El amor conyugal está en crisis porque los resortes del hombre
contemporáneo se han vuelto frágiles. Se vive sin asideros, sin soportes sólidos, en una existencia que tiende al vacío, o a la superficialidad o al ritmo vertiginoso de vida, pero sin rumbo.
Muchas vidas carecen de sentido: en ella ondea la bandera del absurdo y del nihilismo. Desde ellas se hace dificil y costoso entender que el
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