Se produce cuando se desarrolla un tumor maligno en el esófago, el órgano que une la cavidad bucal y la faringe con el estómago. Existen dos tipos de cáncer de esófago: carcinoma escamocelular y adenocarcinoma (el más común de los dos).
Aparte de los factores de riesgo que aumentan las probabilidades de sufrir casi cualquier cáncer, como pueden ser el tabaco, el alcohol, una dieta poco equilibrada o la edad (cuanto más mayores más riesgo) hay que sumar los siguientes para esta enfermedad en concreto:
- Raza: las personas de raza negra tienen el triple de posibilidades que las de raza de blanca de verse afectados.
- Ingestión de ácidos y álcalis fuertes: estas sustancias se encuentran en casi todos los productos de limpieza, por lo que hay que ser muy cuidadosos en alejarlos de los niños.
- Bebidas muy calientes: pueden acabar dañando la mucosa del esófago.
También nos hace más vulnerables a la aparición de un tumor maligno el hecho de haber sufrido alguna enfermedad previa en este órgano: esófago de Barrett, acalasia, síndrome de Plummer-Vinson, tilosis o infección por el virus del Papiloma Humano.
Sabremos que tenemos que acudir al médico cuando nos empiece a afectar alguno de los síntomas que señalamos a continuación:
- Disfagia: es el más significativo. Si tenemos mucha dificultad para tragar, ya sea alimentos o sólidos, cabe la posibilidad de que sea nuestro esófago el órgano que está dañado.
- Pérdida de peso: este síntoma está estrechamente relacionado con el primero. La dificultad para tragar nos lleva a cambiar nuestra dieta y a su vez cambia nuestro metabolismo, es por esto que la mayoría de personas que padecen cáncer de esófago han disminuido su peso.
- Otros: acidez, vómitos de sangre, dolor torácico...
Al acudir con alguno de estos síntomas al médico nos realizará pruebas si lo considera oportuno tras revisar nuestro historial médico y hacernos una exploración física. En dichas pruebas, el objetivo es detectar el tumor y conocer la fase en la que se encuentra para saber qué tratamiento se debe realizar. Este suele ser multidisciplinar y se basa en un protocolo que puede incluir la cirugía, la radioterapia y la quimioterapia.
También existen otros tratamientos para casos en los que el tumor impide al enfermo tragar cualquier alimento, aunque sea líquido. Pueden consistir en destruir parte del cáncer con láser para dejar hueco en el tubo que forma el esófago o en colocar una prótesis a través de una endoscopia que abra dicho conducto.
Después de toda la terapia y habernos curado es muy recomendable seguir realizando revisiones periódicas, sobre todo los tres primeros años para controlar que el cáncer no reaparezca. Y en el caso de que lo haga poder atajarlo en una etapa temprana.
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Fuente: Asociación Española Contra el Cáncer