La Chía es una planta de origen mejicano, cuya semilla ha sido ampliamente reconocida por sus beneficios. Las propiedades y de estas semillas, ya eran conocidas y aprovechados por varias culturas centroamericanas precolombinas, como los aztecas y los mayas.
La semilla de chía posee un alto contenido de ácidos grasos omega-3, compuestos antioxidantes (como flavonoides, beta-caroteno y tocoferol), vitaminas y minerales (calcio, fósforo, hierro y magnesio), según el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA-CSIC).
Aporta asimismo buena cantidad de proteínas de alta calidad nutricional. No poseen gluten, por lo que son aptos para el consumo de los celíacos.
Finalmente, podemos decir que esta semilla es rica en minerales como el calcio, el magnesio, fósforo, zinc y potasio, y en vitaminas del complejo B.
La dosis recomendada para un adulto es de dos a tres cucharaditas diarias. Puede ser consumida como semilla entera, añadiéndola a las ensaladas, aunque la forma más común de comer chía es mezclando las semillas con agua, zumo o algún alimento líquido. Pueden absorber muy rápidamente (en menos de 10 minutos) una gran cantidad de líquido entre 9-12 veces su volumen, siendo una fuente importante de fibra soluble pues crean un gel mucilaginoso. Es un remedio infalible para mejorar el tránsito intestinal y prevenir el estreñimiento. Otras de sus múltiples ventajas es que la semilla de Chía no tiene olor ni sabor, y es buena para todas las edades.
Yo le añado un par de cucharaditas al yogurt, y os aseguro que os harán sentir mejor.