Formada por diversos alcoholes terpénicos y ésteres como el linalol, esta hierba medicinal posee infinitas propiedades para nuestro sistema nervioso. Jorge D. Pamplona Roger, autor del libro “Salud por las plantas medicinales”, nos menciona las más importantes:
Sedante y equilibradora del sistema central y vegetativo. Es ideal para la ansiedad, nerviosismo, mareos, tendencia a la lipotimia (desmayos), palpitaciones del corazón y enfermedades psicosomáticas. Es maravillosa para balancear los estados emocionales como la inquietud, insomnio y depresión.
Digestiva: aperitiva y facilitadora de la digestión.
Antiinflamatoria: el aceite, el agua o la esencia de lavanda son muy eficaces para calmar los dolores musculares, así como para luxaciones, esguinces y distenciones musculares.
Antiséptica y cicatrizante: el aceite de lavanda alivia quemaduras de primer grado y desinflama picaduras de insectos. Mezclada con aceite de rosa mosqueta, regenera las células de la piel (arrugas y estrías profundas).
Relajante y defatigante: un baño caliente con agua o esencia de lavanda después de realizar ejercicio, es ideal para eliminar la sensación de fatiga y activar la circulación.
Sedante: aspirar el aroma de la lavanda actúa como sedante sobre el sistema nervioso central. Cuando estemos hiperactivos es recomendable poner unas gotas de lavanda en la almohada.
Balsámica: la esencia de lavanda, al emplearse en inhalaciones acelera la curación de laringitis, bronquitis, catarros bronquiales y refriados.
El uso interno de aceite de lavanda debe realizarse con mucha precaución. En dosis altas puede ocasionar nerviosismo o convulsiones.
Obtención del aceite de lavanda
Opción 1: Disolver 10g de esencia de lavanda en 100g de aceite de oliva.
Opción 2: Dejar 250g de planta seca en maceración durante 2 semanas en un litro de aceite de oliva. Filtrarlo después.
Fotografías: The Art of Being Green