Este bloqueo mental me llevó entre otras cosas, a crear un agujero negro de inseguridades del que solo podía salir si fuera un poquito más flaca (o al menos eso pensaba yo). Los constantes comentarios, la mayoría bien intencionados, sobre cómo estaba mal yo y mi cuerpo talla 22 y los constantes consejos para mejorar no hicieron más que lograr que me hundiera más en mis propios miedos.
Fue hasta hace poco más de un año, unos meses antes del nacimiento de The Not-So-Simple Life of C., que me di cuenta que la única manera de salir de mi hoyo negro era tomando la decisión de hacerlo. Ese momento, ese pequeñísima decisión me llevó desde un mar de inseguridades y miedos a empezar mi proceso de amor propio.
Entiendo que mucha gente pueda pensar que estas ideas son mecanismos de defensa por mi falta de autoestima (¿Cual falta de autoestima?) y quién sabe qué otras tantas cosas, pero la verdad, después de muchos, muchos meses por fin me quiero así, tal cual soy. Por primera vez desde que tengo memoria me gusta lo que veo en el espejo, mucho más que hace un par de años, cuando me llenaba de pastillas para suprimir el hambre y ser más flaca. Por primera vez entendí que el amor propio no está inversamente relacionado a la talla que dicen las etiquetas de mi ropa.
Con eso no quiero decir que mi proceso de amor y aceptación propia haya sido (y aún lo es) un camino fácil. Al principio pensaba que hacer dietas y querer bajar de peso me evidenciaría como una hipócrita, dadora de falsos testimonios de amor. Me costó mucho trabajo entender que el amor propio no significa ser gorda (Si, gorda. La palabra no es un insulto, solamente un adjetivo) y malsana. Tampoco significa ser conformista o floja. Tomar la decisión de perder peso y llevar un estilo de vida un poquito más sano que antes no me hace una persona hipócrita, me hace precisamente una persona que se ama y quiere a sí misma.
Soy humana, igual que todos ustedes que me leen, y es de seres humanos tener defectos y fallas, son precisamente esos los que nos hacen los seres maravillosos que somos. Para mí, el amor propio se trata de aceptar esos defectos, fallas y áreas de oportunidad, pero también de trata de entender que dónde hay fallas, hay espacio para crecimiento y mejora. El amor propio no solo está directamente relacionado a las ganas que tienes de querer ser la mejor versión de ti mismo, sino con las ganas de aceptar todas esas cositas que nos hacen diferentes y únicos.
Ojo, que quede muy claro que cuando hablo de la mejor versión de nosotros mismos no me refiero a que debamos ser más flacos, blancos, altos, güeros o cualquier otro adjetivo que se les pueda ocurrir relacionado al estándar de belleza considerado normal. Cuando hablo de ser la mejor versión de nosotros mismos, me refiero a buscar ser felices con todo lo que somos, y por qué no, también lo que no somos. Me refiero a dejarnos de ideas absurdas como pensar que cuando sea flaca seré más feliz o si tan solo mi piel o mis ojos fueran de otros color. Cuando hablo de ser una mejor versión de nosotros mismos, hablo de la búsqueda constante de la felicidad y mejora. El verdadero amor propio no es más que eso.
En este mundo tan lleno de odio y miedo a lo desconocido, el amor propio es cosa de valientes; es cosa que solo los que están dispuestos a enfrentarse cara a cara con todos sus demonios, miedos e inseguridades hacen. No es un proceso fácil, pero sí uno que vale la pena vivir.
Tuve la gran suerte de tener cerca de mí a personas que realmente entendían mi proceso, ya que de algún modo, ellas vivían (y siguen viviendo, esto es algo que no se acaba) el suyo al mismo tiempo. No hay mejor cosa que encontrar gente que entiende y comparte estas ideas. Gente que tiene la capacidad de crear arte y transmitir este mensaje a un montón de gente; ya va siendo hora de que la idea de que alguien que no encaja en el perfil socialmente aceptable como bello se ama a sí mismo deje de ser tabú.
Xo,
-C.