Introducción a las emociones y sentimientos
Identificar la preocupación.
Racionalizar emociones y sentimientos.
Desenganche Emocional
entendamos cómo se generan estas emociones y sentimientos, y para ello nada mejor que un sencillo esquema del consciente emocional. Me van a perdonar la simplificación, pero es que cada vez que estudio más y más conceptos de psicología, más me asusto de lo mucho que llegan a complicar las cosas. Seguro que este esquema, por sencillo que resulte, lo podemos entender sin problemas:
Al principio son los estímulos los que llegan a nuestro cuerpo. Técnicamente se menciona que tenemos estímulos interoceptivos -externos, como la luz que nos llega a un ojo-, estímulos exteroceptivos -en la piel, como cuando nos acarician-, y estímulos propioceptivos -internos del cuerpo, como cuando tenemos hambre-.
Estos estímulos consiguen generar emociones, que puede que nos gusten (emociones positivas) o no (emociones negativas), o incluso nos dejen indiferentes (emociones neutras), pero con el tiempo, van generando un montón de sentimientos en nosotros, como, por ejemplo, simpatía, tristeza, temor, ira, o esperanza.
Estos sentimientos son habitualmente el equipaje más complicado de gestionar en nuestras vidas. Es importante mencionar que hasta pasada una edad, entre los 3 ó 6 años, no se aprende a generar sentimientos, pues el concepto tiempo no se ha generado en nuestro cerebro. Se puede observar cómo los niños pequeños quieren sentir las emociones en tiempo real, es decir, eso de "niño... ¡mañana jugamos!", no lo comprenden del todo (¡ellos quieren tener las emociones del cariño ahora!). En cambio, cuando tenemos ya cierta edad y aparece el tiempo en nuestro cerebro, podemos generar el sentimiento de estar enamorados sin tener a nuestra pareja realizando estímulos a nuestro lado.
Nota: Si bien es cierto que psicológicamente se entiende que las emociones son las que generan los sentimientos, es más común en nuestro lenguaje popular entender la rama conductual, en la que nos referiremos a las emociones como el motor que impulsa a las acciones.
Desde un punto de vista racional parece sencillo proceder a los desenganches físicos, ya que estamos habituados desde la infancia. Por ejemplo, si un médico nos detecta alguna alergia a un producto que solemos comer, no debería ser complicado convencernos de que dejemos de consumir ese producto por el bien de nuestra salud. No entramos aquí a mencionar cualquier trastorno patológico que lleve a continuar comiendo eso que genera alergia, empeorando con ello la salud, ya que debe ser tratado de otra forma.
En mi propia vida, y desde mi experiencia en la disciplina del coaching, he comprobado que el desenganche emocional es mucho más complicado. Parece que en general hemos recibido menos formación en términos emocionales. Cuando una pareja nos dice, “no quiero volver a verte”, me temo que el mensaje no suele calar tan rápidamente que cuando el médico nos dice que dejemos de comer eso que genera alergia.
Trabajaremos ahora para mejorar estos desenganches emocionales, pese a que muchas veces hayamos escuchado aquello de que es imposible controlar las emociones. Es mi herramienta favorita que, si bien es muy sencilla, es la más compleja de ejercitar correctamente. Requiere mucha práctica, y probablemente el apoyo de un profesional externo nos ayude a visualizar todas las cosas a las que andamos apegados.
Para intentar controlar y poder modular algunas de tus emociones será recomendable aplicar un proceso racional. Un protocolo que requiere mucha práctica, y que se resume en los siguientes tres pasos:
Identificar la preocupación
Racionalizar emociones y sentimientos
Desfibrilar emoción
Racionalizar las emociones
sentirme rechazado, no era capaz de comprender el motivo. Una y otra vez le daba vueltas a la cabeza sin querer aceptar la situación. Muchos amigos me advertían “olvídate de ella”, pero mientras uno no quiere ver la realidad, es difícil dar los pasos para salir de esa relación tóxica de no correspondencia. También las obsesiones con el trabajo o con una tarea concreta son ataduras que nos pueden asfixiar lentamente. Algunas veces nos obsesionamos en conseguir algo, para lo que no estamos del todo preparados, o simplemente no somos los más adecuados. Cuanto más tardemos en aceptarlo, más tardaremos en aislar nuestro sentimiento de orgullo que nos impide pedir la ayuda correcta.Para identificar la preocupación es bueno comprobar si tu descanso o la forma de actuar están siendo afectadas. Suelen ser el síntoma que nos alerta para entrar al quirófano y comenzar el tratamiento. Pasarás a la siguiente fase una vez que hayas preparado el quirófano y estés dispuesto a tratar la emoción limitante.
