Desde que conocí el coaching estratégico de la mano de Tino Fernández, seguramente me habrás oído mencionar estos dos tipos de problemas que existen. Y es algo tan importante que he querido grabar un vídeo explicando con claridad la diferencia.
Conocer qué tipos de problemas estás afrontando en tu vida diaria te puede ayudar a entenderte mejor y saber cómo actuar mejor para resolver tus problemas. Ya sabes que soy defensora de nuestros problemas y considero que son buenos en el sentido de que nos hacen crecer, pero lo cierto es que algunos te permiten crecer, mientras que otros no te dejan desarrollarte.
Problemas de seguridad: problemas que te mantienen en tu zona de confort
Procrastinación, falta de disciplina, de organización, baja productividad, baja autoestima, falta de constancia, estados emocionales bajos o depresivos... ¿Qué tienen en común todos estos problemas, por desgracia, tan comunes?
De esto te hablo en el vídeo de hoy. Estamos hablando de problemas con un denominador común que se llama seguridad. Se trata de problemas conocidos, a los que estamos acostumbrados y que nos mantienen en nuestra zona de confort. Sí, no nos gustan. Es cierto, queremos que no formen parte de nuestra vida. Es más, probablemente estamos dedicándoles mucho tiempo tratando de resolverlos o hablando de cómo nos gustaría que dejaran de formar parte de nuestra vida... Pero siguen ahí y casi se han convertido en una parte de nuestra personalidad.
Los problemas de seguridad están sólo bajo tu control y puedes acabar con ellos ya mismo
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Se llaman problemas seguros y tienen una característica todavía más paradójica: podemos dejar de tener estos problemas en cualquier momento, dependen enteramente de nosotros.
Si crees que lo que cuento no tiene sentido, te voy a poner un ejemplo.
Imagínate que viene alguien y te ofrece un millón de euros para que empieces a organizarte desde ya, para que empieces a ser productiva en este mismo instante, para que cambies tu estado de ánimo, para que empieces a trabajar tu autoestima... Estoy bastante convencida de que un 80-90% de la población dirá que sí, que va a cambiar y que lo hará porque tiene una recompensa enorme por un acto en apariencia nada complejo.
Y es que son problemas que sólo dependen de nosotros. Soy yo quien decide que hoy me pongo a trabajar, que hoy voy al gimnasio, que organizo mi agenda, que invierto tiempo en potenciar mi autoestima.
La cuestión por tanto sería: ¿quiero realmente cambiar?
Muchas veces no conseguimos mejorar nuestra vida simplemente porque no queremos cambiar
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Como ves en el ejemplo anterior, si quiero, puedo. El problema es que muchas veces no quiero, porque ser poco productivo, poco constante, tener baja autoestima o estar todo el día deprimido o resentido con los demás tiene para mí una verdadera recompensa que no quiero reconocer pero está ahí.
Y aún hay más. Muchas veces mantenemos los problemas seguros porque al resolverlos, tendremos que enfrentarnos a un problema mayor. Y este problema mayor, que es el bueno, nos da tanto miedo que nos inventamos todo tipo de estrategias de autoengaño para evitarlo. De este tipo de problemas te hablo a continuación.
Problemas de calidad: problemas que merece la pena tener
El otro tipo de problemas se llaman problemas de calidad. Son problemas buenos que merece la pena tener.
Los problemas son parte de la vida, pero tú eliges qué tipo de problemas quieres tener: los que te mantienen en la zona de confort o los que te dan miedo pero te permiten crecer.
Los problemas de calidad afectan a aspectos vitales de tu vida: tu vida familiar, sentimental, tu realización profesional, tu salud, tu desarrollo emocional, crecimiento personal, bienestar...
Los problemas son parte de la vida, pero tú eliges qué tipo de problemas tener: de calidad o de seguridad
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Aunque aquí debo hacer una pequeña puntualización. A veces un problema aparentemente de calidad es un problema de seguridad, ocultando un verdadero problema de seguridad.
