Cuando nos asaltan emociones que catalogamos como negativas: ya sea miedo, angustia, ansiedad, tristeza... optamos muchas veces por obviarlas, hacer como que no existen, seguir con nuestro día a día como si la actividad frenética fuese a hacerlas desaparecer sin más. El resultado no es que no desaparecen sino que en muchos casos se cronifican. Es decir, esa emoción que no es atendida por nosotros, busca ser escuchada y por lo tanto se va manifestar tantas veces como haga falta hasta que sienta que es vista. Y eso coloca a la persona en una sensación de pérdida de control sobre el propio cuerpo emocional.
En otros casos, pueden derivar también en enfermedad psicosomática forzando a la persona a parar de manera literal su ritmo de vida. Y en esos casos muchas veces atendemos sólo al cuerpo físico pero no a la herida emocional que lo ha desencadenado, volviendo la enfermedad en algo cíclico que se reproduce una y otra vez cada cierto tiempo.
Las emociones malas no son más que el síntoma que nos avisa que estamos pasando por alto algún conflicto no resuelto.
En realidad para iniciar una sesión o proceso de coaching no es del todo necesario saber cuál fue el momento inicial en el que derivó la situación actual del cliente. Pero yo procuro poner durante un breve espacio de tiempo el foco en ello, para dar posibilidad de aprendizaje a la persona de la importancia de la conciencia emocional de uno mismo.
Qué serie de emociones he experimentado en el día de hoy, y qué dicen esas emociones de mí, es un ejercicio interesante que nos puede ayudar y sin duda nos conduce a un estado de salud no sólo mental, sino global. Sólo cabe un requisito para ello, el acercarse a nuestras reacciones emocionales sin juzgarlas, simplemente observarlas y querer aprender la lección que tras ellas se esconde para crecer día a día como seres conscientes.
Trucos para trabajar las emociones
A continuación te dejo unos trucos para trabajar las emociones en el tu día a día:
Cuando te asalte una emoción déjala sentir.
Respírala, eso significa que respires y le des espacio. Con ello no sólo se sentirá escuchada sino que evitarás que vaya a más. El hecho de respirar también te hará sentir más relajada/o.
A continuación, piensa que pensamiento o situación la ha generado.
Por último, no la juzgues, y extrae el aprendizaje que hay detrás de ella.
Como creo profundamente en la gratitud, no está de más que agradezcas a esa emoción toda la sabiduría que en ese momento está aportando a tu vida. Gracias siempre es una bonita palabra.
Mònica Sánchez Verdes