La respuesta al cambio es se llama resiliencia.
Los resilientes natos son creyentes en sí mismos. Rara vez bajan los brazos frente a la adversidad. Tiran de un carro invisible con una certeza que no alcanzan a comprender, pero que sienten muy real, casi palpable, y que los alimenta con la visión del proyecto terminado, de la misión cumplida.
Existen personas que depositan una fe ciega en algo superior y que los motoriza a lo largo de sus vidas y cuyo GPS no se apaga jamás, sin dudarlo siquiera, ni ante las adversidades más palaciegas y nefastas. Son unos pocos, hay que ser justos. No todo el mundo va para adelante sin dudar ni por un momento, sin bajar la cabeza, resentidos por la mala suerte o enfurecidos con Dios por depararles tantas calamidades. Serán de esos pocos moldeados a fuego lento desde su más tierna infancia con bellas parábolas que encierran tanta sabiduría que no alcanzarían muchas vidas para comprenderla.
La historia nos ha convidado con un Rumi y un Khalil Gibrán, quienes al expresar tan bellamente la complejidad del alma humana, dotaron de profundidad y sentido el devenir del camino del Héroe, aquél que todos llevamos dentro y del que no teníamos ni idea hasta que aparece el conflicto, el desafío, la "tarea".
Pero, ¿qué les depara entonces a aquéllos que no "cuadran" con una fe específica, con una religión que los guíe y dictamine su proceso?
Dicen que todo está escrito en el Gran Libro de la Vida. Quizás así sea o quizás también el camino vaya apareciendo a medida que lo recorremos. Como dijo el gran poeta: "se hace camino al andar". En cualquier caso, el resiliente avanza sin libreto, tantea el terreno y toma decisiones sobre la marcha, dotado de un sexto sentido que lo orienta a través de los baches y curvas peligrosas.
Reinventarse ya no es una opción si no una exigencia. Ese plus de esfuerzo XXL con el que nadie contaba que le tocaría experimentar y se hizo carne sin preámbulos.
Hoy más que nunca salimos a la palestra los autodidactas de la vida.
Solemos ser personas aguerridas, capaces de dar ese golpe de timón cuando menos se lo espera y de levantar las velas en cuanto sentimos que el viento es favorable. Tenemos bien desarrollada nuestra intuición, esa brújula interna tan difícil de describir con palabras, ya que no tiene nombre propio pero sí existencia.
Hablando de resilientes, apelo a los malogrados integrantes de la Generación X (los nacidos entre el año 1965 y 1980) que nos la estamos viendo cuadriculado para reinventarnos en medio de todo este mambo. Los ya jubilados la tienen más fácil en términos generales porque, mal que bien, cuentan con un ingreso fijo. Los más jóvenes (millennials, centennials, whatever...) nacieron con un chip bajo el brazo y no necesitan que nadie les explique cómo funcionan las cosas en el siglo XXI. Emprendedores natos, artistas de las redes sociales, youtubers, internautas por derecho propio que se hicieron del mundo a fuerza de mordiscones cibernéticos dejaron afuera a unos azorados maduritos como es mi caso que apenas podemos alcanzar a comprender de dónde vino el puñetazo.
Todavía shockeados por el desempleo, desamparo y demás coletazos post pandémicos, nos arriesgamos a juguetear con la electrónica mirándola de reojo porque todavía nos mete un poco de desconfianza. Aún resuenan en mis oídos mis propias palabras dichas a pacientes de masaje de que nunca tengan aparatos de este tipo en sus dormitorios, por las frecuencias electromagnéticas que afectan el sueño y demás yerbas... qué lejano me parece todo aquéllo ahora que nadie se va a la cama sin su juguetito móvil o, como poco, ha trasladado el televisor pantalla plana de 65 pulgadas al dormitorio y sí, ocurre lo previsible: se quedan dormidos con el aparato encendido, todos torcidos, sin haber cenado o con la cena a medio digerir... y todavía no entienden por qué les duele el cuello, el hombro o se sienten mal dormidos.
Malos hábitos aparte, de lo que trata este artículo es de la resiliencia y de cómo los no creyentes (y con ello me refiero a los agnósticos de la tecnología, amén de otras doctrinas, por qué no) hacemos agua por todos lados y nos vemos empujados a conocer de pagos online, de cómo realizar nuestro primer video en Youtube, de teletrabajos que aún no han regulado sus propias leyes como Dios manda, de video llamadas por ZOOM, en fin...
Entonces ¿el que no es resiliente por naturaleza, está condenado al fracaso y a la extinción???
La respuesta es: NO!
Tú también puedes aprender a ser resiliente, algo que te llevará más allá de la mera supervivencia y te dará el empuje necesario para alcanzar todas tus metas en la vida.
Para ello, te pido que contactes conmigo y comencemos a trabajar juntos/as en recablear tu sistema de creencias, dejar fuera las obsoletas e incorporar aquéllas técnicas, muy fáciles de aprehender y que te proporcionarán las herramientas necesarias para los tiempos que se avecinan.
Qué digo que se avecinan... YA están aquí y ahora. Y si no te pones en marcha y accionas, podría ser muy tarde.
Mariel Alabarcez
Terapeuta Holística
Bienvenido a Shiatsu Universo Zen! Te invito a conocer mi nuevo emprendimiento con empresas: armonyscienceparaempresas.blogspot.com