valorar tu salud por encima de todo.
Comprobado y respetado el motor de la salud, es bueno que analices qué creencias y/o valores pueden estar involucrados en este sentimiento. El motivo de que una emoción te esté limitando suele venir ocasionado por no respetar alguno de tus valores o estar convencido de alguna creencia limitante.
Por ejemplo, es habitual ver cómo falla el respeto de las personas ante las decisiones que toman otros. Cuesta mucho aceptar directrices de nuestro jefe cuando no las compartimos, sin respetar que quizás están bien argumentadas, pero que somos nosotros quienes no las entendemos. O que tengas una creencia del estilo “soy la persona ideal para mi pareja”, y que no quieras aceptar que no lo eres cuando la otra persona te dice que no quiere verte más. El ego muchas veces te impide aceptar la realidad, entrando en lo que técnicamente se entiende como duelo. Defenderlo más de la cuenta, te limita avanzar para salir de ese tipo de creencias limitadoras.
Anteponiendo la salud, y habiendo meditado sobre los valores y creencias, piensa ahora un poco en la herramienta Generador de perspectivas que desarrollamos en el capítulo anterior. ¿Qué otras opciones tienes más allá de la quedarte anclado en esa emoción? Normalmente existen muchas más opciones, y deberías valorar un poco sus pros y contras.
Volviendo al ejemplo laboral, ¿debería seguir trabajando todo el día amargado por lo que me piden en mi empresa? O, ¿no sería mejor que intentara evaluar un cambio de departamento, o de proyecto? Con el ejemplo de pareja, ¿debería seguir enamorado de una persona el resto de mi vida pese a que no soy correspondido? ¿No sería mejor conseguir una nueva relación con alguien que me corresponda?
y para qué voy a cambiar?” sin plantearte algunas de las opciones que detectaste en el paso anterior, será cuando comiences a perder poco a poco tus ilusiones. Es normal que este paso te resulte difícil, no desesperes, y recuerda pedir ayuda en caso de que no lo estés consiguiendo.
Es recomendable huir de las personas que dicen “¿y para qué?”, porque además saben contagiar a todo el mundo. Suelen ser quejicas que buscan a otros quejicas y conforman un quejido organizacional, sin aporte ninguno, y cayendo en un victimismo total. Muchas veces somos nosotros mismos quienes ponemos obstáculos y no paramos de pensar cosas como “es que tardaré mucho”, “es que no sé si lo conseguiré”, “es que es muy difícil”, “es que la teoría es muy fácil”, “es que ya no sé lo que quiero”. Es habitual encontrar en algunas empresas auténticos fósiles que echan la culpa a los demás “es que la empresa va mal”, “es que el mercado va mal”, “es que mis compañeros no saben”, y que indican mil argumentos antes que aceptar que pueden mejorar las cosas. Es más efectivo que intenten orientar su energía quejica en otra más positiva que les oriente hacia el cambio. Veamos el esquema del ejemplo de la pareja:
Como conclusión, recuerda que tenemos en nuestra mano el control de todo lo que pensamos y sentimos, y ya va siendo hora de aprovechar al máximo nuestras creencias potenciadoras y de cambiar muchas de las creencias limitadoras, que hemos creado a lo largo de nuestra vida. ¡Es muy importante gestionar nuestras emociones!
Con este video aprenderás el desapego de los problemas y así tener un estilo de vida saludable
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Este contenido ha sido publicado por Pedro Amador en Pedro Amador