¿Quieres encontrar la felicidad?

Hay muchos intelectuales que piensan que la felicidad no es interesante en absoluto. Recientemente leí un ensayo sobre la felicidad y alguien escribió sobre ese ensayo un artículo que decía: “No nos impongas la palabra sucia de felicidad. No nos importa eso de ser felices, necesitamos vivir con pasión, nos gustan los altibajos de la vida; nos gusta el sufrimiento porque se siente tan bien cuando cesa por un instante.”

Hablemos ahora de la felicidad o del bienestar. Antes de nada, y a pesar de lo que algunos intelectuales dicen, al parecer nadie se despierta por la mañana pensando: “¿Me permiten sufrir todo el día?” Lo cual, de alguna manera significa que, conscientemente o no, directa o indirectamente, en el corto o largo plazo, todo lo que hacemos, todo lo que esperamos, todo lo que soñamos de alguna forma está relacionado con un profundo deseo de bienestar o felicidad. Como dijo Pascal, incluso aquel que se pone la soga al cuello, de alguna manera, está buscando dejar de sufrir … y no encuentra otra manera. Si buscamos en la literatura en Oriente y Occidente, es posible encontrar una diversidad increíble de definiciones de la felicidad. Algunas personas sólo creen en recordar el pasado, imaginar el futuro y nunca ver el presente. Otras dicen que la felicidad es el ahora; es la calidad de la frescura del momento presente. Todo esto motivó al filósofo francés Henri Bergson a decir: “Todos los grandes pensadores de la humanidad han tratado la felicidad vagamente de modo que así puedan definirla en los términos que ellos quieran.”



Bueno, eso estaría muy bien si fuera tan solo una preocupación secundaria en la vida, pero si es algo que va a determinar la calidad de cada instante de nuestra vida, es mejor que sepamos qué es y tener una idea más clara. Y probablemente el hecho de no saber, es lo que tan a menudo nos hace que, aunque busquemos la felicidad, pareciera que le damos la espalda. Aunque queremos evitar el sufrimiento, parece que corremos de alguna forma hacia él. Y esto también puede provenir de algunas confusiones:

Una de las más comunes es confundir felicidad y placer. Pero, si miramos las características de ambas, el placer depende del tiempo, del objeto y del lugar; es algo que cambia de naturaleza. Un sabroso pastel de chocolate, la primera porción es deliciosa, la segunda … bueno, y si comemos más y más y más, al final nos da asco. Esa es la naturaleza de las cosas, nos cansamos. Yo soy una fan de los musicales, los podía ver y escuchar dos, tres, cinco veces; pero … si tuviera que verlos las 24 horas sin parar, terminaría fastidiada. Si tienes frío, te acercas al fuego y es algo maravilloso; después de un rato, te haces un poco para atrás porque comienza a quemar. En cierta forma — el placer — se consume a sí mismo conforme lo experimentas. De nuevo, el placer no es algo que esté fuera irradiando. Como cuando tú puedes sentir un placer intenso mientras que otros a tu alrededor pueden estar sufriendo mucho.

¿Pues entonces qué es la felicidad? La felicidad, por supuesto, es una palabra tan vaga, que mejor usaremos bienestar. Así, creo que la mejor definición, según la visión budista, es la de que el bienestar no es meramente una sensación de placer, sino una sensación de profunda serenidad y realización; un estado que impregna y “mancha” en todos los estados emocionales y todas las alegrías y penas que se atraviesan en el camino. Para ustedes eso puede ser sorprendente, ¿podemos tener este tipo de bienestar en la tristeza? En cierta forma ¿por qué no? Porque estamos hablando a un nivel diferente.

Incluso la alegría, que puede ser la fuente de felicidad, también puede ser la alegría torcida por el placer de ver a otros sufrir.



¿Entonces cómo proceder en la búsqueda de la felicidad? A menudo buscamos fuera. Pensamos que, si pudiéramos juntar esto y lo otro, todas las condiciones, como se dice, “todo para ser feliz, tener todo para ser feliz”. La frase misma revela la causa de la destrucción de la felicidad. Tenerlo todo. Si algo nos falta, es el colapso. Igualmente, cuando las cosas van mal, intentamos arreglar el exterior, pero nuestro control del mundo exterior es limitado, temporal, y a menudo, ilusorio. Entonces miremos las condiciones internas, ¿acaso no son más fuertes? ¿No es la mente misma la que traduce las condiciones externas en felicidad y sufrimiento? ¿Acaso no es más fuerte? Sabemos por experiencia, que podemos estar en lo que llamamos “un pequeño paraíso” y, aun así, ser completamente infelices por dentro.

En una ocasión, el Dalai Lama estaba en Portugal y había muchas construcciones por todos lados. Una tarde dijo: “Miren, están haciendo todas estas cosas, pero no sería lindo también, que construyeran algo hacia dentro? Y añadió, “A pesar de esto … incluso si tienen un grandioso piso en la planta 100 de un edificio supermoderno y cómodo, si dentro de ustedes están profundamente tristes lo único que van a buscar es una ventana por donde saltar”. Ahora, por el contrario, conocemos mucha gente que está en circunstancias difíciles, pero que logran mantener serenidad, fuerza interior, libertad interior y confianza. Si las condiciones internas son más fuertes… por supuesto que las condiciones externas afectan, y es maravilloso ser longevos, estar más sanos, tener acceso a información, educación, poder viajar, tener libertad … son cosas por demás deseables. Sin embargo, esto no es suficiente; esos son sólo un apoyo auxiliar, condiciones. La experiencia que traduce todo está dentro de la mente. Por lo tanto, cuando nos preguntamos cómo nutrir las condiciones de felicidad, las condiciones internas, y cuáles son aquellas que minan la felicidad. Para ello, se requiere tener cierta experiencia.

