Pintas de blanco tus cabellos,
y de arrugas tu cuerpo,
pero hay sabiduría en tus años,
la producida por la alegría, la tristeza o el daño...
Por lo momentos más felices,
o por aquellos que dejaron cicatrices,
por el dolor acumulado,
o por lo castigadas que están tus manos.
Sabiduría que brota en tus palabras,
en forma de consejos o regaños,
palabra que deben ser escuchadas,
pues el saber está en tus años.
Tercera edad que pausas al caminar,
haciendo lento el hablar,
y poco a poco disminuyendo las fuerzas,
también haces que aprendamos a escuchar.
Por eso abuela;
No te preocupes si hablas despacito,
que escucharte por mucho tiempo necesito,
y no te preocupes si te vas quedando atrás,
pues sigues siendo la valiente que admiraré siempre,
aquella que forjó su hogar con el sudor de su frente.