento de la salud, específicamente en apoyo a la lactancia materna y, en general, a la sincronía entre la madre y el bebé, que facilitarán un buen crecer y un buen vivir.

La lactancia materna plena y satisfactoria es el corolario a una adecuada interacción entre el pecho de la madre y la boca del bebé; esto es sólo la punta del iceberg del encuentro entre los mundos de ambos. Multitud de factores externos e internos pueden interferir, complicar e incluso impedir que esta sincronía se produzca.

Desde el enfoque de la Técnica Craneosacral constatamos “clínicamente” tres líneas causales en las dificultades para amamantar:

Físicas (mecánicas). Restricciones en determinadas estructuras del cuerpo del bebé, frecuentemente ocasionadas durante el encaje o al atravesar la pelvis materna en el nacimiento, o por el uso de instrumental (fórceps, ventosas, etc.).

Químicas. Asociadas a sustancias que se encuentran en el cuerpo de la madre antes del alumbramiento o son administradas durante el parto (drogas, oxitocina sintética, anestesias, medicamentos...).

Emocionales. Estados mentales y emocionales de la mujer durante el proceso de gestación, parto e inicio del proceso de crianza y amamantamiento. El estrés y la presión a que se ve sometida la madre se transfiere habitualmente al feto y al recién nacido, que percibe como propio lo que ocurre a su alrededor.
 
John E. Upledger, creador de la técnica craneosacral


La técnica craneosacral ha mostrado su utilidad ante la mayoría de estas alteraciones y efectos secundarios, actuando sobre las principales estructuras anatómicas directamente relacionadas en el proceso de lactancia; pero sobre todo, a partir del trabajo con el tejido fascial (la fascia), verdadero hilo conductor de todo el proceso evaluador y corrector realizado con la técnica craneosacral, desarrollada por el médico y osteópata John E. Upledger.

Anatomía vinculada a la lactancia

Observamos un enfoque global del individuo, considerando al bebé y a la madre como un todo integrado, en permanente fluctuación e interacción. Sin embargo, algunas estructuras anatómicas se vinculan más directamente a las posibles dificultades en la lactancia.

Los huesos y musculaturas del cráneo, cara y cuello del bebé, y particularmente el hueso hioides, bajo la mandíbula, fundamental en el movimiento de la lengua y el proceso de la deglución, dada su proximidad a la boca del lactante, pueden interferir en la lactancia.

Durante las últimas etapas de gestación y encaje en la pelvis materna, la bóveda y la base craneal se ven sometidas a presión. El proceso de nacimiento implica un solapamiento y modelado de las pequeñas tapas óseas que se van desarrollando sobre la membrana meníngea más externa, la duramadre. Hasta el mejor parto supone un potencial sufrimiento y desajuste óseo que conviene revisar.

Entre los huesos del cráneo, poseen especial protagonismo el occipital, el esfenoides y los temporales, ya que junto al frontal, parte de los parietales y el etmoides, conforman la base craneal, que aloja el encéfalo.

A través de ellos, o de sus suturas, se proyectan los 12 pares de nervios craneales, esenciales para un adecuado funcionamiento sensitivo y motor. De ellos dependen el control de la lengua, el gusto y el olfato, la sensibilidad cutánea del rostro y la operatividad de las musculaturas de cara, labios y boca, laringe y faringe. Además, gestionan el funcionamiento de diversas glándulas y órganos vitales como el corazón, tráquea, bronquios, pulmones, y buena parte del sistema digestivo.

La mandíbula y el vómer son también fundamentales en la lactancia. La primera se conecta muscularmente al esfenoides - hueso llave del sistema óseo craneal y de la movilidad asociada al mecanismo craneosacral - a ambos temporales, al hioides y a la lengua. El vómer, sobre el paladar duro y en conexión directa con el esfenoides y el etmoides, está íntimamente ligado al mecanismo reflejo de la succión.

A partir de la detección de anomalías en la articulación entre los huesos, o en el trayecto de vasos sanguíneos y nervios, aplicando la técnica craneosacral se liberan las estructuras comprometidas para que puedan seguir operando con normalidad.

Musculatura

Además de la lengua, numerosos músculos repercuten en la eficacia de la succión y deglución.

Por la relación ósea entre el hueso esfenoides y la mandíbula, consideramos los músculos pterigoideos laterales y mediales, que reflejan inmediatamente cualquier desequilibrio en el sistema craneosacral o viceversa; también los músculos que conforman el denominado “suelo de la boca”: los digástricos, milohioideos, estilohioideos, hioglosos (el origen o raíz de la propia lengua) y los genihioideos. Éstos, junto a los infrahioideos y los retro hioideos, establecen relación con el hueso hioides, en una clara función compensadora del trabajo muscular en la garganta, clave en la deglución, la fonación y el equilibrio cráneo-cérvico-mandibular.