Por ejemplo: imagínate que tu vida profesional no te satisface. En lugar de hacer un cambio en este aspecto de tu vida, te lanzas a tener relaciones de pareja tóxicas, que no te permiten crecer; o te enfocas en resolver tus problemas familiares y crees que éste es tu verdadero problema.
Esto último que te cuento no es un mero ejemplo, es una situación real por la que pasé yo misma hasta que conocí el coaching y el desarrollo personal. Vivía pendiente de ayudar a los demás, tenía relaciones de pareja muy inestables, me desvivía por resolver los conflictos familiares... y mientras tanto no era consciente de cuál era mi verdadero problema vital: un trabajo que no me llenaba, no me satisfacía, me hacía infeliz.
¿Cómo entonces hacerte consciente de cuál es tu verdadero problema vital, detrás de todos esos problemas seguros que tienes en tu vida?
La respuesta es fácil y difícil a la vez: ser lo más honesta, lo más sincero contigo mismo. Una buena manera de saber qué área de tu vida está pidiendo a gritos es realizar el famoso ejercicio de La Rueda de la Vida (puedes descargar gratuitamente este ejercicio y otros ejercicios del coaching en este link).
Al analizar tu satisfacción en las distintas áreas de tu vida, puedes ver cuáles son las que menos felicidad te producen y empezar a trabajar a partir de ahí.
Un denominador común de los problemas de calidad es que suponen dos cosas: crecimiento y riesgo. Implican miedo. De ahí que considero que tener miedo en la vida es positivo, siempre y cuando este miedo no te paralice, sino que te permita progresar.
El miedo es un indicador de hacia dónde debes dirigir tu vida. Pregúntate ahora con total sinceridad: ¿qué me produce mayor miedo?
El miedo es un indicador de hacia dónde debes dirigir tu vida.
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A mí lo que más miedo me daba era ser autónoma trabajando, hablar en público, dejar un trabajo estable, emprender.
Ahora mismo estoy haciendo todo esto y cada vez que siento un miedo, trato de vencerlo haciendo justamente eso que más me preocupa.
Hacerlo a pesar del miedo
Te cuento una anécdota: hace unas semanas asistí a las jornadas de coaching de mi escuela. En un determinado momento una profesora me dijo que estaban buscando voluntarios para una ponencia. Mi primera reacción fue ¡qué miedo, salir a un escenario frente a 100-200 personas! Además ni siquiera nos podían decir en qué consistiría el ejercicio... o sea que al miedo escénico se añadía también la incertidumbre.
Por otro lado, yo no ganaba nada saliendo al escenario. No era un asunto de vida o muerte. Mi primera reacción fue pensar que ni loca... Pero al instante, cambié de parecer. Si me da miedo, es que tengo que hacerlo.
Si me da miedo, es que tengo que hacerlo
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¿Lo pasé mal en el escenario? Bueno, pasé algo de nervios, pero tampoco fue nada de otro mundo. El final el miedo lo que hace es magnificar las cosas, cuando en realidad tampoco es para tanto.
Por eso considero que las situaciones que más miedo nos dan son positivas: porque implican un crecimiento, implican una mejora en nuestra vida.
Un coachee o cliente de coaching suele venir a las sesiones con esos dos tipos de problemas: de seguridad o de calidad. Al final los problemas de seguridad son una mera excusa para llegar al verdadero problema, el de calidad. Y si resuelves este problema, puedes tener una mejora sustancial en tu vida.
Por último, me gustaría que contaras en los comentarios: ¿alguna vez sentiste un gran miedo que al enfrentarte a él tampoco era para tanto? ¿Alguna vez hiciste algo precisamente porque sentías miedo? ¿Qué miedo de tu pasado te ayudó a crecer? Tanto a mí como a los lectores de este blog puedes inspirarle con tu historia
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