Antes de la crisis existía en España el tejido social más numeroso y productivo. La clase media. La clase media española, a la que pertenecía y, probablemente, perteneceríais la mayoría de vosotros, está en peligro de extinción. Pero no lo digo yo. Lo dicen todos los analistas económicos y políticos de nuestro país. Es algo a lo que poco a poco, de forma silenciosa, nos vamos acostumbrando. Algo que, aunque si se analiza en profundidad es tremendamente preocupante, aceptamos estoicamente.
La dicotomía social es peligrosa, estigmatizante y limitadora. Empobrece a las personas, y no solo económicamente. Empobrece sus deseos y escala de valores. El pobre no quiere ser pobre, pero se resigna y limita su vida a la servidumbre del rico para subsistir, donde el pundonor y amor propio quedan atrás frente el miedo a perder el plato de cocido para él y su familia. El rico quiere ser rico a toda costa, pierde de vista sus escrúpulos y se convierte en un ser vacío de moralidad distraída. Pobreza en ambos casos, al fin y al cabo.
Pero aún queda esperanza. Queda la esperanza de los que deciden ganar menos pero dedicarse a lo que les gusta y sienten como propio. Queda la esperanza de los que deciden superarse, no conformarse, mejorar. Queda la esperanza de los que dedican su dinero a financiar proyectos innovadores y frescos creados por pobres que no se conforman.
El futuro es, ha sido y siempre será de los que no se conforman, luchan por lo que creen y mantienen sus valores intactos. De los que creen en ellos por lo que son en sí mismos, no por lo que podrían llegar a ser, por lo que fueron o por lo que les dicen que deberían ser.
El mundo pertenece a los ricos compasivos y a los pobres ambiciosos. A los ricos en valores y a los pobres en soberbia. Si somos capaces de no perder de vista para lo que hemos venido a este mundo, que no es otra cosa que intentar ser felices de verdad, no acumulando cosas o sintiéndonos más que los demás ni aceptando todo a cualquier precio perdiendo de vista nuestros sueños y potencialidades, funcionaremos como un pegamento, el pegamento que será capaz de unir la brecha social que, allá por 2008, se empezó a abrir de nuevo en nuestra sociedad.
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