Tenemos que darnos cuenta de que, dentro de nosotros hay ciertos estados de la mente que conducen al florecimiento de tal bienestar, lo que los griegos llamaron eudemonismo, florecimiento. Hay algunos que son adversos a ese bienestar, si miramos en nuestra propia experiencia: ira, odio, celos, arrogancia, deseo obsesivo, codicia extrema no nos dejan en un buen estado después de experimentarlos. Además, que perjudican la felicidad de otros. Podemos considerar que entre más nos invaden la mente, como una reacción en cadena, más nos sentimos miserables, atormentados. Por el contrario, todos sabemos que, en lo profundo, que un acto de generosidad desinteresado, si a la distancia, sin que nadie sepa de él, podemos salvar la vida de un niño, hace a alguien feliz. No necesitamos reconocimiento, no necesitamos gratitud. El mero acto de hacerlo nos llena de una sensación de plenitud con nuestra naturaleza profunda. Y quisiéramos estar así todo el tiempo.

¿Es eso posible, cambiar nuestra manera de ser, transformar nuestra mente? ¿Y son esas emociones negativas o destructivas inherentes a la naturaleza de la mente? ¿Es posible cambiar nuestras emociones, nuestros rasgos, nuestros ánimos? Para eso nos tenemos que preguntar ¿cuál es la naturaleza de la mente? Si vemos desde el punto de vista de la experiencia, existe una cualidad primaria de la consciencia, que es el simple hecho de ser conscientes, de estar conscientes. La consciencia es como un espejo que permite ver todas las imágenes que surgen. Pueden tener caras feas, caras hermosas en el espejo, el espejo lo permite, pero el espejo no se mancha, no se modifica, no se altera por esas imágenes. De la misma forma, detrás de cada pensamiento existe la conciencia desnuda, pura. Esta es la naturaleza, no puede ser intrínsecamente manchada con odio o celos, y si estuvo siempre ahí … como la tinta que impregna el lienzo entero, se encontraría todo el tiempo, en algún lado. Sabemos que no siempre estamos enfadados, siempre celosos, siempre generosos.

Es debido a que la tela fundamental de la conciencia es esta cualidad pura de ser conscientes, que la diferencia de una piedra es que existe la posibilidad de cambiar, porque las emociones son pasajeras. Este es el fundamento del entrenamiento de la mente. El entrenamiento de la mente se basa en la idea de que dos factores mentales opuestos no pueden ocurrir al mismo tiempo. Puedes pasar del amor al odio, pero no puedes, al mismo tiempo y hacia el mismo objeto, o la misma persona, querer herirla y hacerle un bien. No puedes, en el mismo gesto, dar la mano y dar un golpe. Por lo tanto, existen antídotos naturales a las emociones que son destructivas a nuestro bienestar interno. Entonces esa es la manera de proceder. Regocijo en lugar de celos. Una especie de sensación de libertad interior opuesta a la codicia extrema y la obsesión. Benevolencia, afecto amoroso contra odio. Pero por supuesto, cada emoción necesitaría un antídoto particular.



Otra forma es tratar de encontrar un antídoto general a todas las emociones, y eso es mirando a la naturaleza de la emoción misma. A menudo cuando sentimos ira, odio o molestia por alguien, u obsesión por algo, la mente va una y otra vez tras ese objeto. Cada vez que vamos tras el objeto, se refuerza la obsesión o el enfado. Y se vuelve un proceso de auto perpetuación. Por eso ahora lo que necesitamos es, en lugar de ver fuera, ver hacia dentro. Mirar a la ira misma; se ve muy amenazadora, como las nubes de una tormenta o una tormenta de rayos, Pensamos que podemos sentarnos en la nube… pero al acercarnos, es simplemente neblina. De la misma forma, si se mira a la ira, se desvanecerá como la escarcha bajo el sol matutino. Si hacen esto una y otra vez, la propensión, la tendencia de que surja la ira otra vez se reducirá más cada vez que logren disolverla. Al final, aunque puede surgir, simplemente cruzará por la mente como un pájaro que surca el cielo sin dejar huella. Así que este es el principio del entrenamiento de la mente.

Esto lleva tiempo porque … así como llevó tiempo que todos esos defectos se formaran en nuestra mente, de igual modo llevará tiempo desmantelarlos. Pero esa es la única manera de hacerlo, la transformación de la mente, ese es el auténtico significado de la meditación. Esto significa familiarizarse con una nueva forma de ser, una nueva forma de percibir las cosas más adecuada a la realidad, con interdependencia, considerando a todas las transformaciones continuas y fluyentes en las cuales se encuentra nuestro ser y nuestra consciencia.

Entrenar la mente no es un simple lujo, ni un suplemento vitamínico del alma, sino que es algo que va a determinar la calidad de cada instante de nuestras vidas. Estamos dispuestos a pasar 15 años obteniendo educación, nos encanta correr, hacer ejercicio; hacemos todo tipo de cosas para mantener la belleza. Sin embargo, es sorprendente ver el poco tiempo que dedicamos a cuidar lo que más importa: la manera en que nuestra mente funciona; que, repito, es lo que finalmente determina la calidad de nuestra experiencia.

Entrenemos nuestra mente para ser felices.

Dediquemos tiempo a buscar en nosotros lo que de verdad importa.

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