Nuestro sistema digestivo es el gran mártir de nuestro organismo. No podemos vivir sin él (como el corazón y los pulmones) y es la frontera más grande entre el exterior y el interior (mucho más grande y complejo que la piel), tiene hasta 12 metros de largo.
El sistema digestivo es donde se concentra el 80% de nuestro sistema inmunitario para protegernos de todo lo que la comida podría hacer entrar como bacterias, virus, parásitos...
Es el responsable de la separación de los alimentos y de su buena descomposición y transformación en energía asimilable por nuestro organismo.
¡Algunos hablan de un segundo cerebro que se encargaría de la digestión!
Lo que sí está seguro es que absorbe grandes cantidades de energía para funcionar, que está en contacto con mucha contaminación y suciedad, que nadie lo cuida y que es el origen de muchas cosas (animo, energía, enfermedades,...).
Problemas del aparato digestivo
Los problemas de este órgano son:
Que no lo vemos y no sabemos en qué condiciones está.
Nunca descansa porque está siempre lleno y trabajando. No practicamos más el ayuno y comemos cada 4 horas en el día y 8 horas a la noche, cuando hace falta entre 8 y 12 horas para terminar un proceso de digestión.
Lo llenamos con comidas demasiado ricas (proteínas, grasas, azúcares, leche,...) que le cuesta mucho absorber y lo cansan en exceso.
Está abultado de substancias químicas nocivas que no reconoce y no sabe administrar y que guarda en las grasas (aspartamo o nanopartículas y todos los ingredientes químicos añadidos - conservantes, colorantes, ...).
Las consecuencias de todo esto es que tenemos un órgano vital que está en muy malas condiciones y al que le cuesta cumplir con su función. Además de no poder cumplir, se está degradando y esto tiene consecuencias directas sobre nuestra vida.
Lo más común es que una de las 3 partes del sistema digestivo se encuentre inflamada:
el estómago,
o el intestino (delgado o grueso),
o el colon.
Todo esto está dificultando su trabajo y hace que mandara señales al organismo de su malestar como crisis de acidez, reflujo, dolores gástricos, sales blandos, mala digestión, mal sueño, sensación de pesadez, falta de energía, ... Las señales son múltiples pero ¡no las escuchamos y seguimos con nuestros hábitos nocivos!
Además, el sistema digestivo es un órgano blando que como los otros órganos blandos (bazo, páncreas, vesícula biliar, hígado, vejiga, ...) estoca las emociones. Así que si tenemos un ritmo de vida frenético, con muchas responsabilidades y tensiones, estos órganos se verán directamente afectados.
Una mala alimentación, un ritmo de vida frenético y muy pesado, un entorno agresivo (aire contaminado, ruido, materiales artificiales: ropa, calzado, ...), son factores que afectan profundamente la salud de nuestro sistema digestivo y por ende nuestra salud entera. De ahí la aparición de trastornos de la piel frecuentes, eczema, herpes, irritaciones, rojizos hasta las placas de psoriasis y afecciones más severas.
La lógica importante que quiero subrayar aquí es el camino que toma la enfermedad para manifestarse. La psoriasis viene de dentro para fuera, no al reverso, no de fuera para dentro (caso de una herida abierta donde la infección viene de fuera para dentro).
Arcilla para mejorar los problemas del aparato digestivo
La cura debe seguir el mismo camino de dentro para fuera. Así que no sirve de nada poner capas y capas de cremas para aliviar los síntomas, y menos si son agresivas con nuestra piel... Lo que hay que hacer es restablecer la armonía interna, devolver paz al sistema digestivo y limpiarlo de toda la contaminación acumulada en nuestra vida.
Para eso tenemos la arcilla verde. Como ocurre con el uso externo, son los animales quienes nos enseñaron primero sobre los beneficios de la arcilla en su uso interno. En todo el reino animal, los únicos que no comen arcilla son los carnívoros puros. Todos los otros animales (mamíferos, pájaros e insectos) comen arcilla para la regulación del aparato digestivo.
Tanto para limpiarlo de parásitos, como para remineralizarlo o paliar una falta de comida, la arcilla siempre ha sido absorbida por los animales. Nosotros solo hemos continuado a hacerlo, como nuestros antepasados simios lo hacían, para nuestro más grande provecho.
Hoy en día, tenemos a nuestro alcance unas arcillas que permiten hacer curas sin ningún riesgo de alergia, reacciones o intoxicación.
Después de este tratamiento, la arcilla se vuelve perfectamente inocua. Se absorbe diluida (por la noche) en un vaso de agua mineral y tomada a la mañana en ayuno, por un periodo de 3 semanas. Repetimos el proceso dos veces al año, en la primavera y en otoño que son las temporadas de cambio y de limpieza.
Así, restableceremos los niveles de pH, de minerales y de oligoelementos. Sacaremos los contaminantes adheridos a la mucosa del estómago-intestino-colon. Sacaremos los gases que dificulten la digestión.
La arcilla tapiza toda la mucosa intestinal y permite curar la pequeñas heridas (úlceras) y remineraliza las paredes. La arcilla apacigua las inflamaciones que tenemos en el recorrido intestinal y que tanto daño provocan (gases, calambres intestinales, mala digestión y las apariciones cutáneas), eliminando las bacterias nocivas en los sales pero conservando las buenas (diferencia con los antibióticos que arrasan con todo).
La arcilla ralentiza el proceso digestivo, lo que significa que aprovechamos más los alimento. Pero esto puede también significar una aumento del estreñimiento o una cierta constipación (todo depende del metabolismo de cada uno). En este caso, se recomienda beber solo el agua de arcilla pero no el barro en el fondo y tomarla a la noche (en vez de a la mañana) antes de acostarse, para ayudar a la digestión.
En el caso de los tratamientos del cáncer con radioterapia, la arcilla en uso interno permite la eliminación de las partículas radioactivas que se quedan en el cuerpo después de cada sesión y que se acumulan en las grasas. A la larga esta acumulación de radiactividad, junto con otros contaminantes (flúor), en las grasas, se puede transformar, y desarrollar enfermedades graves y raras.
Otra vez la arcilla nos permite aliviar nuestras dolencias de una manera natural, eficaz y respetuosa. En simbiosis con nuestro organismo, la arcilla limpia los contaminantes de nuestro sistema digestivo para que pueda cumplir con su función. Tenemos un mejor tránsito intestinal, más energía y una digestión más sencilla. Nuestro ánimo es más alto y nuestro sistema inmunológico es más fuerte.
Lo único que necesita la arcilla para curarnos es un poco de nuestro tiempo.