Si de algo no dudo en esta vida es de la existencia de los celos y del arma tan potente y arrojadiza en que se han convertido las relaciones de pareja actuales. Curiosa sociedad la que hemos creado.
Tampoco tengo duda de que esos mismos achares a menudo cruzan una delgada línea roja que no se ve, pero cuyo final acaba en muchas ocasiones en conductas de dominio y control sobre el otro. Y desde luego, he de admitir que siempre me ha fascinado esa idea rocambolesca que vaga cual fantasma por los entresijos de ciertas parejas, según la cual la persona que no es celosa supuestamente no ama a su “otra mitad”. Curiosa afirmación, ¿no creen?
Obviamente los celos son una emoción común en los seres humanos puesto que a priori se basan en el deseo, eso sí, un tanto desmedido y exagerado, de poseer algo de forma total y exclusiva. Y aunque en principio la idea pueda parecer hasta cierto punto seductora, el asunto se complica cuando no se trata de una cosa, sino de una persona. Así, los celos se asientan en la posesión y en la malévola idea de que la pareja puede sernos infiel en cualquier momento o circunstancia. De ahí su aparición. Y a pesar de que inicialmente este sentimiento no debería causar mayor dilema, el problema aparece cuando esos celos se convierten en obsesión, destruyendo cual parásito a su propio huésped. Fascinante el señor ser humano. Supuestos miles de años de evolución para llegar a esto.
Que todavía hoy, en el siglo XXI me refiero, sigan apareciendo estas formas de proceder es algo que no deja de sorprenderme. Pero, ¿por qué existen estas conductas y cómo surgen? He tenido la respuesta delante de mis propias narices todo el tiempo, pero créanme cuando les digo con toda sinceridad que me negaba rotundamente a aceptarla. Creí que habíamos sobrepasado esta fase, pero veo que no. Y es que mucho me temo que aún hoy seguimos basando nuestra idea del amor romántico en esa supuesta media naranja que viene para completarnos porque, según parece, estamos incompletos hasta que esta persona decide hacer su aparición estelar.
Pero la cosa no queda aquí. Ojalá fuera tan sólo eso. A esta idea le sigue otra, igual de prodigiosa y que ya mencionaba en las primeras líneas de este artículo, según la cual los celos son la mayor y más poderosa demostración de amor que una persona puede tener hacia otra. ¿Qué puedo decirles? A mí estas dos ideas juntas me apabullan.
Desconcertada y acorralada por el aumento de estas conductas incluso en los más jóvenes, entiendo que debajo de todo esto existe un cúmulo de inseguridades y sentimientos de inferioridad, mezclado todo ello con un tremendo miedo a la soledad, conceptos emocionales erróneos, insanas dependencias afectivas y una pobre autoestima, y esto sólo por hacerme eco de algunos de sus síntomas.
Por si faltaran elementos y para echar más leña al fuego, resulta que, como decía al principio, hoy el amor debe ser eterno, exclusivo, único y posesivo, y todo lo que no sea así se considera un fracaso, cuando en realidad el mayor fracaso de todos es mantener una relación por cualquier otro motivo que no sea el bienestar y la felicidad mutua. Parece que hoy tener una pareja es una meta fundamental, sin entender que tener pareja es una opción tan válida como no tenerla o tenerla hasta que sea viable.
Mucho me temo que la forma en que somos educados lo es todo para comprender por qué hoy seguimos así, por qué no somos capaces de avanzar en el terreno de las emociones, una esfera tan elemental para poder entendernos a nosotros mismos, a los otros y al mundo que nos rodea. Supongo que, después de todo, la educación en sentimientos y en emociones no es algo que esté de moda.
Sin embargo y a pesar de que no sea rabiosa actualidad aunque lo necesitemos como el comer, creo que se impone empezar a educar ya en eso de la gestión de afectos y sentimientos, pues al fin al cabo, los celos no son ni más ni menos que una de las muchas demostraciones o caras del propio fracaso en la autogestión personal y emocional.
Por todo ello, una prevención temprana y efectiva pienso que sería esencial en esto de los celos, así como empezar a educar en amor y sentimientos desde una perspectiva realista, sensata y objetiva, con los pies en la tierra y desde muy temprana edad. De otra forma, lo único que tendremos es otro modo más de tiranía pero aplicada a los asuntos del corazón. Y creo que ya tenemos bastantes formas de opresión. Esto es algo que hasta los científicos saben, o ¿es que acaso no recuerdan que fue Marañón quien dijo que “los celos son siempre el instrumento certero que destruye la libertad interior y elimina en la compañía toda felicidad posible”?
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.