Es necesario mencionar los músculos temporales - que conectan los huesos temporales, parietales, frontal, esfenoides y la mandíbula - los músculos maseteros - implicados en la masticación - y toda la musculatura alrededor de la boca: orbiculares, buccinadores, mentoniano, depresores y elevadores del ángulo de la boca, etc.

Craneosacral como apoyo a la lactancia materna: músculos que ayudan en la succión y deglución


La lengua

La lengua es la principal artífice del agarre del pezón hacia el paladar, estructura ósea esencial en el tratamiento craneosacral, y a partir de la cual se evalúan y resuelven diversas alteraciones, no sólo en bebés, sino también en niños y en adultos.

Asegurar la correcta funcionalidad de la musculatura que conforma la lengua es crucial para la lactancia. La técnica craneosacral promueve la relajación de cualquier tensión en esa musculatura y, más allá del órgano en sí, evaluará y trabajará sutilmente los componentes fasciales, membranosos o nerviosos que pudieran estar alterando la función de alguna de las estructuras mencionadas.

Fascia, meninges y sistema craneosacral

La fascia

Dada su capacidad de reaccionar a un preciso contacto intencional, la fascia es el verdadero artífice en el éxito de la técnica craneosacral. Comprender su eficacia implica conocer las características y peculiaridades del tejido fascial.

La fascia es una estructura de tejido conjuntivo que se extiende ininterrumpidamente por todo el cuerpo, conformando una red de envoltorios tridimensional. Cada estructura anatómica, desde el más pequeño nervio o capilar hasta el órgano interno más grande o complejo, está recubierto por al menos una lámina fascial.

Es la continuidad de este tejido quien otorga el sentido de interconexión, de globalidad al trabajo craneosacral. A través de la fascia se transmiten las tensiones o restricciones de movilidad en el cuerpo. Siguiendo esas tensiones con las manos, reconociendo las áreas de bloqueo o restricción es posible determinar dónde se debe actuar.

La fascia se compone de una sustancia fundamental muy hidratada y de consistencia gelatinosa, un entramado de fibras de varios tipos (reticulares, de colágeno y elásticas), y de células diversas (según el lugar del cuerpo donde se encuentre: adipocitos, macrófagos, mastocitos, fibroblastos, etc.).

Entrelazándose según las necesidades de la zona en cuestión, el colágeno tiene función estructural; responde a la agresión, interna o externa, reforzando estos enlaces para proteger mediante una mayor solidez, en detrimento de la adaptabilidad y movilidad del tejido, que tratan de garantizar las fibras elásticas.

El adecuado equilibrio entre estos dos tipos de fibras y una hidratación justa del tejido -sustancia base - aseguran la funcionalidad y la salud. Las técnicas craneosacrales activan la rehidratación, contribuyen a romper los enlaces excesivos entre fibras de colágeno, y estimulan la producción de fibras elásticas (elastina) por los fibroblastos.

Las meninges y el tubo dural

Desde el enfoque craneosacral, la parte más importante del sistema fascial son las meninges, que revisten el interior de la cavidad craneal y descienden por el canal vertebral conformando el denominado tubo dural.

Tres membranas constituyen el envoltorio del Sistema Nervioso Central:

Piamadre: la más interna, que tapiza cada repliegue del tejido cerebroespinal, está muy vascularizada e inervada, y juega un papel principal en la nutrición celular de encéfalo y médula.

Aracnoides: aunque ligeramente separada de la anterior, mantiene la conexión a través de las trabéculas aracnoideas. Entre ambas está el espacio subaracnoideo, por donde circula el líquido cefalorraquídeo (LCR).

Duramadre: la más externa y sólida, protege, cuida y sostiene el preciado contenido de su interior. Constituye la frontera externa del sistema craneosacral. La duramadre conecta el occipital y el resto de huesos que conforman la cavidad craneal con el complejo sacrocoxígeo, discurriendo libremente desde su inserción en el foramen magno occipital, con contacto en la segunda y tercera vértebras cervicales, hasta el segundo segmento sacro, convirtiéndose finalmente en el periostio del coxis.

Craneosacral como apoyo a la lactancia materna: las meninges y el tubo dural


El sistema craneosacral (modelo presostato)

Según el modelo presostato, propuesto por el doctor John E. Upledger, el sistema craneosacral es un “sistema hidráulico semicerrado” cuyos componentes principales son:

Contenedor cerrado: la duramadre.

Fluido interno: el LCR.

Sistema de producción hidráulica en los plexos coroideos de los ventrículos cerebrales.

Mecanismo de regulación del flujo de producción, con receptores de compresión / estiramiento en la sutura sagital.

Mecanismo de reabsorción de fluido en las granulaciones aracnoideas. El LCR es un filtrado y refinado de la sangre arterial, altamente proteínico, que se produce al circular ésta por los plexos coroideos del sistema ventricular cerebral. Este fluido funciona como equilibrador del pH, nutriente de aminoácidos y responsable de la eliminación de toxinas en el Sistema Nervioso Central.

El doctor Upledger descubrió que ese flujo permanente de producción y reabsorción del LCR, que él denominó “ritmo craneosacral”, fundamental para el correcto funcionamiento del SNC y del resto de sistemas, se podía sentir con las manos, especialmente en los huesos del cráneo y en el sacro-coxis, aunque también es perceptible y susceptible de estimulación en todo el cuerpo, gracias a la transmisión fascial del movimiento o de su interrupción.

La habilidad del especialista en técnica craneosacral consiste en sentir ese impulso rítmico, evaluar sus cualidades (simetría, frecuencia, calidad y amplitud) e inducir su equilibrado con una sutil presión manual que no supera los cinco gramos. Armonizar el funcionamiento de este mecanismo esencial potencia la homeostasis corporal y, por tanto, la salud y el bienestar.

Una intervención temprana con craneosacral en recién nacidos, bebés y niños puede resolver problemas que hayan ido surgiendo, pero sobre todo prevenirlos, ahorrando sufrimiento al entorno familiar.

Las relaciones nerviosas

Considerar algunas relaciones de tipo neural amplía nuestra comprensión de la variedad de situaciones potencialmente involucradas en las dificultades de la lactancia, y en otras sintomatologías habituales en bebés (trastornos digestivos, respiratorios, circulatorios, musculoesqueléticos, etc.).

La transmisión nerviosa puede verse afectada de diversas formas. Así como los nervios pueden sufrir compresión (ósea, fascial, membranosa) en su trayecto de salida de la cavidad craneal, suele ocurrir en otras zonas del cuerpo - salida de los nervios raquídeos del canal vertebral, paso a través del diafragma del nervio vago o del nervio frénico, o entre la primera costilla y la clavícula en el caso del plexo braquial, etc. Estos sutiles atrapamientos ocasionan disfunciones sensitivas o motoras, más o menos graves, factibles de solución mediante la técnica craneosacral, que eventualmente las hace desaparecer.

Los nervios craneales

Envueltos en una prolongación fascial de la vaina dural, los nervios craneales son susceptibles de transmitir la tensión membranosa procedente de otro punto del sistema craneosacro.

Craneosacral como apoyo a la lactancia materna: los nervios craneales


El nervio olfatorio es el primer par craneal y actúa como protagonista en la lactancia, al permitir al recién nacido detectar la presencia del pecho materno y orientarse hacia él. Sus receptores sensitivos se encuentran en la mucosa nasal, y las fibras del nervio atraviesan la lámina cribosa del hueso etmoides para reunirse en los bulbos olfatorios, prolongaciones del propio tejido cerebral. Por su relación directa con el hueso esfenoides, este nervio es muy vulnerable a alteraciones del mecanismo rítmico del sistema craneosacral, y también puede verse afectado por compresión en la cara - huesos zigomáticos, maxilares o nasales - durante el encaje fetal o durante el parto.

El nervio trigémino (NC V) es sensitivo de la cara y de la cavidad bucal, entre otras estructuras. El contacto con la piel de la madre, alrededor de la boca, proporciona al lactante la información imprescindible para ajustarse a la proximidad del pecho, sentir el pezón dentro de la boca e iniciar la succión. Esto requiere coordinación con la musculatura que inerva el nervio facial (NC VII) - músculos orbicular, buccinador, o elevadores y depresores de los labios superior e inferior respectivamente. Las tres ramas del trigémino y el trayecto del facial atraviesan fisuras, orificios o conductos, donde la transmisión nerviosa puede quedar comprometida, y que son factibles de revisar y liberar con la técnica craneosacral.

Tres nervios que pasan juntos a través del agujero yugular - unión entre los huesos temporal y occipital - se pueden considerar un “sistema único” que, además de funciones motoras y sensitivas, ejerce una relevante función en el control parasimpático. Se trata del nervio glosofaríngeo (NC IX), el nervio vago (NC X) y el nervio espinal accesorio (NC XI). Sin entrar en detalles, hay que mencionar el control sensitivo de la lengua, mucosas bucales y garganta, de las glándulas correspondientes, y las musculaturas laríngea y faríngea, así como de vísceras como los bronquios, el corazón y buena parte del sistema digestivo. El espinal accesorio, por su parte, inerva los músculos esterno-cleido-occipito-mastoideos y el trapecio, muy importantes para el movimiento y posición adecuados de la cabeza respecto al pecho de la madre.

Mención aparte merece el nervio hipogloso (NC XII), que ejerce el control motor de la musculatura de la lengua, y abandona el cráneo por un conducto en la base de los cóndilos del occipital. Éstos y las facetas articulares del atlas, primera vértebra cervical, presentan frecuentemente encaje tras el parto.

La liberación de todas estas estructuras genera cambios y promueve resultados sorprendentes, no sólo en bebés y en relación a la lactancia; niños y adultos con dificultades respiratorias, trastornos digestivos y/o problemas de comportamiento, hormonales, circulatorios, y de tipo emocional, obtienen notables beneficios al utilizar técnicas de liberación craneosacral.
 

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